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Capítulo 2

Penulis: Irene Moser
Levanté la cabeza, y divisé el rostro orgulloso de Liliana.

Un dolor punzante me atravesó el dorso de la mano, pero su pie seguía apretando cada vez más fuerte, mientras oía las exclamaciones de los invitados.

—Nadie se queda con algo que fue mío —sentenció—, aunque ya no lo quiera.

Apreté los dientes, a punto de por responder, cuando una voz se me adelantó:

—Bien —dijo tajante.

Lancé una mirada de sorpresa hacia donde provenía la voz.

Diego estaba a su lado. Me lanzó una mirada de leve remordimiento y, sin dudarlo, le dio una patada al anillo y lo mandó directo al lago artificial.

El anillo desapareció en el agua de inmediato como una estrella fugaz.

Clavé la mirada en el lugar donde había caído, y no pude volver en mí durante un largo rato.

Nunca olvidé cuánto apreciaba Diego ese anillo. Jamás me permitió que alguien lo tocara y siempre lo llevaba consigo.

Lo había tenido guardado en su chaqueta durante nuestro viaje por siete países, y me lo había entregado para pedirme la mano bajo aquella aurora boreal.

Pero ahora, ese anillo se había convertido en nada más que basura que podía desechar cuando viera pertinente.

Liliana, contenta con lo que él acababa de hacer, y le echó los brazos al cuello.

—Diego, no me eches la culpa. Tú sabes que no me gusta nada que alguien toque mis cosas.

—Claro—le respondió mi novio con suavidad.

Acto seguido, fingió darse cuenta de que yo seguía en el suelo y, con falso asombro, dijo:

—¡Ay! Inés, ¿por qué sigues ahí tirada? Hoy es tu gran día, perdóname por haber tirado el anillo. Mira... —observó a su alrededor y recogió una lata de bebida como si fuera un tesoro—. ¿Qué te parece este? Dios, parece sacado de una serie. ¡Qué romántico!

Completamente pálida, me levanté del suelo, tomé la lata que me pasó, y la abrí.

Al ver la sonrisa provocativa de Liliana, sentí cómo la rabia me hervía por dentro. Estaba tan furiosa que lo único que quería hacer era arrojarle la bebida en la cara. Sin embargo, mi novio se colocó frente a ella de inmediato, protegiéndola, mientras sus amigos me sujetaban para impedirme cualquier movimiento.

El grito de Diego y las voces de los demás intentando tranquilizarme se mezclaron en el aire.

—Inés, ¿se te zafo un tornillo?

—No te metas con ella. Sabes su situación. Ella no tiene malas intenciones, solo se le suben las telenovelas a la cabeza.

—Él tiene razón, eres la novia, no hagas eso en tu gran día.

Dejé de intentar soltarme de sus manos y no pude evitar sentirme indefensa y triste por no tener a nadie que me apoyara.

Diego me gritó, se me acercó, me arrebató la lata y la lanzó a un rincón.

—¡Basta de hacer tanto lío! ¿No quieres casarte?, ¡pues lárgate y ya! ¿Qué clase de valentía es esa, meterse con una persona enferma? ¡Qué equivocado estaba contigo! ¡Eres una bruja! Pídele perdón a Lily, ¡ya!

Me quedé quieta, desamparada, tapando la muñeca dolorida con la otra mano. Pero el dolor físico no podía compararse con el que sentía en mi corazón, al ver cómo todos se preocupaban por Liliana, haciéndome sentir una extraña.

Sin poder aguantarlo más, salí corriendo.

Después de calmarme, volví al vestuario, en donde vi que Diego abrazaba a Liliana, antes de sentarse juntos en el sofá. La maca roja de un beso en la comisura de sus labios me reveló lo que acababa de pasar.

—Diego, ¿por qué no apareció? ¿Cancelaron la boda?—preguntó Liliana.

Me congelé al escucharlo. Instintivamente, me aferré al marco de la puerta, fijando mi mirada en él, mientras en mi interior gritaba:

«Esta es tu última oportunidad. Por favor, Diego, no me falles. ¡Admite que tú eras el novio de esta boda! Ya no me importará nada de lo que pasó y me casaré contigo con todo mi amor.»

Por un momento pareció haber sentid la calidez de mi mirada, porque él alzó la cabeza de golpe.

Liliana se inclinó hacia él, y se mordió en el labio.

—Diego, contéstame —le pidió descontenta.

Al verlo, negué con la cabeza, mirándolo fijamente, y rogué en silencio:

«No la respondas, por favor, no...»

Diego titubeó, pero finalmente desvió la mirada hacia la chica entre sus brazos, y sus ojos se llenaron nuevamente de ternura.

—Lily, tú también conoces al novio.

—¿En serio? ¿Quién es?

—El novio es Cristian López.

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