Share

Capítulo 4

Author: Tali Flor
Miré con desgano a la pareja frente a mí, y no pude quedarme callada.

—Ay, perdón, no era mi intención incomodar a nadie. No sean tan sensibles, ¿sí? —comenté con una sonrisa sarcástica—. Además, las joyas lucen mejor cuando son un set completo. Esta pulsera que me diste está hecha con las sobras de la piedra que llevas puesta. Mejor quédatela tú, Ivana.

Ivana mordió su labio inferior, nerviosa, y me miró con ojos llenos de preocupación.

—Paula, tranquila. Aunque Nelson me la regaló, sé que esta joya era para su boda. No voy a quedarme con ella; cuando termine mi exposición, te la devolveré, ¿está bien?

Los amigos de Nelson no perdieron la oportunidad de atacarme:

—Ya basta, Paula. Mira lo que le hiciste a Ivana. ¿Tanto drama por un collarcito? ¿No ves que ella acaba de regresar? ¿Vas a arruinarnos la fiesta a todos o qué?

—En serio, señorita Fonseca, su familia tiene prestigio, ¿y arma un escándalo por una joya? Parece que están en quiebra.

Esos «amigos» de Nelson nunca me habían querido cerca de él. Para ellos, la única mujer digna de estar a su lado era Ivana.

Daba igual cuántos años llevara con Nelson, siempre me verían como una intrusa.

—Chicos, basta, por favor —intervino Ivana rápidamente para calmar las aguas—. Paula no sabía que Nelson me había dado la joya personalmente. Ahora que todo está claro, estoy segura de que Paula no lo tomará a mal.

Nelson, con evidente fastidio, me lanzó una mirada sombría.

—Hubieras hecho mejor en no venir, lo único que haces es arruinar la noche.

—Entonces, mejor me voy —repuse, levantándome de inmediato.

Al llegar a la puerta del salón, recordé algo y me volví hacia Nelson con una sonrisa desafiante:

—Ah, por cierto, la habitación de huéspedes en tu casa es un poco pequeña. Ivana seguro se sentirá incómoda ahí. ¿Por qué no mejor le cedes la habitación principal?

Nelson frunció el entrecejo, molesto.

—¿De qué hablas? ¿Qué te pasa? ¿Así vas a comportarte cuando seas mi esposa? ¿También vas a tratar así a mis padres?

Le levanté las cejas con una sonrisa tranquila y, con calma, respondí:

—¿Tu esposa? Creo que te estás confundiendo. La boda está cancelada, y ya veremos si más adelante hablamos de casarnos.

Nelson se puso pálido de inmediato y, tomándome bruscamente del brazo, me preguntó en tono desesperado:

—¿De qué rayos hablas, Paula? ¿Cómo que cancelada? Solo te pedí aplazarla. ¿En serio estás armando este berrinche por un collar?

Justo en ese momento, mi celular empezó a sonar. Era César.

Tomé la llamada justo frente a Nelson.

—Paula —la voz de César sonaba grave y cálida—, el diseñador quiere saber qué piedra prefieres para la joya principal.

Pensé en la esmeralda que adornaba su bastón y respondí sonriendo:

—Que sea esmeralda, por favor.

Nelson alcanzó a escuchar fragmentos de nuestra conversación y soltó una carcajada burlona:

—¿Esmeralda? ¿En serio? ¿Como ya no tienes tu rubí, ahora buscas otra piedra para no sentirte menos?

Ivana, con los ojos llenos de preocupación, preguntó en voz baja:

—Nelson, espera... ¿tú te ibas a casar con Paula?

Pero él no hizo caso, estaba demasiado ocupado gritándome.

—Escúchame bien, Paula. Nosotros solo hemos decidido hacer la boda, pero no hemos firmado nada. Legalmente, aún no somos nada. ¡No creas que porque estás presionando para hacer la fiesta ya eres mi esposa! ¿Y ahora estás organizando joyas y quién sabe qué más a escondidas? ¿Qué sigue, el vestido? ¿El lugar? ¿Estás tan desesperada por casarte? ¿Es que tu familia ya no puede mantenerte o qué?

