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Capítulo 3

작가: Jazmín
—¡Eduardo!

Una voz de mujer, alegre y llena de emoción, rompió de golpe los pensamientos de Amanda.

La mujer pasó corriendo junto a ella, casi la rozó al pasar, y se lanzó directo a los brazos de Eduardo. Él la sostuvo con naturalidad y la dejó abrazada a su cuello, sin decir nada.

—¡¿Tienes idea de cuánto te esperé?! Si no salías hoy, ¡mi papá ya me iba a casar a la fuerza con otro!

Eduardo la miraba a los ojos mientras ella lo cubría de besos. Sonrió, medio burlón.

—¿Tan desesperada estabas? Entonces dile a tu chofer que baje del auto… le tengo un regalito a tu papá.

Ella se quejó con coquetería, pero no se despegó ni un milímetro.

—¡Eres un maldito! Mi papá quiere que vayas a casa. Quiere conocerte… dice que te va a dar una bienvenida como se debe.

Amanda se quedó inmóvil. Miraba la escena sin saber qué hacer, con el pecho apretado y la cabeza en blanco. La invadió una sensación entre vergüenza y desconcierto, seca y repentina.

Ese Eduardo que alguna vez fue atento, protector, que giraba su mundo en torno a ella... ¿Había sido todo una ilusión?

Le dolió el vientre de pronto, una punzada seca, vieja, que la arrastró de golpe a recuerdos que creía enterrados.

—Amanda, no quiero que lleves el apellido Ramos. No quiero ser tu hermano de verdad.

—Cuando crezcas, cásate conmigo, ¿sí?

La voz de aquel chico que la cuidó tantos años resonó en su cabeza y por un momento la dejó sin aire.

—¡Cuidado!

Un grito cortó la escena. Amanda giró justo a tiempo para ver una motocicleta acercarse a toda velocidad, directo hacia ellos.

Eduardo no lo dudó. Abrazó más fuerte a la mujer, retrocedió de golpe y la cubrió con su cuerpo.

Amanda, sola, tuvo que hacerse a un lado como pudo. Tropezó en medio del caos y se torció el tobillo.

Se cubrió el rostro, tratando de mantenerse en pie.

—¿Tú…? —Eduardo clavó los ojos en ella, con una mirada tensa, entre desconcierto y algo que parecía nervioso.

—Estoy bien... —susurró Amanda, justo antes de que las lágrimas escaparan. Se dio la vuelta y echó a correr.

—¿Quién era esa? —preguntó la mujer, con curiosidad.

Eduardo guardó silencio unos segundos. Luego bajó la mirada hacia ella, le sostuvo la barbilla con suavidad y le dio un beso.

—Parecía alguien que conocía.

¿Alguien que conocía...?

¿Así se refería a la persona que creció con él, con quien compartió la mitad de su vida, a la que alguna vez le prometió casarse?

Amanda regresó al auto. Se dejó caer sobre el volante, sin aliento. El sudor frío le empapaba la espalda.

Ya no sabía qué dolía más: el corazón… o el cuerpo que cada vez le respondía menos.

El timbre del celular la sacó de ese estado. Era una llamada de Camilo.

Mientras tanto, en Nexora, Camilo sostenía el sobre que Amanda había enviado. Fruncía el ceño, claramente molesto.

"¿Qué se supone que quiere con esto? ¿Llamar la atención del señor Braga con un papel de divorcio, solo porque no la dejan acercarse al despacho?"

¡Qué ridícula!

Sin perder tiempo, fue directo al departamento de relaciones públicas.

—La señorita Amanda no vino hoy —le informaron.

Camilo apretó la mandíbula. Tenía suficientes cosas en la cabeza como para ponerse a lidiar con caprichos. Marcó su número.

—Señorita Lima —dijo con tono seco—, no me importa el jueguito que esté intentando. Vuelva a la empresa ahora.

Amanda entrecerró los ojos. Pensó: "¿Tendrá que ver con César? ¿Ya habrá visto los papeles del divorcio?"

No le dio más vueltas. Dio media vuelta y se fue directo a Nexora.

Camilo, al verla entrar apurada, no necesitó más confirmación: La misma Amanda de siempre, buscando el "momento especial" para llamar la atención de Braga. Apenas pudo disimular su expresión burlona.

—¿Dónde está él? —preguntó Amanda, pálida.

Tenía que ir al hospital más tarde. Aún estaba decidiendo si empezar el tratamiento. Sabía que, una vez comenzara, no podría seguir ocultándoselo ni a su abuela ni a su tío.

—Esto es una empresa, Amanda. ¿De verdad crees que el señor Braga bajaría solo para verte? —respondió Camilo, con una cortesía forzada—. Pero dejó algo para ti.

—¿Tiene que ver con el divorcio?

—Anoche, en el cumpleaños de la señorita Pinto, se soltaron varios comentarios feos. Dicen que le quitó el novio a otra y que se aprovechó para subir.

—Y la señorita Pinto no es cualquier persona. Está a punto de ser la imagen de nuestro proyecto más importante. No podemos permitir que su reputación se manche, ni que el proyecto quede mal parado.

—El señor Braga fue muy claro: tú vas a encargarte de arreglar esto. Queremos que la defiendas y que hagas que se callen los demás.
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