Dos semanas antes de la boda, Nelson decidió posponerla una vez más. —Ivana inaugura su primera exposición de arte ese día —me dijo—. Estará sola y nerviosa. Tengo que estar ahí para apoyarla. Al final, tú y yo ya estamos juntos, ¿qué más da casarnos un día antes o después? Pero ya era la tercera vez que aplazaba nuestra boda por aquella mujer. La primera, Ivana acababa de operarse y sentía nostalgia de la comida de su tierra, por lo que Nelson no dudó en viajar al extranjero y quedarse con ella durante dos meses. La segunda, Ivana decidió irse al bosque en busca de inspiración para pintar y él, preocupado por su seguridad, fue tras ella. Esta era la tercera. Colgué la llamada y miré a César, mi amigo de toda la vida, quien se encontraba sentado frente a mí, relajado, jugando con su bastón de esmeralda, cuyo golpeteo en el piso de mármol rompía el silencio entre nosotros. —¿Todavía necesitas esposa? —le pregunté, sonriendo con picardía. El día de mi boda, Ivana sonreía radiante, copa en mano, esperando el brindis del hombre a su lado. Pero él, con los ojos rojos, observaba en silencio la transmisión en vivo de la boda del heredero del Grupo Santos, el imperio inmobiliario más grande del país.
view moreA César le repugnaron tanto esos mensajes que estaba a punto de estallar de rabia.Decía que si por él fuera, mandaría a toda la familia Braga a un país perdido y no los volvería a ver jamás.Me dio tanta risa verlo actuar como un niño que no podía parar de reírme.—¿No crees que ponerte a su nivel es rebajarte demasiado? —le dije, secándome una lágrima de la risa.Aunque la verdad, yo también estaba harta. César, decidido a evitarme más disgustos, me llevó a vivir a la casa nueva que acababan de terminar de remodelar.Planeamos invitar a nuestros amigos más cercanos para hacer una fiesta de inauguración.El día de la fiesta, en la casa, no me esperaba que Ivana también viniera.Se la notaba mucho más callada que antes, pero no dejaba de mirarme, como si estuviera esperando el momento para acercarse y hablar.Mi mejor amiga no le dio chance: caminó directo hacia ella, la detuvo con un brazo y le soltó en la cara:—¿Y tú qué haces aquí? ¡Lárgate! Aquí nadie te quiere ver.Los guardias d
Se armó un revuelo.Mis palabras derrumbaron toda su fachada.La gente empezó a mirarla con desprecio y a murmurar entre ellos, mientras Ivana apenas podía mantenerse en pie, retrocediendo con el rostro completamente desencajado.A mi alrededor, los susurros no paraban:—Con razón, ¿eh? Yo decía que una mujer que se pega a un hombre comprometido no puede ser nada buena.—Mira cómo se hace la inocente. Yo podría practicar todo el día y ni por cerca llegaría a su nivel de actuación.—¿Y luego se hace la digna? ¡Por favor! Si en realidad quisiera tanto a Nelson, ¿por qué no se casó con él de una vez, en lugar de tenerlo ahí esperando todos estos años?—Dormir con el prometido de otra en su propia casa, usando la ropa de la novia... qué asco, de verdad. Quien se le acerque, se ensucia.Nelson, molesto, se adelantó rápidamente, tratando de cubrirla con su cuerpo:—¡Basta ya! ¡No sigan atacando a Ivana! Ella no tiene la culpa. Si alguien debe asumir esto, soy yo.Sin pensarlo, le di una bofe
