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Capítulo 2

Author: Noa Ferrer
Cuenta regresiva: veinticinco días

En los últimos cinco días, sus redes —siempre pulcras, siempre «curadas»—no pararon.

De día le daban de comer a las palomas en la plaza; de noche miraban el desfile de carros alegóricos desde el mirador del hotel del parque de diversiones.

No me perdí un solo paso: cada historia, cada check in, cada foto.

En cuanto a su promesa: la enterró.

Me levanté para recoger la ropa que había dejado regada por todo el piso y empezar a hacer maleta, en el momento en el que sonó mi celular. Era José Ramírez, el asistente de Iván.

—Señora Yunes, a las ocho en punto es el show de fuegos en el Puente del Cielo. No falte, por favor. Si algo sale mal, el señor Yunes no me lo perdona.

En estos cinco años de matrimonio, solo el asistente me llama «señora Yunes», dado que es el único que sabe que Iván y yo estamos casados.

No quería complicarle la vida, así que acepté.

Pero, al salir rumbo al Puente del Cielo, me quedé perdida en mis pensamientos por un segundo.

Hace cinco años, recién casados, Iván me regaló un show secreto de fuegos artificiales y también fue José quien me avisó de aquello.

Cinco años después vuelvo al mismo lugar.

Mi corazón, sin embargo, es otro.

Alrededor del puente ya se había juntado media Bruma. Turistas, curiosos… y prensa.

«¿Me habré equivocado?» pienso, y marco a Iván.

Tono ocupado.

Vuelvo a llamar.

Ni yo sé qué espero que pase.

Llamo una y otra vez; pero la llamada no entra. Y de Iván ni rastro.

Ya casi son las ocho cuando oigo los gritos:

—¡Ya va a empezar!

—Dicen que es el espectáculo que Medio Bruma le preparó a su esposa. ¡Nos cayó de gratis!

Me quedo helada.

De puertas para afuera, Iván siempre ha sido «soltero», por lo que esa «esposa» no podía ser yo.

Yo sé que el mejor ángulo para ver los fuegos está en el extremo norte del puente.

«Ya que vine, al menos miro los fuegos», me dije. «Los fuegos no tienen la culpa.»

Había demasiada gente. La marea humana me fue empujando hasta adelante.

Y por fin lo vi.

En el mejor lugar, Iván abrazaba fuertemente a Viviana Campos.

El cielo explotaba flor tras flor de luz.

Los truenos me reventaban en los oídos… y, entre el murmullo, escuché su declaración. Clara. Pública.

Un reportero acercó un micrófono a Viviana:

—Señora, ¿cuál es su respuesta?

Iván la rodeó por los hombros y, con la cara llena de expectativa, la miró.

Viviana tomó el micrófono, tímida, y, apenas abrió la boca…, cuando nuestros ojos se encontraron.

Iván se quedó en blanco, y se le escapó un susurro:

—Mari…

Por un instante, el Puente del Cielo se quedó mudo. Hasta los fuegos sonaron lejanos.

Toda la gente miraba a Iván, a su palabra quebrada… y a mí.

Viviana me recorrió con la mirada, alzando una ceja.

—¿Quién es? —le preguntó.

Iván se humedeció los labios, buscando cómo salir del embrollo.

Yo sonreí y, sosteniendo todas esas miradas, respondí:

—Me llamo María Vega. Soy… la prima de Iván.

Iván quiso detenerme, nervioso, pero ya lo había dicho.

Aflojé los dedos contra la palma, dejando salir el aire.

—Mi tía, la señora Pilar Yunes, me pidió que viniera a ver si la nuera le salía guapa. ¿Los asusté?

El gesto de Iván por fin se relajó y asintió, satisfecho. Nunca quiso que expusiera nuestra relación; y mucho menos su madre.

Cuando salíamos juntas, Pilar siempre me pedía que la llamara «tía».
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