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Capítulo 7

Author: Félix Soan
Lucía apenas había llegado a casa cuando las empleadas comenzaron a sacar todas sus pertenencias y llevarlas al departamento de la colonia vecina.

Mientras veía cómo se llevaban uno por uno los objetos que ella y Julián habían comprado juntos, su corazón ya no dolía tanto.

De todas formas tenía que irme. Al menos así no tengo que empacar yo misma. Mejor.

—Señora, allá todavía hay que ordenar varias cosas. El señor dijo que puede quedarse aquí un par de días más antes de mudarse —le informó una de las empleadas.

Lucía asintió con calma.

—Está bien.

Luego, fue al jardín de las rosas.

Era mayo, la temporada perfecta. Las rosas estaban en todo su esplendor.

Pidió al jardinero que, antes de que terminara el día, cortara todas las rosas y las mandara a la casa... para Luna.

—¿Señora? ¿De verdad quiere cortar todas? Si siempre dice que son su tesoro... hasta cuando viene, solo se lleva unas pocas... ¿ahora quiere todas?

—Sí —respondió sin emoción.

Se sentó en una banca del jardín, observando cómo los trabajadores iban y venían todo el día, hasta que finalmente, al caer el sol, arrancaron cada flor y las cargaron en el camión.

El cielo estaba teñido de un rosa violeta. Las nubes parecían flotar entre pinceladas de fuego.

Lucía tomó una antorcha... y encendió todas las rosas.

Las llamas, bailando junto al atardecer, eran tan hermosas... que dolía mirarlas.

—¡Señora! ¿Qué hace? ¡Estas flores las plantó el señor, con sus propias manos, para usted! ¡No puede quemarlas así... qué desperdicio!

Lucía observó el fuego sin parpadear.

—Ya no tendrá tiempo de venir a cuidarlas. Y si es así... entonces que se quemen junto con todo lo que fue.

Mientras las llamas crepitaban, sacó el teléfono y llamó a su hermano, que estaba haciendo negocios en el extranjero.

—¿Dónde estás ahora? En qué país... quiero ir a verte en unos días.

—¿Qué pasó? ¿Vacaciones? ¿Vienes con tu esposo?

—Voy sola. Mándame la dirección. Cuando tenga todo listo, te aviso.

—¿Sola? ¿Se pelearon? Mira, Lucía, las discusiones de pareja son normales. Déjalo pasar. ¿No dijo Julián que iba a hacer que esa mujer abortara?

—El bebé está por nacer. Ya firmamos el divorcio. En cuanto tenga el certificado, me voy.

—¡Ese infeliz! No te preocupes, Lucía. Tienes a tu hermano. Los negocios de la familia Santos son mucho más grandes que los de los Lago. ¿Crees que no encontrarás alguien mejor? Si ese tipo te falló, entonces voy a cortar todos los tratos que tenemos con su familia. Esta vez no me detengas, ¿me oyes?

—Ajá. Esta vez, todo lo que tú decidas, hermano.

Aunque sus padres ya no estaban, su hermano, Lucas Santos, había prosperado mucho en el extranjero. Gracias a sus conexiones y al prestigio de la familia Santos, durante años habían apoyado discretamente a la familia Lago en muchos negocios.

Pero Julián nunca lo supo.

Ahora que había tomado la decisión, Lucía ya no quería tener ningún tipo de vínculo con él. Ni emocional, ni económico.

Colgó la llamada y volvió a casa.

Las rosas ya habían llegado a la mansión.

Luna estaba parada en medio del mar de flores, con una sonrisa desbordante.

—¡Julián, me encantan! ¿Fuiste tú quien me las regaló? ¡Nunca había visto tantas rosas juntas!

Julián las miró y sintió que le resultaban demasiado familiares.

Le preguntó a una empleada, quien le respondió que era un regalo de Lucía. Un obsequio de disculpa para Luna.

Julián frunció el ceño. Sentía un nudo extraño en el pecho.

Entonces la vio. Afuera, en el jardín, Lucía estaba de pie, sola, delgada, con una expresión vacía.

—¿Lucía? ¿Ya regresaste?

—Sí. Como allá aún no está listo, me quedaré unos días más.

Entró. Al pasar junto a él, Julián intentó detenerla, sujetándole el brazo.

—No es que quiera que te vayas. Esta es tu casa. Cuando Luna tenga al bebé, podemos...

—Lo sé. Si no hay nada más, voy a mi cuarto.

Julián quiso seguirla, pero Luna lo tomó del brazo.

—Julián, dijiste que esta noche ibas a quedarte conmigo.

Esa noche, Julián no volvió a la habitación.

Lucía se bañó tranquilamente. Al salir, la puerta se abrió.

Julián apareció detrás de ella y la abrazó por la espalda.

—Perdóname. Sé que estos días te he descuidado. Cuando Luna tenga al bebé, esto cambiará, ¿sí?

Una decepción, dos, cien... ya no quedaba nada.

Lucía lo apartó con suavidad.

—Creo que Luna te está llamando. ¿No vas a verla?

—¿Sí? Bueno... iré a ver qué pasa. ¡Regreso pronto!
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