LOGINEl día que Olivia Muñoz y Adrián Vargas cumplían cinco años de casados, Paulina Castillo regresó al país. Esa misma noche,Olivia descubrió a su esposo en el baño, entregado a sí mismo mientras gemía el nombre de su exnovia. Así que esa era la razón por la que Adrián no la había tocado en cinco años de matrimonio. —Pobre Pau, regresó sola y la está pasando mal —se justificó él—, solo la estoy ayudando como amigo. —Entiendo. —Le prometí a Pau que la acompañaría a la playa por su cumpleaños —insistió en otra ocasión—, solo estoy cumpliendo una vieja promesa. —Está bien. —Para esta cena necesito una acompañante que esté a la altura, y Pau es más adecuada que tú. —Ajá, ve. Cuando ella dejó de enojarse, de llorar y de hacer dramas, a él le pareció extraño y le preguntó: —¿Por qué no te enojas? Por supuesto que ya no se enojaba, porque ella también estaba a punto de irse. Harta de un matrimonio estancado y sin vida, había mejorado su idioma en secreto, aprobado sus exámenes y enviado solicitudes para estudiar en el extranjero. El día que le aprobaron la visa, le aventó los papeles del divorcio. —No seas ridícula —se burló Adrián—, si me dejas, ¿cómo vas a sobrevivir? Dio media vuelta, se compró un boleto de avión y se fue, cortando toda comunicación. La siguiente vez que él supo de ella fue por un video que se hizo viral en redes: llevaba un vestido rojo espectacular y bailaba apasionadamente en el extranjero... Adrián se puso furioso. —Aunque te vayas al fin del mundo, ¡te voy a traer de vuelta!
View More—¡Hazlo tú! —exclamó sin moverse, girando la cabeza para evitar mirarlo mientras se recargaba contra la pared, ocultando el sobre tras su espalda con fuerza.Adrián la observó, y en su mirada apareció un rastro de resignación.—Vaya humor que traes últimamente.Sin embargo, no la presionó más. Tampoco pareció sospechar que escondía algo detrás de ella, y entró a la habitación. Al final, fue Rosa quien abrió el paquete. Olivia aprovechó el descuido para esconder rápidamente los resultados y se refugió en la habitación de huéspedes.—Prepárate que ya nos vamos —la llamó Adrián desde afuera.Se dio la vuelta, molesta—¿Podrías tener la decencia de respetarme un poco? No puedes avisarme de todo al cuarto para las doce, como si fuera una circular de la empresa.Se detuvo en el umbral de la puerta.—¿Le parece que esto es “de último momento”? Hoy es el cumpleaños de tu papá.Olivia se quedó callada.—¿O prefieres que vaya solo? —insistió él, arqueando una ceja.—Dame un momento, me voy a cam
Olivia se sentía rebasada. ¡Es que en serio, ya no tenía el más mínimo interés en ocupar el puesto de señora Vargas!—Adrián, ¿qué obsesión tienes de tenerme aquí a fuerza jugando a la casita? —Estalló ella—. No quiero ser tu esposa para siempre. Dile a Paulina que venga a amenazar mi posición, ¿va? Te juro que se la regalo.Adrián detuvo el paso por un instante, pero solo sonrió de manera irónica. Pensaba que ella estaba haciendo otro de sus berrinches, así que la ignoró y se fue al baño de la recámara principal. Después de esa escena, Olivia terminó empapada en sudor por los nervios. Se metió a la regadera para quitarse la sensación, se puso una playera limpia y se volvió a acostar.Durante la noche cayó una gran tormenta. El golpeteo del agua contra los vidrios funcionó como ruido blanco y le ayudó a conciliar el sueño; además, la temperatura bajó bastante y el ambiente refrescó. Arrullada por la lluvia, poco a poco se quedó dormida.A la mañana siguiente despertó por su cuenta. Al
Ella no sabía cómo se veía Adrián cuando perdía el control de esa manera. Desde que lo conoció, había sido un hombre siempre serio, como la bruma que envuelve la montaña o el musgo sobre la piedra: sutil, evasivo. Siempre había una capa, un velo entre él y el mundo, imposible de descifrar o de tocar.Incluso después de casarse con él, esa barrera persistía. Pero, en ese momento, su furia era genuinamente rara. Sintió pánico al quedarse mirando la camisa desabrochada y los músculos definidos que se asomaban bajo la tela rasgada.—¿Qué estás haciendo?Se envolvió firmemente en la cobija.—¿Qué crees que estoy haciendo? Eres mi esposa, vives de mí, y ¿conspiraste con otros para joderme? ¿Qué esperas que haga?—Yo no...Al principio, pensó que no valía la pena siquiera explicarse, pero la forma en que él la miraba indicaba que, usando esto como pretexto, iba a hacer algo descontrolado. Observando cómo Adrián se desabrochaba el cinturón, Olivia, todavía envuelta en la cobija, trató de salta
Durante mucho tiempo, su corazón latía al ritmo que él marcaba. Por eso se esmeraba en tenerle la cena lista, en mantener la casa impecable, intentando construir un refugio cálido para él. Incluso cuando llegaba tardísimo, ella solo quería que, al cruzar la puerta, pudiera descansar y sentirse en paz.Lástima que no parecía necesitar nada de eso. “Así que”, pensó con resignación, “que se preocupe por él la persona que él realmente ama”.Olivia decidió que se daría un baño, revisaría algo de información sobre posgrados en el extranjero y se iría a dormir. El problema es que los algoritmos de las redes sociales son odiosos; siempre se las arreglan para mostrarte lo que no quieres ver.Al abrir Instagram, una nueva publicación de Paulina apareció en su inicio. La había subido hacía apenas unos minutos. Era sobre lo que había pasado esa noche.Una foto de dos manos entrelazadas. La mano de Adrián sosteniendo la de ella.El texto al pie decía: “Siempre ha sido un roble, orgulloso y brillant
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