Tras vendarle una herida, enseguida revisó el restro de su cuerpo.—¿Te duele algo más? —preguntó con voz contenida.La mente de Estrella era un caos, como si una espesa capa de algodón la envolviera. Tenía el rostro blanco como papel y la cabeza le daba vueltas.Lucio extendió la mano, con las yemas de los dedos ligeramente temblorosas, y le abrochó un botón de la ropa. Al tocar su piel fría, la furia violenta que ardía en su pecho se intensificó aún más.¿Se atrevían a tocar a alguien bajo su protección?Una fría determinación cruzó su mente: “¡Les haré pedazos a esos bastardos! ¡Que se pudran sufriendo, sin poder vivir ni morir en paz, hasta que no quede ni un hueso entero! ¡Que sus cenizas se dispersen en el viento!”Estrella, débil, tenía los ojos cerrados y reposaba en sus brazos, casi sin fuerzas, al borde del shock.—¡Más rápido, carajo! —rugió Lucio, apretando los brazos para llevarla más cerca de su pecho.Desde el momento en que la encontró, sus nervios no se habían relajado
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