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Capítulo 06

Author: María Luisa Bombal
—No te preocupes. Ella no es de esas mujeres celosas. Considéralo tu regalo de bienvenida. Valeria es muy competente, aprenderás mucho trabajando a su lado —decía Benjamín con tono protector.

Valeria, no muy lejos, alcanzó a oírlo todo.

Sintió que algo dentro de ella se rompía.

¿Generosa? ¿Benjamín de verdad pensaba que podía regalarlo todo de ella?

El proyecto, sus diseños, hasta el último deseo de su madre...

Y ahora también a su esposo.

Ni siquiera necesitaba mirarse al espejo para saber lo patética que se había vuelto.

“Valeria… ¿cómo llegaste a esto?”

—Con que por eso la señora Ortega vino a ofrecerme su lealtad… Resulta que su marido ya tiene otro amor —dijo una voz masculina a sus espaldas, cargada de sarcasmo.

Ella se sobresaltó.

Retrocedió y, sin darse cuenta, tropezó con el tacón.

Su cuerpo cayó hacia atrás, sin control.

Todo sucedió en segundos.

Por suerte, una mano firme la sujetó por la cintura justo a tiempo.

Por un momento pensó que Lautaro al menos tenía algo de compasión…

Hasta que lo vio sonreír con cinismo.

Y entonces, soltó su mano a propósito.

Valeria sintió cómo el mundo se invertía debajo de ella, pero en el último segundo, agarró el dobladillo de su chaqueta.

Él la sostuvo otra vez, a regañadientes, para evitar que cayera completamente.

Ella terminó pegada contra su torso.

Era duro como una roca.

Levantó la vista… y se encontró con su mirada oscura y penetrante.

—¿Querías usarme de colchón humano? —bromeó Lautaro, sin dejar de sonreír con malicia.

Valeria se apartó de inmediato, molesta.

—Fue un reflejo. Perdón, señor Herrera.

Maldito hombre.

Si no se hubiera puesto a jugar con ella, eso no habría pasado.

Pero tenía que aguantarse.

Necesitaba a ese hombre.

Al menos, por ahora.

Respiró hondo y se recompuso, mostrando una sonrisa impecable:

—¿Ahora sí me cree? No soy una espía enviada por Grupo Lidérez. Estoy aquí porque quiero colaborar con usted, sinceramente.

Lautaro metió las manos en los bolsillos, como si todo le diera pereza.

—¿Y si esto es una actuación de pareja para engañarme?

Valeria apretó los dientes por dentro.

¿Este hombre confiaba en alguien?

La que termine siendo su esposa… va a necesitar un manual de supervivencia.

—No tiene sentido fingir tanto. Usted puede averiguar la verdad con una llamada. Tiene los recursos. No necesito mentirle.

Y era verdad.

Todo el mundo conocía la historia entre Benjamín y Julieta desde sus tiempos en la Universidad de Santa María del Sur.

Lautaro la observó unos segundos, luego al fin habló:

—Muy bien. Si insistes en ayudarme, dejemos algo claro. Si el proyecto Oasis termina en manos de Corporativo Sempra, tu marido va a descubrirlo. Y cuando lo haga, va a sospechar de ti. Esto puede estallar. Y tú serás la primera salpicada.

Se acercó lentamente, hasta quedar a escasos centímetros de su oído.

Su voz, baja y rasposa, le rozó la piel:

—Puede que incluso digan que tú y yo… somos cómplices. ¿Estás dispuesta a cargar con ese estigma, señora Ortega?

Valeria se quedó inmóvil.

Sabía lo que él quería decir.

Estaba jugando con fuego.

Pero mientras lograra terminar ese proyecto antes de irse, el resto… no importaba.

—Eso déjelo en sus preocupaciones, señor Herrera. Usted es un hombre de negocios. Mientras no pierda, ¿qué más da?

Él la miró unos segundos, luego relajó el cuerpo y murmuró:

—Oye…

Valeria levantó la vista:

—¿Sí?

Lautaro miró por encima de su hombro, directo al otro lado del salón:

—Tu marido te está mirando.

Valeria se giró con rigidez.

Benjamín estaba al otro lado de la sala.

Su expresión pasó del asombro al enfado en cuestión de segundos.

Y entonces llegó Julieta, alegre y radiante.

—¡Valeria! Qué coincidencia verte aquí. Si hubiera sabido que vendrías, no habría acompañado a Benjamín.

Pero no te preocupes, solo vine porque él no tenía pareja esta noche.

Julieta hizo unas torpes señas para explicarse mejor.

Sus mejillas se tiñeron de rosa mientras bajaba la mirada, tímida.

Valeria se sintió como la mala del cuento.

Como si le hubiera quitado algo que no le pertenecía.

Benjamín se acercó, tomó su mano y dijo:

—Te dije que te quedaras en casa. ¿Por qué saliste?

¿La regañaba… o estaba preocupado?

Valeria sonrió con calma:

—Te hablé del proyecto que diseñé para mi graduación. Hoy se subasta. Como estabas ocupado, vine sola.

Julieta palideció y escondió las manos detrás de la espalda.

Pero Valeria ya había visto suficiente.

—Señorita Montalvo, ese brazalete… ¿cómo llegó a tus manos?

Julieta intentó ocultarlo, pero Valeria ya había sujetado su muñeca.

La joya brillaba azul en medio de la tensión.

Lautaro observaba la escena desde una esquina, cruzado de brazos, disfrutando del espectáculo.

El ambiente se volvió denso.

Valeria alzó la voz, mirando fijamente a Benjamín:

—¡Ah, ya entendí! Tú querías darme una sorpresa, ¿verdad?

Él tardó un segundo en reaccionar, luego asintió:

—Claro, sí. Solo quería sorprenderte. Pensé en comprarlo después del evento… y le pedí a Julieta que lo probara por ti.

Valeria fingió estar emocionada:

—¡Lo sabía! Siempre piensas en mí. Gracias por todo, Julieta. Pero ya estoy aquí, puedo usarlo yo misma.

Julieta apretó los labios, pero no tuvo opción.

Retiró la pulsera y la entregó.

Valeria la colocó de nuevo en su muñeca y la mostró con orgullo.

—¿Se ve bien?

—Preciosa —respondió Benjamín sin dudar.

Pero entonces Julieta, con voz suave, le dijo:

—Benja, ¿Sempra no es competencia directa? ¿Por qué Valeria estaría con Lautaro Herrera? Hasta donde sé, nuestras empresas nunca han colaborado...

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