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Capítulo 07

Author: María Luisa Bombal
Valeria sintió el ambiente tensarse de inmediato.

La atención de los presentes giró hacia ella y Lautaro,como si de repente todo el salón se volviera un campo minado.

La tensión entre Grupo Lidérez y Corporativo Sempra era conocida por todos en Ciudad del Valle

Solo ellos dos podían realmente competir en el mercado.

Y ahora, ella estaba demasiado cerca del enemigo.

Pero si actuaba con seguridad, todo sería creíble.

—Solo fue un mal paso —respondió Valeria con una sonrisa tranquila—. Pisé sin querer el zapato del señor Herrera. Lo mínimo era pedir disculpas, ¿no?

Lautaro asintió con falsa simpatía:

—Exacto. La señora Ortega justo iba a disculparse conmigo cuando llegó su esposo.

Benjamín los miró con una mezcla de tensión y sospecha.

Tenía el entrecejo fruncido, y la mandíbula tensa.

—Señor Herrera… —comenzó, pero fue interrumpido sin miramientos.

—Ya que está aquí, Benjamín, ¿por qué no se disculpa usted por su esposa? No soy fan de incomodar a las damas —dijo Lautaro, con aire sobrado.

Valeria lo miró atónita.

¿Este hombre tenía cara?

Hace unos minutos casi la deja caer al suelo, y ahora fingía caballerosidad frente a todos.

Era el colmo.

Benjamín no respondió, pero su expresión se oscureció aún más.

Valeria lo conocía.

Era orgulloso hasta el extremo.

No iba a disculparse, menos aún frente a Lautaro.

Y menos con toda la sala observándolos.

—Se dice que Benjamín Ortega trata a su esposa como un tesoro —murmuró Lautaro, con una sonrisa torcida—. ¿Será cierto o solo un mito?

Cada palabra suya parecía medida para causar daño.

Antes, Valeria habría intervenido para proteger a Benjamín.

Siempre lo hizo.

Pero esta vez…

Quería ver cómo reaccionaba.

Un silencio incómodo se extendió.

Entonces, Julieta dio un paso al frente, nerviosa:

—No es para tanto… solo fue un zapato. Podemos pagarle uno nuevo, ¿sí?

Lautaro levantó una ceja:

—¿Y tú quién eres? ¿La próxima señora Ortega?

El rostro de Julieta se puso rojo como tomate.

Benjamín la protegió de inmediato:

—Ella es Julieta Montalvo. Acaba de integrarse al equipo del grupo.

Lautaro ni la miró:

—No la conozco.

Julieta, herida, se escondió detrás de Benjamín, aferrándose a su saco:

—Benja…

Él respiró hondo, luego habló, con evidente incomodidad:

—Mi esposa cometió el error. Como su esposo, me corresponde asumir la responsabilidad. ¿Qué propone, señor Herrera?

Justo entonces pasó un camarero.

Lautaro levantó la mano y tomó una botella:

—Esta champaña. Si Benjamín la bebe entera, damos por cerrado el asunto.

Julieta se adelantó:

—¡No! Benja no tolera el alcohol. ¡Déjeme a mí!

Iba a tomar la botella cuando Benjamín se la arrebató.

—Eres alérgica. No hagas tonterías.

Valeria retrocedió dos pasos.

Sintió que algo dentro de ella se desgarraba.

¿Él podía recordar la alergia de Julieta, pero olvidaba que ella —Valeria— podía asfixiarse por el polvo?

Se aferró al respaldo de una silla, blanca como el papel.

Benjamín bebió la champaña de un solo trago.

Julieta lo miraba con ojos húmedos, como si fuera un mártir.

Lautaro, en cambio, solo aplaudió:

—Impresionante. ¡Salud!

Después, con las manos en los bolsillos, se retiró del lugar como si todo fuera un juego más.

Benjamín estaba visiblemente mareado.

Se acercó a Valeria, tambaleante, y le hizo señas:

—Aléjate de Lautaro. No es alguien confiable.

Ella lo sostuvo por el brazo:

—Vamos a casa. Necesitas el antídoto para el alcohol.

Antes de irse, Benjamín le dijo a Julieta:

—Toma un taxi. Avísame cuando llegues.

Julieta asintió, y luego se dirigió a Valeria con dulzura:

—Valeria, cuida bien de Benja. Cada vez que bebe, le duele el estómago. Si puedes, hazle una sopita.

Valeria respiró hondo.

Sonrió con cortesía:

—Gracias por avisarme. Pero la próxima vez, tal vez sea mejor llamarlo "señor Ortega" en público. No vaya a ser que alguien malinterprete… y crea que eres su amante.

Sin darle opción de responder, Valeria tomó a Benjamín del brazo y lo sacó del salón.

Julieta se quedó atrás, mordiéndose los labios, llena de rabia contenida.

***

Mientras ayudaba a Benjamín a subir al auto, Valeria sintió una mirada clavada en la espalda.

Giró ligeramente el rostro…

Y ahí estaba Lautaro Herrera, recargado en un Bugatti negro, con un cigarro entre los labios y el celular en la mano.

Al notar su mirada, él desvió la vista.

Y Valeria se apresuró a subir al coche, con el corazón latiendo desbocado.

¿Qué había entre esos dos?

Benjamín parecía distinto cuando estaba frente a Lautaro.

¿Miedo? ¿Rivalidad? ¿Culpa?

El trayecto fue incómodo.

El olor del alcohol llenaba el ambiente.

Valeria abrió la ventana y tuvo que contener las arcadas.

Ya en casa, ayudó a Benjamín a subir.

Asensio Vargas, el mayordomo, los esperaba.

—Señora, prepararé algo para bajarle la borrachera.

—Gracias, Asensio.

Benjamín se dejó caer en la cama.

Valeria fue a la cocina por agua.

Entonces lo oyó murmurar:

—No te vayas… no me dejes.

Te juro que me haré rico.

Te juro que te voy a casar conmigo, Julieta…

Valeria se quedó congelada, el vaso temblando en su mano.

¿Julieta?

Todo lo que había creído entender, todas las razones por las que pensó que él luchaba por su vida, por su empresa, se derrumbaron.

Pensó que él lo hacía por ella.

Que quería darle una vida mejor.

Que quería protegerla.

Pero ahora sabía la verdad:

Todo lo que él hizo, siempre fue por otra mujer.

Y ella… ¿qué había sido?

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