Morí sufriendo el mismo día de mi cumpleaños, y mi familia ni siquiera lo supo. Me culparon por no presentarme a la gran fiesta de Alicia, cuando en realidad, yo sí estuve allí, solo que ya no en cuerpo, sino como alma.***Esa noche, todos entraron cargando bolsas de regalos. Todos menos Alicia, que venía feliz comiendo un helado. La habían criado como a una princesita, incapaces de permitir que se cansara ni un poquito.Comenzaron a decorar la casa, y Sergio Sandarti gritó hacia el piso de arriba:—Jimena Gonzáles, baja a ayudar con la decoración. No creas que porque hoy es tu cumpleaños puedes hacerte la floja.En otro momento, yo habría bajado corriendo. Ahora solo flotaba a su lado, observándolo con frialdad.Al no escuchar movimiento arriba, volvió a llamarme. Nadie contestó. Fue entonces cuando Alicia se acercó, le arrebató el celular y, con esa voz dulce que todos adoraban, dijo:—Si Jimena no está, yo te ayudo.Sergio sonrió, le acarició la cabeza con cariño.—Ve a sentarte. S
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