LOGINCuando sufrí un ataque agudo de apendicitis, mis padres, mi hermano y mi prometido estaban ocupados celebrando el cumpleaños de mi hermana menor. Llamé una y otra vez desde la puerta del quirófano, buscando que algún familiar firmara el consentimiento para mi operación, pero todos colgaron sin piedad. Mi prometido, Gabriel Gómez, me envió un mensaje después de rechazar mi llamada: "No hagas berrinche, Sofía. Hoy es la fiesta de mayoría de edad de Luna. Hablemos después del banquete." Apagué el celular y firmé el consentimiento quirúrgico con calma. Era la novena y noventa vez que renunciaban a mí por Luna Ramos. Así que esta vez, soy yo quien renuncia a ellos. Ya no me duele su favoritismo. Al contrario, comencé a obedecer cada una de sus peticiones, sin cuestionar nada. Todos creyeron que por fin me había vuelto sensata. Nadie imaginaba que en realidad, me estaba preparando para desaparecer para siempre.
View MoreMis ojos se tornaron ligeramente rojos. Pensar en esos años de ser invisible, aunque ya lo había superado, el pecho todavía me dolía.—A Andrés lo veían con orgullo... a Luna con adoración. ¿Y yo? Siempre fui la que sobraba. Hasta mi nombre no tiene ningún significado especial. No como el de mi hermano, el sol que sostiene el cielo, o el de mi hermana, la luna brillante en sus manos. Si nunca me quisieron, ¿para qué me trajeron al mundo?—Ahora que me fui, que estoy lejos de ustedes. ¿No podemos simplemente vivir en paz, cada quien por su lado?Mamá ya lloraba desconsoladamente.—¡Sofía, fue culpa nuestra! ¡Papá y yo sabemos que nos equivocamos! ¡Tú también eres nuestra hija! ¡Llevamos la misma sangre! ¡¿Cómo puedes romper así los lazos?!—¡Preferiría no ser su hija!Dicho eso, me di la vuelta y volví al camerino, sin mirar a la familia que lloraba como si el mundo se les viniera abajo.Tal vez mis palabras fueron demasiado duras, porque durante mucho tiempo, nadie de la familia Ramos
Lo miré fijamente, sin decir palabra, hasta que desvió la mirada con incomodidad. Entonces asentí y dije con calma:—Tienes razón. Debí cederle el paso, por eso decidí cedértelo a ti. Que estén juntos tú y Luna, ¿no es ese el mejor final?Gabriel quiso explicarse, pero yo levanté la mano con frialdad, deteniéndolo.—El amor que sentía por ti se fue desgastando cada vez que me pedías que cediera. Ya no te amo, y tampoco estoy dispuesta a seguir sacrificándome por alguien que no me valora. Nadie me quiso... pero yo sí me quiero. Mucho.Las palabras le pegaron como un golpe seco. Gabriel dio varios pasos hacia atrás, como si no pudiera con el dolor.Yo no le dediqué ni una mirada más. Me di la vuelta y seguí caminando hacia el camerino.Pero no llegué muy lejos. Los otros tres me cerraron el paso.Andrés me miró con una expresión difícil de descifrar.—Estos años lejos de nosotros, te han hecho más fuerte, ¿eh?Papá soltó un largo suspiro.—Sofía, leímos tu diario. Recién ahí entendimos c
—¿Yo? No puedo… nunca he actuado en un escenario —dije asustada, moviendo las manos con desesperación.Pero mi maestra me dio una palmada segura en el hombro, con una sonrisa llena de fe en mí.—No te subestimes. Eres mi alumna favorita. Tu voz es pura, con un talento poco común. Y lo que más me impresiona es que en tu música hay historias escondidas. Historias que hacen llorar.Me miró fijamente, como si pudiera ver a través de mí.—No sé por todo lo que has pasado para escribir canciones tan llenas de dolor, pero te diré algo: todo ese sufrimiento solo te prepara para llegar más lejos. Cree en ti, Sofía. Muestra al mundo todo lo que puedes hacer. Te mereces algo mucho mejor.En ese momento, mis lágrimas cayeron sin que pudiera evitarlo.¿De verdad hay alguien que entendió mi música? ¿Alguien que notó todo lo que callé durante años?Eso… eso era el poder de la música. Por eso decidí entregarle mi vida.El concierto de mi maestra fue un éxito rotundo. Yo subí al escenario con una canci
Cuando los paramédicos derribaron la puerta, yo ya había perdido el conocimiento en el cuarto de trastos por un fuerte ataque alérgico.Por suerte, eran muy profesionales. Me inyectaron de inmediato un antihistamínico y lograron arrancarme de las manos de la muerte.—Señorita, su garganta se inflamó por una reacción alérgica. Aunque la hinchazón ya bajó, le recomiendo hacerse estudios completos en el hospital —dijo el médico mientras me ayudaba a incorporarme y me colocaba en la camilla.Justo en ese momento, Hugo, el mayordomo, entró corriendo desde el patio trasero. Al ver la casa llena de personal de emergencia, se quedó paralizado del susto.—¿Qué pasó aquí? ¿Cómo entraron ustedes?Y al verme con el rostro hinchado y acostada en la camilla, su respiración se cortó. Se llevó una mano al pecho y se desplomó al suelo.—¡Rápido! ¡Suban al paciente a la ambulancia! —gritó uno de los médicos, alarmado.Entre el caos, el doctor se me acercó con expresión preocupada.—Lo lamento, pero ese
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