Intenté zafarme, harta de escuchar tanta ridiculez, pero él me apretó con más fuerza.

—¡Suéltame, Nelson! ¿Quién te está obligando a nada? Yo compro lo que se me dé la gana, ¿qué te importa a ti?

Nelson rio con sarcasmo.

—¿Ah, no? Si no es conmigo, ¿con quién más piensas casarte? Ya basta de teatro. Hasta recibes llamadas frente a mis narices y aún tienes el descaro de negarlo. Pensaba ser discreto por respeto a nuestras familias, pero, si sigues con esta tontería, ¡olvídate del poco respeto que me queda hacia ti!

De repente, la puerta del salón se abrió de golpe y una voz fría y autoritaria resonó claramente:

—Suéltala ahora mismo.
Patuloy na basahin ang aklat na ito nang libre
I-scan ang code upang i-download ang App

Pinakabagong kabanata

  • Cuando me tuviste, no me viste   Capítulo 10

    A César le repugnaron tanto esos mensajes que estaba a punto de estallar de rabia.Decía que si por él fuera, mandaría a toda la familia Braga a un país perdido y no los volvería a ver jamás.Me dio tanta risa verlo actuar como un niño que no podía parar de reírme.—¿No crees que ponerte a su nivel es rebajarte demasiado? —le dije, secándome una lágrima de la risa.Aunque la verdad, yo también estaba harta. César, decidido a evitarme más disgustos, me llevó a vivir a la casa nueva que acababan de terminar de remodelar.Planeamos invitar a nuestros amigos más cercanos para hacer una fiesta de inauguración.El día de la fiesta, en la casa, no me esperaba que Ivana también viniera.Se la notaba mucho más callada que antes, pero no dejaba de mirarme, como si estuviera esperando el momento para acercarse y hablar.Mi mejor amiga no le dio chance: caminó directo hacia ella, la detuvo con un brazo y le soltó en la cara:—¿Y tú qué haces aquí? ¡Lárgate! Aquí nadie te quiere ver.Los guardias d

  • Cuando me tuviste, no me viste   Capítulo 9

    Se armó un revuelo.Mis palabras derrumbaron toda su fachada.La gente empezó a mirarla con desprecio y a murmurar entre ellos, mientras Ivana apenas podía mantenerse en pie, retrocediendo con el rostro completamente desencajado.A mi alrededor, los susurros no paraban:—Con razón, ¿eh? Yo decía que una mujer que se pega a un hombre comprometido no puede ser nada buena.—Mira cómo se hace la inocente. Yo podría practicar todo el día y ni por cerca llegaría a su nivel de actuación.—¿Y luego se hace la digna? ¡Por favor! Si en realidad quisiera tanto a Nelson, ¿por qué no se casó con él de una vez, en lugar de tenerlo ahí esperando todos estos años?—Dormir con el prometido de otra en su propia casa, usando la ropa de la novia... qué asco, de verdad. Quien se le acerque, se ensucia.Nelson, molesto, se adelantó rápidamente, tratando de cubrirla con su cuerpo:—¡Basta ya! ¡No sigan atacando a Ivana! Ella no tiene la culpa. Si alguien debe asumir esto, soy yo.Sin pensarlo, le di una bofe

  • Cuando me tuviste, no me viste   Capítulo 8

    —La primera vez que fijamos la fecha de la boda —dije, tranquila—, me dijiste que acababas de salir de una cirugía, que estabas sola en el extranjero, que no comías bien ni dormías tranquila, y que querías que Nelson te acompañara. Las invitaciones ya estaban enviadas, pero él no lo pensó ni un segundo y se subió a un avión para ir contigo.—La segunda vez, dijiste que te ibas a un pueblito perdido en la montaña, que necesitabas inspiración para pintar. Después soltaste que no habría señal, que no podrías comunicarte y que no era un lugar seguro. Y Nelson, preocupado, se fue contigo otra vez.—Y la tercera —mi voz se volvió un poco más seria—, programaste tu exposición justo el día de mi boda. ¿Qué esperabas? Está clarísimo. ¿Ahora vienes a preguntarme por qué lo traicioné? ¿Por qué no te preguntas tú misma por qué, si tanto crees que este hombre vale la pena, no te casaste con él de una vez, en vez de tenerlo ahí todo este tiempo sin estar con él, como si fuera un perro faldero?Ivana

