Llevábamos seis años de casados, pero en los últimos tres meses, mi esposo ni siquiera me había tocado. Decía que el trabajo lo tenía agotado, y yo, enamorada desde hace años, le creí sin dudar. Hasta que en el día de mi cumpleaños, escuché a sus amigos hablar en alemán a sus espaldas. —¿Ya terminaste con la otra? Antes ibas todos los días… no sé cómo aguantabas. —¿Y tu esposa? ¿No te dice nada? Mi esposo soltó el humo de su cigarro con indiferencia: —Hace meses que ni la toco. Claudia es buena en la cama y aún no me aburre… Lástima que salió embarazada. A mi esposa no le gustan los niños, así que le di dinero a Claudia para que se fuera al extranjero y lo tuviera allá. Apreté los puños con fuerza. Las lágrimas comenzaron a caer sin permiso. Él se acercó preocupado y preguntó qué me pasaba. Yo negué con la cabeza, sonriendo. —Este pastel que hiciste con tus propias manos… me emocionó mucho. Está delicioso. El pastel sabía dulce. Pero yo, que sí entendía alemán, solo sentía amargura en el alma.
View MoreAl recordar todo aquello, levanté mi manga y le mostré a Daniel la cicatriz en mi muñeca. Sus lágrimas brotaron al instante.Volví a cubrirme el brazo y le dije, serena: —Daniel, dime… ¿por qué debería perdonarte?Sin esperar su respuesta, me di la vuelta y me fui. Sin mirar atrás.***Después, Julián y yo encontramos otro lugar para seguir nuestra cita. Mientras esperábamos la comida, él dudó un poco antes de hablar: —¿Tú… todavía sientes algo por él?Lo interrumpí con una sonrisa y un sorbo de agua: —Es imposible.Entre Daniel y yo, ya no hay vuelta atrás.—¿Puedo preguntarte cuánto tiempo estuvieron juntos?Sus ojos eran sinceros. Asentí.—Once años.En su momento, fue como una luz en mi oscuridad. Me salvó, incluso arriesgó su vida por mí en un accidente. Casi muere.—Y aun así… me engañó.Julián apretó los labios. Pasó un rato antes de decir:—Desde el punto de vista de un hombre, creo que Daniel realmente te amaba. Se le nota. Pero los seres humanos somos débiles. Él te amaba, sí
Tras volver a Ciudad Bravura,Mariana y yo recibimos tres años de licencia.Después de haber pasado tanto tiempo en el desierto, la vida en esta ciudad vibrante y ruidosa se me hacía… extrañamente ajena.Al ver que no sabía qué hacer con tanto tiempo libre, el director me recomendó para un puesto en la Facultad de Medicina.El trabajo era tranquilo. No exigía mucho de mí, pero al menos me mantenía ocupada.***Daniel empezó a aparecer por el campus de vez en cuando. Y yo, casi siempre, decidía ignorarlo. A veces me buscaba para conversar, sacando a relucir recuerdos de nuestro pasado. Yo sabía lo que pretendía. Pero nunca respondía a sus insinuaciones.Volver a empezar… no era una opción.Puedo ser paciente, incluso indulgente.Pero el amor también tiene fecha de vencimiento.Y la infidelidad… eso no se perdona.***Justo cuando pensaba cómo dejarle en claro a Daniel que no había vuelta atrás,Mariana me presentó a alguien. Un empresario de hostelería. Dueño de un restaurante. Se llama
Cuando el nuevo medicamento finalmente fue aprobado tras múltiples ensayos clínicos y salió oficialmente al mercado, las portadas de los principales medios estallaron como pólvora.El cáncer cerebral había sido siempre una sombra difícil de disipar.Así que, incluso si solo representaba una mejora en la tasa de supervivencia, para muchas personas… era esperanza.Los titulares estaban llenos de fotos del equipo del instituto y fichas completas sobre el tratamiento.Por eso, cuando Mariana y yo asistimos a la rueda de prensa representando al instituto, nos vimos rodeadas por una multitud.Yo, que en otra vida había sido una introvertida empedernida, ahora me desenvolvía sin esfuerzo entre cámaras y preguntas.Había cambiado. Pero justo cuando el evento estaba por terminar, y ya me disponía a salir del lugar, una voz aguda se alzó entre la multitud.—¡Isabela Márquez, maldita zorra! ¿Por qué regresaste? ¡Te fuiste y ahora vienes a robarme a Daniel!Volteé con calma.Y la vi: Claudia Nieve
Cuando una está ocupada, el tiempo simplemente… vuela.Seis años se me escaparon entre las manos, como si hubiera pestañeado.Gracias al trabajo constante del equipo y el mío, logramos avances cruciales en la investigación sobre el cáncer cerebral.Especialmente en casos de glioblastoma, la tasa de supervivencia aumentó al menos un veinte por ciento con cirugía combinada con tratamientos experimentales.Para muchas familias, eso ya era un milagro.***Ese día, la directora del instituto me llamó.Debíamos regresar a Ciudad Bravura para compartir nuestros resultados, y colaborar en procedimientos con el equipo médico local.Al oír el nombre de la ciudad, me quedé un momento en silencio.Seis años.Jamás se me había pasado por la mente volver.Pero pensé: ha pasado tanto tiempo… seguro Daniel ya me olvidó.Debe estar con Claudia, viviendo felices con su hijo.Con ese pensamiento, sentí, por fin, un poco de alivio.La víspera de nuestra salida,Mariana vino a buscarme.Tenía esa cara que
El instituto estaba ubicado en pleno desierto.El clima era seco, sí, pero cada día podía ver el humo solitario de la arena elevándose hacia el cielo, y eso… me daba una extraña sensación de paz.Mi ánimo se había estabilizado bastante.***Desde que Daniel recibió mi mensaje, entró en pánico.Trató de llamarme una y otra vez, pero todas sus llamadas eran respondidas por una voz automática.En ese instante, Daniel supo que esta vez era real.Corrió de regreso a casa… pero lo único que encontró fue un hogar vacío. Toda huella mía había desaparecido. La ropa, las fotos, los objetos compartidos… nada quedaba.Sobre la mesa,una copia del acuerdo de divorcio con su firma intacta.Daniel entró en crisis. Revisó la casa como un loco, abriendo cajones, buscando pistas,pero no halló ni un solo rastro de mí.Lo que no sabía… era que incluso los pedazos de fotos que rompí, los había quemado con mis propias manos. En esas llamas ardieron nuestros once años juntos.***Desesperado por encontrarme
Al volver a casa, empecé a clasificar lo que debía tirar y lo que valía la pena llevarme.Tras cerrar la última maleta, abrí el álbum de fotos que alguna vez había sido uno de mis tesoros más preciados. Allí estaban nuestros once años juntos. Daniel y yo.Él solía amarme con locura. Cuando éramos jóvenes, una vez un carro descontrolado se nos vino encima, y él me empujó sin dudar, salió volando varios metros y cayó inconsciente.Estuvo en coma una semana entera.Cuando despertó, yo lloraba como una niña asustada.Le juré que sin importar lo que pasara en el futuro, siempre estaría a su lado.Pero el amor, incluso el más sincero, puede pudrirse en silencio.Y para mí, la traición… es algo que nunca se perdona.Tomé todas las fotos, las rompí una por una, y las arrojé al bote de basura.—¿Qué estás haciendo?No sé en qué momento Daniel volvió a casa, pero ahí estaba, con los ojos enrojecidos al ver los restos de nuestras memorias.—Isa, ¿por qué rompiste las fotos? ¿Estás molesta?No que
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