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Capítulo 6

Author: Félix Soan
A altas horas de la noche, Lucía no podía dormir. Se dio vueltas una y otra vez, y apenas al amanecer, logró quedarse profundamente dormida.

Pero no duró mucho. La despertaron de golpe, alguien la sacó de la cama con fuerza.

Abrió los ojos y lo primero que vio fue el rostro sombrío de Julián.

—¡¿Cómo puedes dormir tan tranquila?!

La jaló con brusquedad. Su brazo, aún quemado, fue arrastrado sin piedad. El dolor fue tan intenso que le atravesó los huesos.

En esa tenue luz del amanecer, Lucía cayó al suelo. Desde ahí, levantó la mirada hacia él.

—¿Qué estás haciendo?

—¿Qué estoy haciendo? ¡Te pregunto a ti! ¿¡Por qué pusiste canela en el paté!? ¿Sabes que la canela contiene cinamaldehído, que puede provocar contracciones o hemorragias uterinas? ¡Luna casi pierde al bebé!

—¿Qué?

Lucía parpadeó. No podía creer lo que estaba escuchando.

—¿Estás diciendo que puse canela a propósito para provocarle un aborto? ¿Julián, por qué haría algo así?

—¡Porque no soportas que yo la trate bien! ¡Lucía, en todos estos años, no he cuidado a ninguna mujer más que a ti! Luna está sola, embarazada, sin nadie que la apoye. Por eso la traje a esta casa. Si no te gusta, ¡pudiste decírmelo! Pero recurrir a este tipo de bajezas... ¡me decepcionas demasiado!

—¿Entonces es cierto lo que dijo Luna? ¿Tú no puedes tener hijos, por eso sientes celos y quieres que ella pierda al suyo?

Julián temblaba de rabia. Lucía, en el suelo, escuchaba sus acusaciones como si le cayera hielo dentro del cuerpo.

Su sangre se congeló lentamente.

—No confías en mí.

—Has hecho algo terrible y ni siquiera quieres admitirlo —dijo él con frialdad, bajando la mirada hacia ella—. Vamos al hospital. Vas a disculparte con Luna.

—¿Y si no quiero?

Sus ojos estaban enrojecidos, pero su voz se mantenía firme.

La mirada de Julián era de piedra.

—Vas a ir quieras o no. Te he consentido demasiado todos estos años, por eso te volviste así. Esta vez vas a responsabilizarte de tus actos.

Sin darle opción, la arrastró hasta el hospital.

Apenas cruzaron la puerta de la habitación, Julián la soltó.

Corrió hacia la cama, se sentó al lado de Luna y le acarició el rostro con ternura.

—¿Cómo estás? ¿Todavía te duele?

—Ya no, Julián, pero cuando saliste, me dio tanto miedo. Pensé que iba a perder al bebé y tú no estabas conmigo...

—Tontita, ¿cómo crees que te dejaría sola? Lucía vino para disculparse contigo.

Lucía dio unos pasos al frente, deteniéndose justo frente a la cama. Cruzó la mirada con Luna.

—Luna, ¿tú fuiste quien le dijo a Julián que puse canela en el paté?

Luna mantuvo esa expresión de inocencia pura. Pero Lucía ya sabía quién era realmente.

Ella no había puesto canela. De hecho, ni siquiera la tenía en casa. Solo había una posibilidad: Luna la ingirió por su cuenta y la culpó a ella.

Claro… una mujer que logra quedar embarazada de Julián, no puede ser tan inocente como aparenta.

—No pasa nada, Lucía. Sé que no lo hiciste a propósito. Solo ten más cuidado la próxima vez.

Luna parpadeó, con voz dulce y supuestamente comprensiva.

—Julián se preocupa tanto por mí, no te enojes con él, por favor. Solo que mejor no cocines más, ¿sí? No vaya a ser que por accidente pongas otra cosa en la comida… y quién sabe si este bebé llegue a nacer sano.

Esa frase hizo que Julián se pusiera tenso al instante.

Miró a Lucía de reojo. Después de un largo silencio, habló:

—Está bien. Lucy, a partir de mañana te mudarás al condominio de al lado. Tengo un departamento vacío allá. Quédate ahí hasta que Luna tenga al bebé.

El dolor en su brazo era insoportable, el sudor le corría por la frente y los labios se le pusieron pálidos.

Pero Julián no veía nada de eso.

Lucía apretó los labios y asintió con calma:

—Está bien. Me mudaré pronto para dejarles el espacio.

Al ver la frialdad en sus ojos, Julián sintió una punzada de culpa.

—No es eso lo que quise decir. Solo serán dos meses, Lucy. Lo entiendes, ¿verdad?

—Sí, lo entiendo.

Lucía sonrió. Al final de cuentas, ella siempre había tenido que irse.

—Me alegra que lo entiendas. Para demostrar tu arrepentimiento, cuando Luna salga del hospital mañana, quiero que le prepares un regalo.

El rostro de Lucía se volvió aún más pálido.

—Está bien, lo haré.

Ya sabía perfectamente qué le iba a regalar.
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