Share

Capítulo 03

Author: Juan Pérez Rodríguez
Cuando Inés bajó las escaleras, ya se escuchaban voces en la sala. Había varias personas reunidas, y todas rodeaban una figura femenina que a Inés le resultaba insoportablemente familiar.

La reconoció al instante: Mariana Altamirano, la prometida recién anunciada de Emiliano Cornejo.

Vestía los mismos zapatos de cristal que él le había regalado la noche anterior. De cerca, Mariana parecía un cisne blanco, elegante, delicada… pero su rostro dulce, sus grandes ojos redondos, le daban un aire infantil que contrastaba con la calculada arrogancia de su postura.

Emiliano, sentado a su lado, vestía un traje claro. Llevaba gafas de montura dorada, y su rostro permanecía tranquilo, casi inexpresivo. Si algo sentía, no lo mostraba.

Pero cuando Mirna dijo con entusiasmo:

—¡Ay, Inés! ¿Cómo se te ocurre bajar hasta ahora?

Él no la contradijo.

Inés apenas logró sonreír. Su madre, en cambio, ya la había tomado del brazo con fuerza.

—Le pedí a la empleada que te llamara hace rato. ¿Te quedaste dormida otra vez? ¡Qué falta de educación! ¡La señorita Altamirano lleva aquí mucho antes que tú!

Mariana, fingiendo modestia, respondió con una risita suave:

—No diga eso, Mirna. Emiliano ha estado conmigo todo el tiempo. Estoy encantada.

Y luego, girándose hacia Inés, sus labios se curvaron con falsa dulzura:

—Pero, Inés… ¿cómo te atreves a hacernos esperar tanto?

El contraste de tono era brutal. Dulce con unos, punzante con otros.

Inés se obligó a levantar una sonrisa helada.

—Disculpa, señorita Altamirano.

—¿Solo disculpas? Qué poco detalle —rió Mariana, mirando a Emiliano—. Ya que hoy es mi primera visita a la casa Cornejo, ¿por qué no dejas que Inés me muestre el lugar?

Antes de que Inés pudiera responder, Mariana ya le había tomado del brazo.

Una visita nueva, futura esposa del heredero, pidiendo un recorrido por la propiedad… era una petición tan razonable como imposible de rechazar.

Excepto que Inés tenía el tobillo herido, y apenas podía sostenerse en pie. Cada paso era una tortura.

¿Mariana no lo había notado? ¿O lo había notado… demasiado bien?

Estaba por negarse, cuando la voz suave pero firme de Emiliano llegó desde el sofá:

—Inés, si Mariana quiere conocer la casa, por favor acompáñala.

Fue como un puñal.

Ella lo miró, incrédula.

Pero Mariana ya celebraba con una palmadita alegre, y tiró de ella rumbo al jardín interior.

Los jardines de la casa Cornejo habían sido diseñados por uno de los paisajistas más famosos del país. Había cascadas, senderos con piedras talladas, puentes curvos, estanques con carpas doradas… Un paseo completo tomaba al menos media hora.

Inés no resistió ni cinco minutos. El vendaje le pesaba, el sudor le empapaba la ropa, y sentía que el dolor le punzaba hasta los huesos.

Pero Mariana caminaba sin preocuparse, hablando sin parar.

—Inés, sé que eres hija del primer matrimonio de Mirna, ¿no? Siempre quise preguntarte, ¿qué pasó con tu papá?

—Falleció cuando yo tenía siete —murmuró Inés—. Fue un accidente. Mi madre me crió sola hasta que conoció al señor Cornejo.

—Ah… entonces, digamos que te benefició el destino, ¿no? —dijo Mariana, girándose con una sonrisita torcida—. Te quedaste sin padre, pero ahora vives aquí, rodeada de comodidades. Qué suerte la tuya.

Inés no respondió.

Mariana siguió, con voz casi cantarina:

—Tengo entendido que estudiaste escultura, ¿cierto? Pero nunca hiciste gran cosa con eso. Más bien, te vi alguna vez de voluntaria en museos.

—Yo, en cambio, desde pequeña fui exigida por mi madre. Me gradué con honores y ahora dirijo un equipo en el Grupo Altamirano. Fue en un proyecto con Emiliano donde nos conocimos. Todo surgió… con naturalidad.

Mariana la miró con falsa simpatía.

—Dime tú, Inés… si te hubieras quedado en casa sin hacer nada, ¿habrías conocido a alguien como Emiliano?

Inés seguía en silencio, pero sus labios temblaban.

Mariana la escrutó de arriba abajo.

—¿Estás molesta? No deberías. Puede que no seas la más capaz, pero tienes un rostro bonito. Dicen que mi hermano aún te debe un gran favor, ¿verdad?

