Diego llegó tarde a nuestra boda. Cuando finalmente apareció, entró al salón tomando del brazo de Liliana con delicadeza. Traía puesto el traje de padrino, mientras que el de novio había sido abandonado en el sofá como si fuera un trapo viejo. —Diego, ¿por qué te pusiste...? —comencé a preguntar. —¡Inés! —me interrumpió bruscamente, con la mirada alerta—. Piensa bien lo que vas a decir. Sé generosa, y no me hagas odiarte. Sonreí, decepcionada. Como Liliana Martínez, su primer amor, había perdido la memoria, habíamos quedado atrapados en el juego de ayudarla a recuperarse. Teníamos que esconderle todo lo malo y tratarla con cuidado, evitando cualquier cosa que pudiera alterarla. Diego se acercó a mí y me abrazó con ternura. —Inés, ¿puedes entenderme? —me susurró al oído, antes de darme un beso ligero. Obedecí, le agarré la mano al padrino y caminé hacia el altar del matrimonio junto a él. El otro día, me encontré a Diego en un centro comercial mientras yo compraba cosas para nuestro bebé que iba a nacer. Me detuvo, y sus ojos, enrojecidos, se clavaron en mi vientre: —Inés... Todo esto era una farsa, ¿no? ¿Por qué estás embarazada?
Lihat lebih banyakCuando regresamos a casa, me desplomé en la cama. Un crujido detrás me hizo volver la cabeza. Me levanté de la cama, y vi cómo Cristian sacaba un teclado, lo colocaba en el suelo y se arrodillaba encima. —Mi amor, perdóname—me miraba con los ojos de perritos—. Reconozco mi error y me merezco este castigo. No te enfades.—¿Creías que era una mujer vanidosa?—pregunté, una lágrima caliente resbaló por mi mejilla.Se levantó apresuradamente, me acercó a la cabecera y acarició mi comisura enrojecida con sus dedos temblorosos:—Claro que no, ¿cómo posible que te llegase a tratar así?—¿Entonces por qué me insultaste así, una cazafortunas?—pregunté, sin desviar la mirada.Después de un silencio que pesó como plomo, confesó en voz baja:—Estaba decepcionado viendo que estabas con Diego, quise que se separaran. Pero no entendiste mis insinuaciones, pasara lo que pasara. En aquel momento, decidiste renunciar solo para estar con él... Se me nubló todo el juicio.—Lo dije por rabia....Pero créem
—Inés, ¿él te espera?—me dio un codazo mi colega Luciana, haciéndome un guiño.Asomé la cabeza para mirar. Era Diego, apoyado en un carro de lujo, con un ramo de flores en las manos. Miraba hacia arriba de vez en cuando con pasión, mientras preguntaba a todo lo que pasaba si conocían a Inés Otero y les pedía que me avisaran que me estaba esperando.—Oye, él te ha esperado ahí desde hace días. En todo el edificio, no hay quien no sepa tu nombre.Me volví, y no me olvidé de cerrar la cortina.¡Qué mala suerte tener que ver esto!—Inés, la llamada es para ti, del despacho del director.—otra colega me pasó el teléfono.—Sube, Inés.—ordenó Cristian.Me esperaba de pie junto a la puerta. Al entrar, me aplastó contra la pared, acercando sus labios a mi cuello.—Mi amor, ¡qué pesado ese tipo!—susurró al oído.Acaricié su cabello:—¿Celosito?—Te echo de menos, pero estos días he estado muy ocupado con el trabajo.—murmuró, luego me mordió ligeramente en el labio inferior.Jadeando, cuando el b
