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Capítulo 3

Author: Irene Moser
Bajé la cabeza y solté una risa irónica y cruel.

Cristian López. El mismo Cristian López que me había insultado, llamándome cazafortunas en público.

Aunque tuviera que mentir, Diego no quería que yo terminara la boda con dignidad.

Liliana se quedó un poco sorprendida al escuchar ese nombre, sacó su celular, y, antes de que Diego pudiera reaccionar, llamó a alguien.

—Hola, Cristian. ¿Por qué no apareciste hoy en tu boda? —preguntó sin preámbulos—. Sí, estamos en el hotel Hacienda Jardín.

La mujer se mostró entusiasmada y empezó a invitar a todos los presentes para reunirse en el salón, mientras yo me sentía tan fría como si mis venas se hubieran congelado y la sangre hubiera dejado de circular.

El timbre de mi celular me sacó de ese estado, y, con la mirada perdida, presioné el botón para contestar.

—¿Inés? —Una voz infernal, como la del diablo, surgió del auricular, y no pude evitar la tentación de soltar el teléfono—. No te atrevas a cortar.

—Bueno —contesté con profunda decepción, comprendiendo que no me quedaba más remedio.

Al otro lado, se escuchó una risa sarcástica.

—Pensé que no volvería a verte si no sirvo ni para ser el padrino de Diego. Pero ahora me informan que soy el novio. ¿Y eso? ¿Cómo puedes olvidarte de alguien tan importante?

Mis manos recorrían las manchas en mi vestido de novia, y con voz temblorosa, logré responder:

—Son mis propios asuntos.

Tras esto, Cristian guardó silencio, y, luego de un buen rato, su risa fría rompió el hielo, y un escalofrío recorrió mi espalda.

Después de tanto tiempo en el baño, me costó levantarme, mis piernas estaban rígidas, pero, poco a poco, la sangre comenzó a calentar mi cuerpo.

Y, al abrir la puerta, me encontré de frente con alguien.

Era mi novio.

—¿Con quién estabas hablando? —preguntó, con una expresión gélida.

Pasé junto a él sin hacerle caso. Pero él me tomó de la mano, y, aunque sin intención, me apretó justo en donde Liliana me había pisado. De pronto, el dolor volvió a desatarse.

—¡Contéstame! —me gritó, perdiendo toda la paciencia.

Levanté la cabeza. No iba a permitir que me pisoteara.

—¿Qué quieres que te diga? Dijiste que el novio es Cristian López, ¿no es así? Se ve que tienes mala memoria.

Su rostro se volvió sombrío, mientras sus ojos comenzaron a desviarse de los míos lentamente.

—Inés, lo dije sin pensarlo bien —murmuró, ablandando su tono. Y yo seguía cayendo en esa voz dulce.

—¿Entonces Cristian sí va a venir? —le pregunté con sarcasmo, con los ojos nublados por las lágrimas y la voz temblorosa—. Diego, reconócelo: lo que quieres es ver cómo me insulta Cristian. Le dijiste a Liliana que es el novio, ¿no le dijiste que él no vendría? Porque lo traicioné por ti y él dijo, públicamente, que no valgo nada. ¡Me odia! —Suspiré—. ¡De verdad, no lo puedo creer! No quieres dañarla a ella, pero a mí sí… Ni siquiera me permites terminar la boda sin novio. ¡Tú me metiste en todo este escándalo!

»¿Quieres saber qué me dijo Cristian? ¡Me despreció por completo! ¿Ya estás feliz?

Diego me abrazó, ignorando mi histeria. Como si todo esto fuera una broma de mal gusto.

—¿Estás tan enfadada porque Cristian te insultó? —preguntó tranquilamente, acariciándome la comisura enrojecida de mis ojos—. Mira, solo yo puedo tolerar tus actitudes irracionales.

Dicho esto, quiso tocar mi frente, pero lo evité. Ya no pude aguantar más su cariño.

—Todo fue mi culpa. Te voy a compensar. Mi amor, te veo por la noche en casa, ¿de acuerdo? Todo irá bien, créeme, ¿sí?

Parpadeé fuertemente para contener las lágrimas, y, recordando lo humillante que había sido todo, intenté calmarme:

—Diego, ya no habrá un después. Terminamos.

Al escuchar esto, se puso visiblemente molesto, con el desprecio reflejado en sus ojos, como si estuviera frente a una niña caprichosa.

—¡Inés, no me vengas con tonterías! ¿Qué podrás hacer sin mí? ¿Olvidas lo que me dijiste? Que íbamos a tener dos hijos, que sería una buena esposa para mí, una buena madre… Eso es lo que quieres, ¿no?

Me quedé quieta.

Todo lo acababa de decir era cierto. Había abandonado todo, y había salido del Grupo López, sin pensar que mi proyecto estaba en una etapa clave, solo porque él me había dicho que necesitaba una buena esposa que supiera cuidar de la casa. ¿Cómo habría imaginado que esto se convertiría en su excusa para controlarme?

Agarré su manga cuando estaba a punto de marcharse y le destaqué:

—Diego, todo lo que dije es verdad. No estoy jugando.

Pero mi novio ya se le había acabado la paciencia, y se soltó de mi mano de golpe, con crueldad.

—Inés, eres bien terca. El médico de Lily me comunicó que ella necesita por lo menos un año para recuperar su memoria. A partir de ahora no nos veremos durante ese tiempo. Ella no puede sufrir más. Ya veremos si te portas bien para ser mi esposa. No me falles, ¿entendido?

...

Bajo el entusiasmo de Liliana, todos los invitados ya se habían reunido en el salón de boda.

Al verme, los ojos de la mujer brillaban llenos de mala intención.

—Señorita Otero, ¡por fin apareces! ¿Dónde está el novio? ¿Todavía no llega? ¡Ay, por Dios! ¿Acaso te dejó plantada?

Los murmullos entre los invitados empezaron a crecer mientras escuchaban lo que pasaba.

—¿El novio no es el hijo de los Cedeño? ¿No es Diego Cedeño?

—¿Tendrán otro hijo? ¿Uno extramatrimonial?

—Seguro que no va a venir. Ya está pasada la hora.

Cuando vio que todo le estaba saliendo como quería, ella me dedicó una mirada satisfecha, agarrándose del brazo de mi novio.

Cuando estaba a punto de anunciar la cancelación de la boda, sentí cómo un brazo me rodeaba por los hombros, y, al segundo, siguiente escuché cómo un alboroto estallaba entre los invitados.

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