Mis palabras destrozaron lo último que quedaba del orgullo de Riven. Se desplomó, y la insignia dorada de la membresía de la Alianza en su pecho comenzó a humear, quemándole la piel.En su desesperación, se aferró a una última y patética esperanza.—¡El vínculo, Renata! ¡El vínculo sigue ahí! —suplicó, arrastrándose hacia mí—. ¡La Diosa nos destinó! ¡Todavía podemos completar el marcaje! ¡Aún puedes ser mi Luna!—Suéltame.Aparté su mano de una patada, mirándolo con asco. La cara de Jenna, antes tan engreída, era ahora una mueca de terror.—¡Es el papá de mi cachorro! —chilló, lanzándose no contra mí, sino contra Riven, arañándole el brazo—. ¡Riven, diles! ¡Cuéntales de nuestro cachorro! ¡El cachorro de un Alfa! ¡Se supone que es un príncipe, no el cachorro de un traidor! ¡Me lo prometiste! ¡Prometiste que yo sería una verdadera Luna!Entonces, sus ojos volvieron a clavarse en mí, llenos de odio salvaje y desesperado.—¡Maldita! ¡Todo esto es tu culpa! ¡No podías desaparecer! ¡Me robas
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