Al ver su reacción, la expresión de César se oscureció al instante. La arrastró de vuelta hacia él a la interrogó:—Celia, ¿qué significa esto?Ella temblaba en sus manos con los labios pálidos.—No me siento bien.Él la estudió con esos ojos que podían leer pensamientos. Luego, su mirada se volvió siniestra.—¿No te sientes bien…? ¿O simplemente no quieres hacerlo?No sabía desde cuándo, pero ella detestaba su contacto. Al principio pensó que ella solo estaba haciendo berrinches, pero ahora era obvio que la situación no era tan simple. Ella lo miró, con una mirada tan vacía que parecía una muñeca.—César, soy humana. Tengo sangre, carne y también emociones. ¡No soy una herramienta para ti! Sé que no me amas. Ahora que Sira ha regresado a tu lado, ya no tienes por qué obligarte a hacerlo conmigo, ¿no es así?César entendió lo que insinuaba, pero evitó responderle. En cambio, le agarró la nuca y la acercó a su cara.—Entonces, no quieres hacerlo conmigo, ¿cierto?Ella contuvo la respira
Celia dudó. Después de todo, pronto se iría de la ciudad. Ben percibió su vacilación y no insistió.—Lo siento por mi petición abrupta.Ella negó con la cabeza.—No, es que… no me quedaré aquí por mucho tiempo. Podría ayudarlo a corto plazo, pero…—No hay problema. Con eso basta.Al final, intercambiaron contactos.—¿Cómo debo llamarlo?—Ben Rojas.Celia se sorprendió. ¿Sería… de esa familia Rojas?—¿Y tú? —él le preguntó con cortesía.—Celia Sánchez.Tras despedirse, Celia se marchó. Ben observaba cómo se alejaba con una mirada inescrutable, sumido en sus pensamientos.***Al llegar al estacionamiento de la Villa Serenidad, Celia vio en el espejo retrovisor el auto de César.Su chófer abrió con respeto la puerta trasera, y Sira bajó con Óscar en sus brazos. Detrás de ellos, apareció César.Ella no escuchó lo que Sira le había dicho a César, pero él tomó al niño en sus brazos. Óscar se aferró al cuello de César, mostrando con claridad su alegría. No obstante, esta felicidad le quemó lo
Celia se giró hacia donde venían los gritos. Allí estaban unos niños de cinco o seis años, armados con pistolas de agua. Rodearon a una mujer hermosa que abrazaba una muñeca y le disparaban agua sin piedad. La mujer, con la mirada perdida, solo apretaba más a su muñeca contra el pecho.—No le hagan daño a mi hija… —murmuró en voz bajita.Al ver la escena, Celia les gritó a los niños con tono severo:—Si siguen molestando a la señora, ¡llamaré a la policía para que los arresten a todos!Los niños huyeron como ratas. Celia se acercó a la señora y, al extender la mano para ayudarla, su mirada se clavó en el anillo de diamantes que llevaba: era un rubí de color sangre. Había visto este tipo de rubí en la colección de joyas de Marta, por eso estaba segura de que era un rubí auténtico y que valía una fortuna. ¿Por qué una mujer con problemas mentales llevaría algo tan valioso? ¿No temía que se lo robaran?—Señora, ¿se encuentra bien? —le preguntó con cortesía.La mujer alzó la cabeza lentame
César tomó el informe con calma, como si ya lo hubiera anticipado.—¿Celia le pidió ayuda a Alfredo Suárez para investigarlo? —preguntó.—Los Suárez siempre han estado en desacuerdo con nosotros. Si Alfredo se acerca a la señorita Sánchez con mala intención, podría estar usándola para sus propios fines…—Eso es asunto suyo. —La interrumpió él.A través de su expresión sombría, mostró con claridad su actitud: lo relacionado con Celia no le importaba nada. Nicole no pudo evitar poner los ojos en blanco en su corazón. Si a él no le importaba ella, ¿por qué puso esa cara…?—Entonces… ¿Si debemos seguir investigando el caso de Carlos? —le preguntó respetuosamente.César guardó silencio por unos segundos antes de responder.—Investiga a todas las personas relacionadas con él.Poco después de que Nicole saliera, sonó el celular de César. Era Sira, llorando al otro lado de la línea.—César… Osqui se lastimó al caer. Por más que lo intento, no quiere ir al hospital… Dice que solo irá si tú lo a
—Señora, no se preocupe —dijo el guardaespaldas con tono calmado—. El señor Herrera solo quiere trasladarlo a un entorno médico mejor. Ya ha coordinado todo con nuestra clínica privada.Al ver la inquietud en los ojos de Rosa, añadió rápidamente:—Y, además, todos los gastos correrán por su cuenta.Rosa quedó atónita. Los gastos médicos de las clínicas privadas comunes ya eran más caros que los de las públicas, ni mencionar los de la clínica de la familia Herrera. Ese lugar había sido fundado por la propia Valeria cuando creó la empresa El Valle Dispositivos Médicos. Cada máquina, o, mejor dicho, cada instrumento que usaba, era lo más avanzado del mundo. Era tan exclusiva que era la única clínica privada en todo el país que contaba con acreditación de máxima categoría. Tenía todo lo que las instituciones públicas no tenían.Por eso, todos los millonarios, celebridades e incluso las figuras políticas solo confiaban en esta. Con una simple llamada, tendrían el servicio personal de los m
Las palabras de César fueron como un balde de agua helada, que apagó las últimas llamas de esperanza y amor en su corazón. Simplemente no podía creerlo. Sentía cómo la injusticia la ahogaba y cómo la rabia la consumía por dentro. Sin embargo, estaba extrañamente serena.Al final, descubrió que, en el momento más doloroso, incluso las lágrimas no saldrían. Todo le parecía tan ridículo.—¿Me culpas por robarle su lugar durante seis años? Pues bien, ¿qué tal si ahora se lo devuelvo?Dicho esto, apartó con frustración la mano de César y dio un paso hacia la puerta, pero él la agarró del brazo con fuerza. Sus ojos eran sombríos, y emanaban un aura peligrosa.—¿Qué dijiste?—¡Que hoy le devuelvo su lugar! ¡Y que te doy la oportunidad de compensarla!Con un tirón brusco, Celia se liberó de su agarre y salió de la habitación. César quedó petrificado en su lugar, con su expresión volviéndose cada vez más sombría. Tenía un mal presentimiento: algo se le estaba escapando de las manos, luchando po