Share

Capítulo 2

Author: Jazmín
Amanda sintió un nudo en el pecho y perdió aún más el color.

Aunque el aire acondicionado mantenía la casa a una temperatura constante durante todo el año, un escalofrío le recorría el cuerpo.

César se quedó mirándola unos segundos antes de apartar la vista.

—La mamá de Gloria está cada vez peor. Lo único que quiere es ver a su hija con alguien que le dé confianza. Necesita a alguien cerca. Por favor, pórtate como mi esposa y no armes un escándalo. Así las cosas se mantienen como están.

Lo dijo tan tranquilo, como si no estuviera haciendo nada malo.

Amanda se quedó en silencio, un poco desorientada, y tras unos segundos, dejó escapar una sonrisa amarga.

Sentía el pecho cada vez más apretado, pero respondió con una voz suave, casi serena:

—Si de verdad necesita compañía, no tendrías que haber venido a buscarme.

Sin esperar respuesta, se dio la vuelta, subió las escaleras y cerró la puerta con firmeza, sin mirar atrás.

Minutos después, escuchó el motor de un auto encenderse. César se había ido. No necesitaba preguntarse adónde: había vuelto con Gloria.

Amanda, agotada, fue al baño y se lavó la cara con agua fría. El contacto con el agua helada le devolvió algo de claridad.

Encendió la computadora, buscó entre sus contactos a un abogado que había agregado tres años atrás y le escribió pidiéndole que preparara un acuerdo de divorcio.

La respuesta llegó rápido:

—Señorita Lima, ¿desea incluir alguna condición especial? ¿Propiedades, vehículos, reparto de bienes?

Amanda pensó por un momento y respondió con calma:

—No quiero nada.

Ni siquiera quería a César, ¿qué sentido tenía entonces pelear por objetos?

Además, había leído que cuando no se exigía nada, el trámite podía resolverse más rápido.

Y ella ya no tenía fuerzas ni tiempo para discutir mientras su salud se deterioraba.

Al poco tiempo le llegó el documento. Lo imprimió, agarró la pluma con una mano que le temblaba, pero no dudó ni un segundo al firmar su nombre.

Luego empacó algo de ropa con rapidez.

Antes de salir, se detuvo un momento en la entrada, observó en silencio ese hogar que había cuidado durante tres años, respiró hondo... y se fue.

Al día siguiente, Amanda pidió el día libre.

Llamó a un servicio de mensajería exprés y envió el documento de divorcio a la recepción del edificio Nexora.

Sabía que César nunca se encargaba de esas “cositas” personales. Por eso, en el destinatario escribió el nombre de Camilo.

Desde que se casó con César, Amanda trabajaba en el Grupo Braga.

Pero como él no quería que nadie supiera lo de ellos, ni que se le acercara en la oficina, la mandó a dept. Relaciones públicas.

Aun así, con puro esfuerzo suyo, Amanda terminó siendo la jefa del área.

En tres años no se tomó ni un solo día libre.

No lo hacía por ambición ni por gusto: simplemente era así. Si se comprometía con algo, lo hacía bien.

Pero nunca fue lo que soñó. Tampoco tenía que ver con su verdadera vocación.

Y si ya había decidido divorciarse... tampoco pensaba quedarse en Nexora.

Después de enviar el documento, miró la hora.

Casi las diez.

Apretó los dedos con fuerza.

Ahora tenía algo más importante que hacer.

En la prisión del Este de la ciudad.

Amanda tenía las manos sudadas sobre el volante.

Llevaba tres años sin verlo, y aun así no podía evitar sentirse nerviosa.

Eduardo salía en libertad hoy.

Un mes antes, había reservado una sala privada para recibirlo y celebrar su salida.

Eduardo fue adoptado por su padre cuando eran niños. Crecieron juntos.

En la familia Ramos —fría y despiadada— solo él se preocupó por ella. La protegió siempre.

Nunca le alzó la voz, nunca la hizo sentir menos.

Él solía decirle: Todos pueden fallarte... menos yo, Amanda. Yo nunca te voy a fallar.

Amanda se miró en el retrovisor.

