Tres años, dos noches de pasión, un divorcio
Durante tres años de matrimonio, él la trató con una indiferencia absoluta. Mientras, su amante se tomaba fotos con uno de sus camisones.
—Ay, no te vayas a enojar, pero Adrián dice que a mí se me ve mejor.
Mientras se acariciaba el vientre, apenas abultado, la mujer la miraba con un descaro despreciativo y provocador.
Clarissa Ortega pasó tres años de soledad, creyendo que su esposo estaba entregado a su trabajo. Todo se derrumbó el día que su amante apareció para reclamar su lugar. Entonces comprendió que todos sus años de amor y sacrificio habían sido para un ingrato.
—Dame la mitad de lo que tienes y le dejo el camino libre a tu gran amor.
Dejó los papeles del divorcio sobre la mesa y se fue de la casa que compartían, dispuesta a que ese par de cínicos fueran felices. Lo que nunca imaginó fue que Adrián Cisneros, el hombre que siempre se había mostrado tan indiferente, al enterarse de que quería el divorcio, se arrodillaría ante ella con los ojos arrasados en lágrimas, rogándole que volviera.