La sombra de la traición y el abrazo del hermano mayor

Después de que me extrajeron dos litros de sangre, encontré a Sergio Martínez y le rogué que se casara conmigo.

—El prometido de la señorita Jiménez será uno de los dos hermanos de la familia Sánchez. ¿Por qué vienes a buscarme a mí?

Al escuchar su frío rechazo, bajé la mirada, desesperada.

—El compromiso solo estipula que debo casarme con la familia Sánchez. Tú eres el hermano mayor, también formas parte de las opciones.

—Parece que me prestas mucha atención. Está bien, puedo casarme contigo… pero tengo una condición.

Finalmente me relajé y asentí de inmediato.

—No le digas a la familia Sánchez que te vas a casar conmigo, antes de la boda. Si se enteran, habrá muchos problemas.

—Está bien.

Mientras pueda alejarme de los dos hermanos, Lucas y Luis Sánchez, estoy dispuesta a aceptar cualquier condición.

Hace cinco años, durante un viaje en crucero, los salvé a ambos de morir ahogados. Desde entonces, ambos comenzaron a cortejarme. Y, por unos celos sin sentido, presionaron a sus padres para que organizaran un compromiso de matrimonio entre nuestras familias.

Siempre creí que algún día acabaría casándome con uno de ellos.

Sin embargo, hace poco, la familia Sánchez organizó una fiesta en la piscina… y ese día lo arruinaron todo.

Descubrieron que le tenía miedo al agua.

En ese momento, la hija adoptiva de mi familia, Emilia Jiménez, salió de repente, llorando, y dijo que había sido ella quien había salvado a los hermanos Sánchez, y que yo, como la hija legítima, me había apropiado del mérito gracias a mi estatus.

Por esto, me apresuré a explicarles que, después de salvarlos, me había atragantado con agua y había perdido el conocimiento. Y que, debido a esto, cuando desperté, había desarrollado fobia al agua, y desde entonces no me había atrevido a volver a nadar.

Pero, aunque presenté un diagnóstico médico, ninguno me creyó, y me acusaron de ser la mujer más despreciable del mundo. Que maltrataba a mi hermanastra y me adueñaba de lo que no era mío. Que merecía morir.

Yo no era alguien que se aferraban de manera obsesiva, por lo que me apresuré a rogarle a mis padres que cancelaran el compromiso. Pero ellos, interesados en la posición social de la familia Sánchez, no hicieron caso a mis llantos y solo me dijeron que me preparara para la boda.

Sin otra opción, intenté complacer a los hermanos Sánchez… pero cada intento solo traía más humillación.

Una vez, el flequillo de Emilia fue arruinado en la peluquería. Para animarla, me mintieron diciendo que tenían cáncer y que necesitaban mi cabello, ya que, como su prometida, debía regalarles una peluca como regalo de bodas.

Siguiendo sus palabras, corté mi preciado y largo cabello. Tras lo cual, los vi abrazar a Emilia mientras reían a carcajadas.

—No nos sorprende. Como la mujer interesada que eres, eres capaz de todo —murmuró Luis, sin dejar de reír.

—¿Crees que con esto nos ablandaremos y te amaremos? —inquirió Lucas, a su vez—. Pero lamentablemente, para nosotros, no puedes compararte con Emilia en absoluto. Eres una inútil. Te apropias de méritos ajenos, y, aun así, te atreves a soñar con este compromiso. Entrar en nuestra familia será como abrir las puertas del infierno.

Mientras tanto, Emilia pisoteaba mi cabello negro esparcido por el suelo, con una sonrisa de desprecio.

—Noelia, antes nadie me protegía, y solo podía soportar tus abusos —dijo, mirándome con desdén—. Pero ahora todo cambió. No importa con quién te cases. Tu futuro esposo solo me amará a mí.

Reían con satisfacción, creyéndose vencedores. Pero todos olvidaban algo.

En la familia Sánchez no solo estaban Lucas y Luis. También estaba Sergio. El hermano mayor, olvidado por todos, y que aún seguía soltero.

Y, cuando bajé de su coche, por fin me sentí en tierra firme.