Mi hermano.

No dijo el nombre, pero Inés lo pensó de inmediato.

Sebastián Altamirano.

El hermano mayor de Mariana. Reservado, poderoso. Dueño de una presencia que no necesitaba palabras.

Se conocieron cuando Inés era adolescente, y ella le ayudó en un momento crítico. Pero nunca habló de ello, ni pretendía cobrarle nada.

Ahora, Mariana claramente había investigado.

Inés se detuvo. Ya no podía seguir caminando más. La miró con frialdad.

—Señorita Altamirano… ¿qué es exactamente lo que quiere?

—Nada, en serio. Solo me intriga por qué todos parecen quererte tanto —respondió Mariana, y de pronto, como si nada, se quitó los zapatos de cristal y los dejó sobre el césped.

—Bueno, ya basta. Puedes irte. Yo quiero jugar un rato en el estanque.

Y así, descalza, caminó hasta la orilla, metiendo los pies en el agua con total despreocupación.

Inés se quedó mirando los zapatos, brillando bajo el sol, abandonados sobre el pasto.

No dijo nada.

Simplemente se dio media vuelta… y se fue.

Al llegar a su habitación, apenas cerró la puerta, se dejó caer en la cama. Se quitó el vendaje con dificultad.

La herida había vuelto a abrirse. La gasa estaba empapada en sangre.

Le dolía tanto que le zumbaban los oídos. Apenas podía ver. Volvió a vendarse como pudo, apretando los dientes.

Y justo entonces, sonaron golpes en la puerta.

—Inés, ¡abre ahora mismo!

Era Mirna. Su voz sonaba alterada, casi histérica.

—¡Los zapatos de cristal de Mariana desaparecieron! ¡Baja ya mismo!

Inés abrió la puerta despacio. Seguía pálida.

—¿Y qué tengo que ver yo con eso?

—¡Eso deberías decirlo tú! —gritó Mirna—. ¡Esos zapatos son un regalo exclusivo que Emiliano le dio a Mariana como símbolo de compromiso!

—Tú fuiste la única que estuvo con ella. Y justo tú, te fuiste antes. ¡Y los zapatos desaparecieron!

—Ve a buscar los zapatos. Y luego, ¡baja a pedirle perdón!
Continue to read this book for free
Scan code to download App

Latest chapter

  • De Su Amor a Su Venganza   Capítulo 100

    Pero esta vez, aunque Alejandra regresara, ya no tenía sentido.Mientras manejaba, Zoraida le sonrió a Inés y dijo:—Ahora que tú y Sebastián ya se casaron legalmente, si Alejandra tiene un poco de dignidad, desaparecerá para siempre. Pero si todavía se atreve a seguir insistiendo, pues la partimos entre las dos, ¿te parece?Con la posición de Zoraida, enfrentarse a Mariana era un poco complicado, pero lidiar con los Guzmán... eso era como aplastar a una mosca.Inés soltó una risa, aunque no negó nada.Después de todo, aunque su matrimonio con Sebastián era solo una alianza, como su socia oficial, ella podía ignorar a otras mujeres que se acercaran a él... excepto a Alejandra. A esa, sí que podía aplastarla sin el menor remordimiento.—Ojalá que esa tal Alejandra sea lo suficientemente lista para detenerse aquí mismo —dijo Inés con sinceridad.Zoraida no respondió, pero en el fondo, sabía que esa esperanza estaba destinada a romperse.Justo en ese momento, el auto se detuvo frente al H

  • De Su Amor a Su Venganza   Capítulo 99

    —N-no es nada... —dijo Inés, agitándose la mano frente al rostro para aliviar el calor que le subía por las mejillas. —Deja de hablar mal de Sebastián, él no tiene la culpa de nada...Rápidamente cambió de tema para desviar la conversación—: Además, ¿no ibas a contarme más de mi “victoria”? Ya hablaste de Emiliano... ¿y qué pasó con Mariana?Cuando se fue de la rueda de prensa tras haberle dado una bofetada a Mariana, no se quedó a ver las consecuencias.Por eso ahora tenía cierta curiosidad: ¿habría planeado algo con Estela para vengarse?Zoraida soltó una carcajada aún más sonora.—¡Ay, Inés! Es que lo de Mariana fue tan jugoso que te lo dejé para el final. ¡No tienes idea de lo buena que estuvo!—Como es parte de la familia Altamirano, intentaron silenciar muchas cosas, pero ya sabes cómo es este círculo... Yo tengo mis fuentes en los grupos de las damas de sociedad, y me contaron que Mariana fue sacada del evento por órdenes directas de Don Horacio Altamirano.—¡La mandaron a atar