—La primera vez que fijamos la fecha de la boda —dije, tranquila—, me dijiste que acababas de salir de una cirugía, que estabas sola en el extranjero, que no comías bien ni dormías tranquila, y que querías que Nelson te acompañara. Las invitaciones ya estaban enviadas, pero él no lo pensó ni un segundo y se subió a un avión para ir contigo.—La segunda vez, dijiste que te ibas a un pueblito perdido en la montaña, que necesitabas inspiración para pintar. Después soltaste que no habría señal, que no podrías comunicarte y que no era un lugar seguro. Y Nelson, preocupado, se fue contigo otra vez.—Y la tercera —mi voz se volvió un poco más seria—, programaste tu exposición justo el día de mi boda. ¿Qué esperabas? Está clarísimo. ¿Ahora vienes a preguntarme por qué lo traicioné? ¿Por qué no te preguntas tú misma por qué, si tanto crees que este hombre vale la pena, no te casaste con él de una vez, en vez de tenerlo ahí todo este tiempo sin estar con él, como si fuera un perro faldero?Ivana
Nelson tomó el control remoto y encendió el televisor del salón privado, justo en el momento más emotivo de la boda.César tomó el brillante anillo de diamantes de las manos del pequeño paje. La joya brillaba con intensidad, pero nada se comparaba con la luz de amor que reflejaban sus ojos mientras me miraba.—Gracias por darme la oportunidad de seguirte —dijo con voz profunda y cálida—. Te prometo amarte y cuidarte toda la vida.Luego, suavemente, añadió:—¿Aceptas casarte conmigo?Sonreí, mirándolo con ternura:—Sí, acepto.Al escuchar mi respuesta afirmativa, deslizó lentamente la imponente sortija por mi dedo.Sentí un agradable peso en la mano, que llenó también de alegría mi corazón.Con delicadeza, levantó mi velo, acercándose con solemnidad y dulzura, hasta juntar nuestros labios en un beso suave, lleno de devoción.La copa que Nelson sostenía en su mano se rompió de inmediato por la fuerza con la que la apretó. Las gotas de sangre de su mano empezaron a caer sobre el suelo.—
Nelson soltó rápidamente la cintura de Ivana en cuanto me vio entrar.Ivana llevaba una bata corta de color violeta oscuro, delicada, con encajes finos y un diseño sensual que dejaba poco a la imaginación. El escote era profundo, y la espalda quedaba al descubierto hasta la cintura.Esa prenda la había comprado especialmente para la noche de bodas, pero ahora Ivana no solo se había instalado en mi casa, sino que ya se estaba apropiando de mi ropa, como si fuera la nueva señora del hogar.Notando mi mirada fija sobre la bata, Ivana se acomodó el cabello, avergonzada, y murmuró tímidamente:—Paula, perdóname, es que mi maleta aún no había llegado, y Nelson me dijo que usara algo de tus prendas. Estuvo buscando un rato y encontró esta, que aún tenía etiqueta. No te molesta, ¿verdad?Sonreí levemente:—Para nada.Los esquivé y entré en la habitación principal a buscar mi maleta.La puerta estaba entreabierta y, al entrar, me golpeó una mezcla de olores intensos.Ropa interior masculina y m
Era César.Entró decidido, con el celular en la mano, caminando hacia mí con paso firme. Sin decir una palabra, tomó la mano de Nelson que me sujetaba y la apartó con fuerza.Bajó la mirada hacia mi muñeca, tocando suavemente la piel enrojecida, y luego levantó sus ojos, mirándome con ternura.—¿Estás bien?Asentí en silencio, incapaz de apartar la vista de su figura imponente, que ahora se interponía entre Nelson y yo, como un escudo, alejando cualquier amenaza.Sus dos guardaespaldas permanecían firmes junto a la puerta, atentos pero discretos.César pasó su brazo alrededor de mis hombros y se dirigió a Nelson con una expresión seria pero controlada:—Vaya, señor Braga. ¿Me puedes decir por qué estás sujetando a mi prometida mientras dices tonterías? En nuestra boda, ella se pondrá lo que quiera. Si quiere que las estrellas adornen su vestido, créeme que encontraré la forma de bajarlas.Luego, le lanzó a Ivana una mirada fría que la hizo estremecerse, y sus ojos se llenaron de lágrim
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