Cuando me enteré de la noticia de que Cristian había mandado a alguien a romperle el brazo a Diego, yo estaba sumida en el desarrollo de un nuevo proyecto. Al saberlo, solo me limité a pensar que se lo merecía y seguí concentrada en mis asuntos.Muchas veces Cristian me reclamó el porqué no le prestaba suficiente atención. Aunque me trataba superficialmente en la empresa, en casa me aplicaba "castigos".En el otro día, un amigo de Diego me llamó. Contesté, pero escuché la voz abatida de Diego:—Inés, Me rindo. ¿Has vuelto al Grupo López? No sé qué problema tiene Cristian. Le quitó muchos recursos de Empresas Cedeño sin importarle las consecuencias. Me metió en problemas. Podemos celebrar la boda ahora mismo si me ayudas, no me importa el acuerdo de un año.—¿Qué está diciendo ese bastardo? —me pregunté interiormente—. ¿Acaso Cristian le pegó en la cabeza, no fue en su brazo? Si no, ¿a qué viene ese trastorno mental? —Diego, tal vez necesitas ver al médico para tu problema de la cabeza
No hacía buen tiempo cuando llegué a la Ciudad Retama. Por poco y diluviaba.Regresé a casa corriendo bajo la lluvia.No me cabía duda de que Diego tiraría todas mis cosas si no aparecía hoy. Lo que no esperaba era que, a pesar de todo, pudiera romper su palabra.Al abrir la puerta, las cosas estaban esparcidas por todo el suelo.Un mal presentimiento me aceleró. Me apresuré hacia el cuarto.Ahí estaba una caja delicada de madera, abierta, y obviamente, dentro la pulsera de jade se había hecho añicos.Una risa siniestra retumbó a mis espaldas.Me giré y me enfrenté a Liliana.—¿Tú rompiste mi pulsera?—pregunté, sosteniénndolos.—Nunca debiste casarte con Diego—escupió—. ¡ni siquiera pensarlo! ¿Cómo te atreves a querer a un hombre que no pertenece a tu clase? Tú no eres más que una zorra vanidosa, ¿crees que una simple criatura pueda convertirse en un majestuoso fénix? —Esta es mi lección para ti. ¡Nunca lo olvides, la mona, aunque vista de seda, será siempre mona, y el fénix jamás pod
Cuando Diego me mandó un mensaje pidiéndome que le llevara su computadora portátil al apartamento de Liliana, estaba con Cristian en un banquete nocturnoLo ignoré, pero su llamada no tardó mucho en sonar.—Inés, ¿por qué no respondes?—me reprochó.Me quedé sorprendida. Ya no me acordaba cuánto tiempo había pasado sin que Diego me llamara después de que Liliana perdiera la memoria. Había dejado de hablar conmigo por celular, y no quería malgastar ni una palabra dirigida a mí, excepto para darme sus "órdenes".Incluso me había informado sobre su decisión de celebrar nuestra boda a través de un mensaje, pidiéndome que arreglara todo.—¿Te estoy preguntando por qué no me respondes? ¿Sigues enfadada conmigo? Inés, ya te dije que solo sería un año, ¿por qué no me puedes entender...?—Diego—lo interrumpí—, terminamos. ¿También te dio amnesia, como Liliana? ¿Ya no recuerdas lo que pasó en la boda?Hizo una pausa, y se le notó la frustración en la voz:—Basta ya, Inés. ¿Con quién te casarás un
Cristian manejaba el carro a feroz velocidad y no paró hasta llegar a un centro comercial.Me quité el cinturón de seguridad y le agradecí con mucha cortesía:—Cristian, muchísimas gracias por sacarme del apuro. Voy a llamar otro carro desde acá.Me atoró en el asiento con una mano y apoyó el brazo en la ventana de mi lado.—¿Estás escapándote?—dijo con voz baja—.Inés, ¿no te enseñé que siempre tienes que considerar todos los resultados posibles antes de empezar algo? ¿Me despides con un simple "gracias"?Me encogí de hombros y bajé la mirada:—¿Entonces qué quieres?—Yo te formé—dijo, llevando un dedo a mis labios—.¿No sabes cómo agradecerme?Durante mi silencio, el ambiente dentro del carro se fue calentando poco a poco.Lo miré, y dejé que la angustia se desvaneciera. ¡No más que un besito y adiós!Con decisión, levanté la cabeza y lo besé.Él se sorprendió. Se vieron muchos sentimientos mezclados a la vez en su rostro.—¿Y esto? —preguntó con expresión incomprensible.—Para agradec
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