  • De Su Amor a Su Venganza   Capítulo 98

    —¡Obvio que lo más importante de esta noche es tu gran victoria, Inés! —Zoraida lo dijo con entusiasmo desbordante.No había asistido personalmente a la conferencia porque los Cornejo, temiendo que la defendiera, deliberadamente no la invitaron.Y por el bien del plan de Inés, ella tampoco insistió, fingiendo no saber nada.Pero aunque su cuerpo no estuvo ahí, sus ojos ya habían invadido hasta el último rincón del evento, en línea y en persona.—¡Inés, no tienes idea! Desde que se anunció oficialmente que eres la esposa de Sebastián, ¡las redes sociales están que arden!—Todos esos usuarios que estaban convencidos, gracias a la manipulación de Emiliano, de que tú eras la amante, se quedaron sin palabras y empezaron a disculparse públicamente.Ahora están insultando a Emiliano, diciendo que se cree demasiado importante, que tiene la cara más dura del mundo… incluso las acciones del Grupo Cornejo cayeron un montón.—Porque seamos realistas: Emiliano no está mal, pero Sebastián… Sebastián

  • De Su Amor a Su Venganza   Capítulo 97

    —Tú y Sebastián están colaborando —soltó Emiliano con tono gélido.—Él se hace pasar por tu esposo para respaldarte al salir de la familia Cornejo y protegerte de los ataques de Mariana.—Y tú te haces pasar por su esposa para ayudarlo a contener las sospechas y manipulaciones dentro del Grupo Altamirano, y de paso evitar que más mujeres se le acerquen.Por eso, lo que realmente le dolía a Emiliano esa noche…No era que Inés se hubiera casado con otro hombre.Era que, con tal de alejarse de él,fuera capaz de hacer cualquier cosa.Pero justo en ese instante… lo entendió.—Inés… si necesitas alejarte para respirar, para tranquilizarte, lo acepto —dijo en tono suave—. No quiero que pienses que te estoy atando. Pero esto... aún no termina.—Tu matrimonio con Sebastián es falso. Tarde o temprano se acabará. Y entonces… volverás a mi lado.Se colocó de nuevo los lentes dorados con aire solemne, su voz suave y firme como si estuviera pronunciando una promesa.Inés lo miró con incredulidad.Su

  • De Su Amor a Su Venganza   Capítulo 96

    Inés, al pedirle explicaciones a Emiliano, en realidad no esperaba que él dijera nada bueno.Lo que no imaginaba…Era que, en lugar de explicarse, Emiliano comenzara a actuar como si tuviera derecho a “retenerla” por la fuerza, como si todo eso fuera lo más natural del mundo.Pero Inés nunca le debió nada.Y mucho menos era su mascota.Ella podía irse con quien quisiera, amar a quien quisiera.Y eso no era algo que Emiliano pudiera decidir.—Ya no hay nada que decir —murmuró fríamente Inés mientras cerraba la maleta con un gesto firme y se disponía a marcharse.Sin embargo, justo cuando extendió la mano hacia la puerta, esta se cerró de golpe frente a ella.Desde atrás, Emiliano la empujó con fuerza y apoyó la palma contra la madera, encerrándola entre su pecho y la salida. Su voz, oscura y baja, resonó con sombra contenida:—Has cambiado, Inés… Ya no eres la misma.—Nadie permanece igual —respondió ella, con el ceño fruncido, tratando de soltarse—. ¿O acaso te molesta porque ya no pue

  • De Su Amor a Su Venganza   Capítulo 95

    Inés volvió a mirar a Emiliano, sin poder creer que, incluso a estas alturas, ese hombre aún tuviera el descaro de decirle semejantes cosas.Dejó de guardar sus cosas por un instante y, mirándolo fijamente, le preguntó con calma:—Emiliano, ¿no estarás confundido? ¿Por qué habría de tener miedo de enfrentarte? ¿Acaso te hice algo?—Sí. Traicionaste mis sentimientos. Traicionaste la promesa de no dejarme nunca.Emiliano se quitó los lentes de montura dorada y, por primera vez, dejó ver el caos en su mirada.Inés no sabía que, justo después de que ella se marchara con Sebastián, Mariana fue detenida por los guardias de Don Horacio y llevada de inmediato de regreso a la mansión.Fue entonces que Mariana, al darse cuenta del desastre que había provocado, comenzó a gritar, a llorar y a pedir perdón desesperadamente. Incluso llegó a morder a uno de los guardias con tal de no ser llevada.Don Federico y Mirna seguían en el salón intentando calmar la situación y contener a Mariana.Emiliano sa

More Chapters
Explore and read good novels for free
Free access to a vast number of good novels on GoodNovel app. Download the books you like and read anywhere & anytime.
Read books for free on the app
SCAN CODE TO READ ON APP
DMCA.com Protection Status