LOGINLlevaba seis años casada en secreto con mi esposo, Mateo Díaz, el CEO de la empresa. Pero en todo ese tiempo, él nunca permitió que nuestro hijo lo llamara "papá". La gota que derramó el vaso fue cuando, una vez más, faltó al cumpleaños de nuestro hijo por con su secretaria, Silvia Vega. Finalmente, saqué el acuerdo de divorcio que llevaba tiempo preparando y me fui para siempre con mi hijo. Aquel hombre siempre tan sereno perdió el control por completo, irrumpiendo en la oficina como un loco para preguntar por mi paradero. Pero esta vez, mi hijo y yo ya no miraríamos atrás.
View MoreCinco años me tomó llegar hasta él. Y una sola noche le bastó para tirar todo mi esfuerzo por la borda.Apreté los labios, tratando de mantener la compostura.Abrí la puerta y dije sin mirarlo:—Pasa, siéntate.Sus ojos brillaron de inmediato y me siguió adentro.—Dos de azúcar, sin leche. —dije al servir el café y poner la taza frente a él.Me senté en el sofá opuesto.La voz de Mateo sonó áspera:—Aún lo recuerdas.Sonreí levemente, sin responder.—Si viniste hasta aquí, supongo que ya viste el acuerdo de divorcio.—No quiero la mitad de tus bienes. Solo quiero la custodia de Julio.Mateo apretó los nudillos. Su mirada se enturbió.—Luna, me niego a aceptar el divorcio.Asentí con indiferencia. Ya lo esperaba.—No importa. Puedo esperar. Tres años de separación también son válidos.Mateo dejó la taza con fuerza, haciendo un ruido sordo al chocar con la mesa.—Luna, ¿tan ansiosa estás por deshacerte de mí?—¿Acaso olvidas que fuiste tú quien se metió en mi cama hace seis años?Un dolo
Esa noche, Mateo se quedó sentado en el piso de la cocina hasta el amanecer.Era la primera vez en su vida que se sentía tan derrotado.Antes, sin importar a qué hora regresara, siempre había una luz encendida esperándolo.Siempre había alguien sentado en el sofá, aguardando en silencio su llegada.Ahora, ya no quedaba nada.La enorme villa estaba vacía, solo él, completamente solo, esperando que clareara el día.A la mañana siguiente, Mateo fue directo a la oficina sin cambiarse de ropa.Al abrir la puerta de su despacho, vio que mi puesto de trabajo ya estaba completamente vacío.Demasiado ordenado. Demasiado frío.Sobre el escritorio descansaba un documento delgado.Parecía la caja de Pandora, esperando a que alguien la abriera.Con las manos temblorosas, lo abrió. Una línea de texto le golpeó la vista al instante:“Don Mateo Díaz y Doña Luna Vega, debido a incompatibilidad de caracteres, reconocen que el afecto conyugal se ha extinguido sin posibilidad de reconciliación. De mutuo a
Cuando por fin terminó la velada, se despidió a la rápida del anfitrión y salió huyendo del lugar.Para cuando llegó a casa, el alcohol ya le nublaba la mente.Sosteniéndose la cabeza, tambaleándose, empujó la puerta.—Luna, tráeme agua.La frase quedó suspendida en un silencio absoluto.Mateo alzó la vista. La oscuridad y el vacío de la sala lo devolvieron a la realidad.Julio y yo nos fuimos ayer.Encendió la luz y fue a la cocina.Al abrir el refrigerador para sacar una bebida, notó que la puerta estaba llena de pegatinas infantiles.Eran dibujos de personajes de caricaturas, de esos que a los niños les encantan.Observó esos adhesivos que antes le habrían parecido absurdamente infantiles. Y, sin poder evitarlo, una sonrisa leve se dibujó en sus labios.De pronto revivió la escena: Julio entrando sigilosamente en su estudio.Llegaba hasta él con un libro infantil en las manos y preguntaba con voz tímida:—Papi, ¿me lees este cuento?Y, ¿qué solía responder él?Mateo detuvo el trago
De pronto, la imagen de mi hijo y yo alejándonos con determinación cruzó la mente de Mateo. Su corazón latió con fuerza.Quizás era hora de dejar atrás sus comportamientos infantiles.Quizás, después de todos estos años, yo había cambiado.Quizás...A las seis de la tarde, Mateo asistió a una cena de negocios con Silvia.Llevaba todo un día sin verme. Mientras sostenía la copa de vino, estaba distraído.¿Habría sido demasiado lejos esta vez?Ese pensamiento lo golpeó de repente.Mateo apretó los labios y bebió de un trago el contenido de su copa.Sacó su teléfono para enviarme un mensaje, pero fue interrumpido por uno de los socios presentes.—Señor Díaz, acerca de la propuesta de la vez pasada...Mateo se sobresaltó, guardó el teléfono de inmediato y cambió a su modo profesional.Mientras conversaban, una voz fuera de lugar los interrumpió:—¡Señor Díaz! ¡Este postre está delicioso!Era Silvia, sosteniendo un cupcake de chocolate, con una expresión de inocencia.La conversación se cor
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