  • Cuando me tuviste, no me viste   Capítulo 7

    Nelson tomó el control remoto y encendió el televisor del salón privado, justo en el momento más emotivo de la boda.César tomó el brillante anillo de diamantes de las manos del pequeño paje. La joya brillaba con intensidad, pero nada se comparaba con la luz de amor que reflejaban sus ojos mientras me miraba.—Gracias por darme la oportunidad de seguirte —dijo con voz profunda y cálida—. Te prometo amarte y cuidarte toda la vida.Luego, suavemente, añadió:—¿Aceptas casarte conmigo?Sonreí, mirándolo con ternura:—Sí, acepto.Al escuchar mi respuesta afirmativa, deslizó lentamente la imponente sortija por mi dedo.Sentí un agradable peso en la mano, que llenó también de alegría mi corazón.Con delicadeza, levantó mi velo, acercándose con solemnidad y dulzura, hasta juntar nuestros labios en un beso suave, lleno de devoción.La copa que Nelson sostenía en su mano se rompió de inmediato por la fuerza con la que la apretó. Las gotas de sangre de su mano empezaron a caer sobre el suelo.—

  • Cuando me tuviste, no me viste   Capítulo 6

    Nelson soltó rápidamente la cintura de Ivana en cuanto me vio entrar.Ivana llevaba una bata corta de color violeta oscuro, delicada, con encajes finos y un diseño sensual que dejaba poco a la imaginación. El escote era profundo, y la espalda quedaba al descubierto hasta la cintura.Esa prenda la había comprado especialmente para la noche de bodas, pero ahora Ivana no solo se había instalado en mi casa, sino que ya se estaba apropiando de mi ropa, como si fuera la nueva señora del hogar.Notando mi mirada fija sobre la bata, Ivana se acomodó el cabello, avergonzada, y murmuró tímidamente:—Paula, perdóname, es que mi maleta aún no había llegado, y Nelson me dijo que usara algo de tus prendas. Estuvo buscando un rato y encontró esta, que aún tenía etiqueta. No te molesta, ¿verdad?Sonreí levemente:—Para nada.Los esquivé y entré en la habitación principal a buscar mi maleta.La puerta estaba entreabierta y, al entrar, me golpeó una mezcla de olores intensos.Ropa interior masculina y m

  • Cuando me tuviste, no me viste   Capítulo 5

    Era César.Entró decidido, con el celular en la mano, caminando hacia mí con paso firme. Sin decir una palabra, tomó la mano de Nelson que me sujetaba y la apartó con fuerza.Bajó la mirada hacia mi muñeca, tocando suavemente la piel enrojecida, y luego levantó sus ojos, mirándome con ternura.—¿Estás bien?Asentí en silencio, incapaz de apartar la vista de su figura imponente, que ahora se interponía entre Nelson y yo, como un escudo, alejando cualquier amenaza.Sus dos guardaespaldas permanecían firmes junto a la puerta, atentos pero discretos.César pasó su brazo alrededor de mis hombros y se dirigió a Nelson con una expresión seria pero controlada:—Vaya, señor Braga. ¿Me puedes decir por qué estás sujetando a mi prometida mientras dices tonterías? En nuestra boda, ella se pondrá lo que quiera. Si quiere que las estrellas adornen su vestido, créeme que encontraré la forma de bajarlas.Luego, le lanzó a Ivana una mirada fría que la hizo estremecerse, y sus ojos se llenaron de lágrim

Higit pang Kabanata
Galugarin at basahin ang magagandang nobela
Libreng basahin ang magagandang nobela sa GoodNovel app. I-download ang mga librong gusto mo at basahin kahit saan at anumang oras.
Libreng basahin ang mga aklat sa app
I-scan ang code para mabasa sa App
DMCA.com Protection Status