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Capítulo 4

Author: Snail
Los ojos del médico estaban llenos de compasión. Con tacto, no insistió en preguntar, simplemente me extendió el formulario de ingreso.

—Si no viene ningún familiar, tendrás que encargarte tú misma del pago. —dijo él.

Tomé la factura y le respondí:

—Por favor, ayúdame con los trámites de alta.

—¿Eh? Acabas de sufrir un aborto. Te recomiendo que te quedes en el hospital unos días más.

—No, quiero irme.

Insistí en completar los trámites de alta y regresé a casa, arrastrando mi cuerpo débil.

La mansión estaba sumida en la oscuridad. Los sirvientes, tras finalizar sus tareas, ya se habían ido.

El dormitorio mantenía la misma disposición que lo había dejado aquel día. Aparentemente, Mateo tampoco había regresado en estos últimos días.

Si hubiera sido antes, ya habría llamado para preguntarle su paradero y hasta le habría preparado con esmero comidas nutritivas.

Pero ahora ya no me importaba dónde estuviera. Solo empaqué mis cosas.

Después de meter todas mis pertenencias personales en la maleta, llamé a Julio, un amigo abogado.

—Julio, necesito que redactes un acuerdo de divorcio y se lo entregues a Mateo.

Julio también era amigo de Mateo. Mi petición lo tomó por sorpresa.

—Clara, ¿te vas a divorciar de Mateo? —preguntó, con un tono que delataba cierta alegría.

—Bueno, Estela ha regresado. Tarde o temprano, Mateo se divorciaría de ti. Ahora que lo propones tú, tal vez Mateo se ablande y te dé una mayor parte de los bienes.

Una amarga sensación me invadió. Pensaba que, después de estos años, Julio y yo éramos amigos, pero ahora parecía que todos pensaban que Estela era la esposa perfecta para Mateo.

—No te preocupes, intentaré conseguirte la mayor cantidad de beneficios posible. Después de todo, somos amigos. ¡No dejaré que salgas perdiendo!

No dije nada más. No me importaban esos beneficios. Solo quería separarme de Mateo lo antes posible y que cada uno siguiera su camino.

Después de arreglar todo, arrastré la maleta directamente al aeropuerto y me marché sin mirar atrás.

Mateo había estado inquieto estos dos días. Llevaba 48 horas sin mi mensaje, algo que nunca había sucedido antes.

Antes, si él pasaba más de dos horas fuera de casa, yo lo llamaba o le enviaba mensajes. Si tenía que quedarse hasta tarde por trabajo, le preparaba comida deliciosa, agua caliente para el baño y ropa limpia.

Todo mi enfoque estaba en él, incluso descuidando mis relaciones sociales y mis amigos.

Mateo se había acostumbrado a mis atenciones incondicionales. Así que miraba su teléfono con frecuencia, distraído, hasta que Estela se lo quitó.

—Clara simplemente está segura de que no puedes vivir sin ella, por eso está actuando así, ¿no? ¿Por qué si no no te ha buscado? Sabe que has estado esperando su llamada —dijo Estela, suspirando exageradamente al ver el rostro sombrío de Mateo.

—Es mi culpa. Causé la pelea entre ustedes. Iré a disculparme con Clara. Cuando se le pase el enfado, te responderá.

Dicho esto, se secó las lágrimas con fingida tristeza y se dio la vuelta para irse.

Mateo la detuvo y dijo con frialdad:

—Esta vez Clara se equivocó. Si hace algo mal, debe disculparse. No te preocupes, no volveré hasta que te pida perdón. Veremos cuánto tiempo puede resistir.

Un destello de alegría cruzó los ojos de Estela, pero rápidamente lo reemplazó con una preocupación fingida.

—Clara está embarazada. ¿No te preocupa que le pase algo?

Mateo restó importancia al asunto con un gesto con la mano.

—¿Qué le va a pasar? Después de tres meses de embarazo, el feto está estable y no es tan fácil sufrir un aborto. ¿Cree que no lo sé? ¡Está usando al niño para amenazarme y evitar la responsabilidad! ¡No la perdonaré hasta que la ponga en su lugar!

Justo cuando terminó de hablar, sonó el teléfono de Mateo. Lo miró y contestó con indiferencia.

—Julio, ¿me vas a invitar a beber? Estoy libre esta noche, cuando quieras.

—No, Mateo. Vengo a traerte el acuerdo de divorcio de parte de Clara. ¿Te alegra, verdad? Clara está dispuesta a divorciarse de ti. Ahora puedes estar con Estela abiertamente.
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