Su cara, pálida por la enfermedad, se veía apagada.

Se puso más rubor hasta que recuperó algo de color.

No quería preocuparlo.

Para estar segura, tomó otra pastilla para el dolor.

Se puso gafas oscuras y una gorra.

Las puertas de la entrada se abrieron lentamente.

Bajó del auto casi sin pensarlo. Sus pasos eran apresurados, torpes. Solo quería acercarse cuanto antes.

Un hombre alto, de negro, salió con una mochila vieja al hombro.

Llevaba el cabello corto, oscuro, y una mirada que recorría el lugar con calma... hasta que se detuvo en ella.

Amanda sintió que el corazón se le detenía en el pecho. La garganta le ardía de lo seca, los ojos se le humedecieron.

Sin pensarlo, sus pies se movieron hacia él.

—Hermano...
Continue to read this book for free
Scan code to download App

Latest chapter

  • Cuando dejó de amarlo, él empezó a rogar   Capítulo 100

    Amanda le sostuvo la mano a Clara y miró a Marcos sin alterarse.—Venimos en representación del señor Castro.Marcos la miró con una mezcla de duda y desdén.—¿Desde cuándo el señor Castro manda representantes tan... informales a este tipo de eventos? Esto no es una feria de moda, aquí se viene a hacer contactos.Marcos conocía bien a Clara, siempre más interesada en pasarla bien que en hacer algo serio. ¿Y Amanda, si era su mejor amiga, qué podía esperarse de ella?Amanda no se molestó en responder. Sabía que Marcos ya tenía una idea hecha sobre ella. Solo le apretó suavemente la mano a Clara y siguieron caminando, sin perder la compostura.Pasaron justo junto a un hombre que no les quitó los ojos de encima.Alberto Delgado, se detuvo un par de segundos, observando fijamente a Amanda con una expresión pensativa.Marcos lo notó enseguida y se adelantó, nervioso:—Señor Delgado, es mi hermana... ya sabe, a veces se distrae un poco. Mejor las acompaño, no vaya a ser que hagan alguna tont

  • Cuando dejó de amarlo, él empezó a rogar   Capítulo 99

    Al ver la actitud tan entusiasta de Helena, Amanda sintió cierta incomodidad.—Él... ya se fue.No sabía a qué hora exacta se había marchado César anoche, pero viendo la cama intacta, tenía claro que no había pasado la noche allí.Helena se quedó helada apenas lo oyó.—¿Se fue? ¡Pero si apenas son las siete y media! Yo estuve despierta desde las seis y no lo vi salir.Amanda notó algo raro en su tono y trató de suavizar la situación:—¿Qué pasa, abuela?Helena suspiró hondo, con cara de fastidio.—Lo que le di anoche no era cualquier tónico... era una fórmula especial, para despertar el deseo.La medicina tradicional tiene lo suyo, y le pedí al doctor algo que hiciera efecto rápido. Pero parece que no sirvió de nada.Y Amanda no tenía pinta de haber pasado una noche especialmente movida.Amanda se quedó en silencio, sin saber qué decir.Pero entonces recordó: no había sido su imaginación, anoche César tenía la voz un poco ronca. ¿Y si sí le había afectado el efecto?—Abuela, dile a la

  • Cuando dejó de amarlo, él empezó a rogar   Capítulo 98

    César retiró la mano con calma y miró a Helena.—¿Ya quedó tranquila?Helena asintió, algo más aliviada, pero de inmediato mandó traer un cuenco con medicina herbal.—Tómate esto, es bueno para el cuerpo.César pasó de discutir. Levantó el tazón y se lo tomó sin pestañear. Helena sonrió, satisfecha, y enseguida se volvió hacia Amanda, que parecía perdida en sus pensamientos.—Amanda, ven. Que el doctor te revise también.César giró la cabeza lentamente hacia ella.Amanda tensó los dedos sin darse cuenta. La garganta, hecha un nudo.—Yo...No podía dejar que la revisaran.Un buen médico podía notar su enfermedad con solo un chequeo básico.Y este, que llevaba años tratando a Helena, era reconocido por su ojo clínico.Si la tocaba, era muy probable que notara algo.—¿Qué pasa, Amanda? —preguntó Helena, acercándose.Amanda se puso pálida.—Estoy bien, abuela. De verdad. No hace falta molestar al doctor.—Pero estás muy delgada. Siempre lo he dicho: no te cuidas bien. No pasa nada, solo u

