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Capítulo 05

Author: María Luisa Bombal
Al bajar del edificio de Corporativo Sempra, Valeria encontró a Ximena aún esperándola afuera.

En cuanto la vio, se acercó rápidamente y le hizo señas:

—¿Y bien?

—Nada. Justo como dicen los rumores… ese tipo es impenetrable.

Y eso no era lo peor.

Cuando Valeria salía, alcanzó a oír la voz grave y cortante de Lautaro detrás de ella:

"Dicen que la señora Ortega quedó sorda por salvar a su esposo... Parece que ya no."

No podía saber si él guardaría su secreto.

Pero estaba casi segura de que, aunque se lo suplicara, Lautaro no movería ni un dedo por ella.

—Lo siento —murmuró Ximena con remordimiento—. No logré ayudarte en nada.

—No te preocupes, fui yo quien te metió en esto.

Solo de recordar cómo Lautaro había despedido a un empleado por dejarla pasar, se le erizó la piel.

Pero Ximena se quedó paralizada unos segundos.

No reaccionó, ni pestañeó. Solo la miró con ojos muy abiertos.

Valeria le agitó la mano delante del rostro.

—¿Qué te pasa?

Ximena tragó saliva y articuló en voz baja:

—¿Acabas de… escucharme? Yo no te hice señas…

Valeria le tapó la boca con rapidez.

—Baja la voz. Ven, te explico.

En la esquina, le contó todo brevemente.

Ximena casi salta de la emoción.

—¡Increíble! ¿Y por qué no me dijiste antes? ¡Qué ridícula me sentí ahí haciéndote señas como una loca!

Aunque su lenguaje de señas era básico, Valeria siempre había sabido leer los labios.

Y ahora, más que nunca, eso la beneficiaba.

—Pero esto es secreto. Ni Benjamín lo sabe. Y dile a tu contacto que consiguió la cita conmigo… que probablemente perdió su empleo.

—Ay, no… —Ximena suspiró—. Ese tal Lautaro es de hielo puro. Si eso no te funcionó, creo que estamos perdidas.

Valeria regresó a casa y vendió el vestido de novia que Benjamín había diseñado exclusivamente para ella.

Ya lo había decidido:

No sabía si lograría recuperar el proyecto Oasis, pero lo que sí sabía era que, para lo que vendría… necesitaría dinero.

Ya no era la hija de una familia poderosa.

Ahora era solo una mujer común, y en el mundo real, eso se paga con facturas.

Creyó que pasaría semanas antes de venderlo, pero en apenas treinta minutos, alguien lo compró pagando una suma escandalosa:

700 mil dólares.

Valeria vio la notificación en su celular y sonrió satisfecha.

Ya empezaba a hacer planes con ese dinero cuando escuchó la puerta abrirse de golpe.

Benjamín entró a toda prisa, con el rostro cubierto de sudor.

Se arrodilló frente a ella, nervioso, y comenzó a hacer señas rápidamente:

—Vi que subiste el vestido a la venta… lo diseñé para ti. ¿Estás enojada conmigo por algo?

Valeria lo miró a los ojos.

Durante años creyó poder descifrar todo lo que sentía solo con ver su mirada.

Pero ahora, solo veía falsedad.

Esbozó una sonrisa forzada:

—No, no estoy enojada. Te conté que quería donar dinero a ese orfanato del que hablamos. Vender el vestido me pareció una buena forma de ayudar.

Benjamín frunció el ceño, no del todo convencido.

—¿De verdad no fue por lo del proyecto Oasis? ¿No estás molesta porque se lo asignaron a Julieta?

Valeria le dio una palmada en la mano y fingió estar despreocupada:

—¿Cómo crees? Julieta y yo fuimos compañeras. Es normal ayudarse entre colegas.

Eso pareció tranquilizarlo.

Su rostro volvió a relajarse.

—Sabía que no eres de esas personas rencorosas. Tranquila, yo estaré encima del proyecto para que todo salga bien.

Valeria tuvo que hacer un esfuerzo para no soltar una carcajada amarga.

Así que, para él, ser generosa significaba renunciar a lo más importante.

Ella entendía perfectamente que no había forma de recuperar el proyecto si dependía de Benjamín.

Solo le quedaba una posibilidad:Lautaro.

Justo en ese momento, el celular de Benjamín vibró.

Intentó apagarlo, pero Valeria ya había visto el nombre en pantalla:

Julieta.

Ella sonrió, luminosa:

—¿No vas a contestar?

Benjamín metió el celular en el bolsillo y sonrió torpemente:

—Es solo alguien de la oficina. Pero ahora lo más importante eres tú.

La acarició con ternura, rozando su mejilla.

—Contesta. A lo mejor es urgente.

Benjamín no quería, pero Julieta insistía. El teléfono volvió a vibrar.

Él acarició su cabello y señaló la puerta:

—Salgo a contestar. Vuelvo enseguida.

Valeria asintió, fingiendo indiferencia.

Pero mientras lo veía salir, la chispa en sus ojos se apagaba.

Recordó su promesa:

"Mientras yo esté aquí, tú tendrás ese proyecto. Pase lo que pase."

¿Y ahora?

Una decisión "de la directiva" bastó para romper su palabra.

Su teléfono vibró de nuevo.

Ximena le escribió:

"Me llegó un chisme: Lautaro estará esta noche en la subasta benéfica de la Fundación Fariña. Nadie sabe si irá, pero vale la pena intentarlo."

"Gracias."

Valeria respondió sin dudarlo.

Justo entonces, Benjamín volvió.

—Tengo una reunión. No voy a poder cenar contigo. Pero apenas termine…

—No te preocupes. Podemos cenar otro día.

En realidad, ella también tenía planes.

Benjamín la besó en la frente.

—Eres un ángel. Prometo comprarte esa pulsera que tanto te gustó.

—Perfecto. Anda, no llegues tarde.

Valeria lo despidió con dulzura, pero esquivó su intento de caricia.

No podía soportar la idea de que esas mismas manos… hubieran tocado a otra.

Cuando Benjamín se fue, Valeria se cambió de ropa, se maquilló discretamente y salió de casa.

Gracias a una vieja invitación enviada al Grupo Lidérez, logró ingresar al evento sin problemas.

Revisó el salón discretamente buscando a Lautaro.

Pero lo que encontró fue peor.

Benjamín y Julieta.

Ella le arreglaba la corbata con ternura, los ojos llenos de cariño.

Valeria soltó una risa amarga.

¿Esa era su “cena con socios”?

Y entonces, llegó el golpe final.

Un camarero le entregó a Benjamín una cajita de terciopelo rojo.

Él la abrió y sacó una pulsera que colocó, con delicadeza, en la muñeca de Julieta.

Valeria se quedó congelada.

Esa pulsera… era suya.

Su primer diseño.

La había vendido años atrás para pagar un tratamiento para su madre.

Benjamín le había prometido recuperarla para ella.

Y ahora… la estaba usando otra mujer.

Valeria apretó los labios hasta hacerse sangre.

Sus pulmones no encontraban aire.

Sus ojos ardían, pero no caía ni una sola lágrima.

Solo podía escuchar la voz dulce de Julieta:

—Benja, eres el mejor.

¿Y si Valeria se entera? ¿Crees que se enojará?

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