  • Cuando dejó de amarlo, él empezó a rogar   Capítulo 97

    Amanda bajó la mirada por un segundo. Apretó el tenedor con más fuerza. Carmen, por supuesto, no dejó pasar el gesto. Le brillaron los ojos de gusto y sonrió con descaro. Le acercó el celular aún más a César, empeñada en provocar una reacción: —¿Y? ¿Sí te gusta o no? César apenas echó un vistazo a la pantalla. Su cara no mostró nada. Solo le echó una mirada seca. Ella captó el mensaje de inmediato y retiró el celular como si quemara. Sabía que el tema de Gloria aún era delicado frente a Helena... pero no pudo resistirse a tantear a Amanda. Nunca pensó que César realmente se iba a molestar. —¿Qué pasa? —preguntó Helena, notando la tensión en el aire. —Nada, abuela —respondió Carmen con una sonrisa ligera, acercándose a ella—. Solo le enseñé algo a César y le encantó. Helena no entendió del todo, pero le acarició la cabeza como a una niña traviesa y no dijo más. Amanda no abrió la boca. Seguía con la cabeza gacha, el rostro tranquilo... o al menos, eso parecía desde fuera. E

  • Cuando dejó de amarlo, él empezó a rogar   Capítulo 96

    Amanda por fin pudo respirar con algo de calma.Acompañó a Julio durante el almuerzo, esperó a que se le pasara el malestar del tratamiento, y luego regresó a QuantumTec para cerrar los pendientes del día.César no dio señales en todo ese tiempo.Al día siguiente, justo cuando Amanda estaba por apagar la computadora, sonó su celular.—Mi niña, ¿a qué hora sales hoy? —era la voz cálida y firme de Helena.—Ya casi, abuela. Estoy cerrando todo.—Perfecto. Le pedí a César que te pase a buscar. Vénganse directo a casa, necesito hablar con los dos.Amanda se quedó en silencio un instante.—Abuela, es que yo tenía que..—Ya está abajo. Solo baja —interrumpió Helena, sin dejar espacio a excusas.Amanda se llevó una mano a la sien.Sabía que si no fuera por Helena, César ni se habría molestado en aparecer.Guardó sus cosas a toda prisa y bajó.Y ahí estaba: el Bentley Mulsanne esperándola frente al edificio.La ventanilla se bajó, y César, en su tono habitual, soltó sin mirarla:—Súbete.La esc

  • Cuando dejó de amarlo, él empezó a rogar   Capítulo 95

    Al oír esa frase tan directa, sin rodeos ni cortesías, Amanda parpadeó, desconcertada.Todavía sentía el cuerpo débil por la radioterapia. Apenas si podía mantenerse de pie, apoyada con disimulo en el mostrador de enfermería. Respiró hondo para no perder el control.—Hay muchas habitaciones mejores que esta. ¿Por qué justo la de mi tío? ¿Qué buscan?César la miró sin una pizca de emoción.—El estado de ánimo influye en la recuperación. Puedo mover a tu tío a la mejor habitación del hospital y pagar todo el año por adelantado.Lo dijo como quien negocia un contrato. Sin justificaciones, sin rodeos.Todo, para complacer a la mamá de Gloria.Lo que hiciera falta.Desde que Julio cayó enfermo, César jamás había puesto un peso. Y ahora, de golpe, estaba dispuesto a pagar por una suite VIP que costaba más de cien mil dólares al año. Por otra familia.Amanda recordaba cuántas veces pensó en mejorarle el cuarto a su tío. Pero ni siquiera siendo la esposa de César tuvo ese tipo de poder. Solo p

More Chapters
Explore and read good novels for free
Free access to a vast number of good novels on GoodNovel app. Download the books you like and read anywhere & anytime.
Read books for free on the app
SCAN CODE TO READ ON APP
DMCA.com Protection Status