Share

Capítulo 8

Penulis: Mora Pequeña
Mientras tanto, Catalina acababa de ayudar a la anciana a volver a su habitación cuando esta se puso enferma.

Tal y como había dicho Teresa, la salud de la anciana estaba lejos de ser lo que había sido. Aunque había reprimido sus emociones, la agitación resultó ser demasiado para ella; una vez recostada, jadeaba buscando aire.

Afortunadamente, Carmen Tedesco, que atendía a la anciana, se lo había anticipado. Había llamado al médico de la casa para que esperara fuera de la habitación. Una vez que la anciana se acostó, comenzó el tratamiento. Al cabo de un rato, Felisa comenzó a recuperarse.

La situación no había sido peligrosa, pero Catalina, que estaba a su lado, se sintió completamente nerviosa. Al notar el pánico en el rostro de ella, Felisa se apoyó en el cabecero y le hizo señas para que se acercara.

Catalina tuvo ganas de llorar. Temiendo que su emoción pudiera provocar otro episodio en la anciana, contuvo las lágrimas que se le acumulaban en los ojos y se acercó a la cama de Felisa.

—¿Asustada? —La anciana sonrió cálidamente.

Ella respiró agitada y apretó con fuerza la mano de la señora.

—Me prometió que estaría a mi lado siempre.

Miró con ternura a Catalina.

—Claro que quiero eso, y así protegerte siempre...

Sin embargo, estaba claro que no podría protegerla por mucho más tiempo.

Al pensar en eso, Felisa preguntó:

—Caty, ¿te importaría si busco un marido para ti?

Mientras su salud se mantuviera y aún pudiera opinar en la Casa del Marqués, conseguir un buen matrimonio para ella sería su forma de protegerla para el resto de su vida. Catalina entendió lo que quería decir, pero, aun así, negó con la cabeza y bajó la mirada.

—Solo quiero estar a su lado para siempre.

Los últimos tres años le habían revelado demasiado. Si sus parientes más cercanos, que la habían acompañado durante quince años, podían abandonarla de la noche a la mañana, ¿cómo iba a confiar todo su futuro a un desconocido; a un supuesto marido?

Quería estar al lado de Felisa por el resto de sus días. Una vez que la anciana falleciera, se iría de esa casa. Incluso, una vida de devoción solitaria para Dios sería preferible a enredarse con los de Mendoza.

La señora mayor sabía que Catalina había sido una niña testaruda desde pequeña; nadie podía persuadirla en contra de su voluntad. Por el momento, solo podía suspirar y no decir nada más.

Catalina se quedó con la anciana un rato más, y solo se marchó después de que Felisa descansara. Poco sabía ella que, poco después de regresar al Patio de las Azucenas, Nieves vendría a decirle:

—Señorita, la señorita Beatriz está aquí para verla.

¿Beatriz? Catalina arrugó ligeramente la frente. Antes de que pudiera hablar, Nieves añadió:

—La señorita Beatriz ha venido sola.

Ante esto, Catalina sonrió.

—¿Te ha pedido ella que lo dijeras así?

Nieves parpadeó con sus inocentes ojos y asintió. Luego añadió:

—Si no desea verla, la despediré.

Incluso una criada sabía que no deseaba ver a Beatriz. Sin embargo, esta seguía sin darse cuenta. Y le había pedido a Nieves que le informara de que la criada que la había acusado falsamente de romper la copa de cristal esmaltado no había venido.

Qué ridículo. Es cierto que quien la incriminó fue la criada de Beatriz. Sin embargo, cuando se rompió la copa, no se atrevió a admitirlo. Se quedó callada mientras su criada le echaba la culpa, ¡y fue Beatriz quien permitió que todo sucediera! Por eso Catalina no podía entender por qué Beatriz suponía que querría verla.

Respondió:

—Dile que me he retirado a descansar.

—¡Sí, señorita! —respondió Nieves, saliendo de la habitación. Regresó solo después de un considerable intervalo de tiempo.

Su expresión era algo abatida, como si le resultara incómodo abordar el tema.

—Señorita, Beatriz dice que ha venido expresamente para disculparse con usted. Si se niega a recibirla, insiste en esperar fuera. Y, viendo el cielo, parece que va a nevar en cualquier momento.

A decir verdad, Nieves no tenía ni idea de qué asunto tenía esta señorita Beatriz que la obligaba a ver a Catalina. Pero como era la favorita de la Casa del Marqués, si se quedaba atrapada en la nieve fuera, ¿quién sabe qué rumores podrían extenderse entre la servidumbre?

No daría buena imagen a Catalina.

Catalina arrugó ligeramente la cara. Suspiró para sus adentros y cedió, con tono cansado.

—Entonces déjala entrar.

—Sí, señorita. —Nieves hizo una reverencia y se marchó. Poco después, Beatriz entró.

Catalina estaba sentada a la mesa en la sala exterior, aplicándose pomada para el sabañón en el dorso de la mano. La mirada de Beatriz se posó inmediatamente en las manos de ella, con los dedos morados e hinchados y su corazón dio un vuelco.

Se acercó rápidamente e hizo una reverencia.

—Buenas tardes.

Catalina ni siquiera levantó los párpados, solo dijo:

—Siéntate.

Su voz era suave, pero transmitía una frialdad.

Beatriz no se sentó, sino que dio un paso adelante.

—Déjame ponerte la pomada.

Mientras hablaba, tomó el ungüento de la mesa y se dispuso a aplicárselo en el dorso de la mano. Pero ella retiró rápidamente la mano y la metió en la manga.

Finalmente, levantó la mirada para encontrarse con la de Beatriz, y una leve y burlona sonrisa se dibujó en sus labios.

—Con este frío tan intenso, ¿por qué no te quedas en tu habitación? ¿Qué te trae por aquí?

La actitud fría de Catalina parecía haber herido el orgullo de Beatriz. Sus ojos brillaban con lágrimas contenidas mientras permanecía clavada en el sitio, con la voz suave y temblorosa.

—He venido a suplicarte que me perdones. Todo lo que pasó entonces fue culpa mía. Si no hubiera roto esa copa, ¡no habrías sufrido tanto! Puedes pegarme o regañarme, lo soportaré sin quejarme, solo pido tu perdón.

Beatriz parecía dispuesta a arrodillarse ante ella si pudiera. Sus palabras eran sinceras.

Sin embargo, Catalina se limitó a observarla con frialdad. Solo cuando Beatriz terminó de hablar, le preguntó:

—¿De verdad crees que tu único error fue romper la copa esa?

La pregunta dejó a Beatriz sin palabras. Catalina se levantó lentamente y se dirigió hacia la puerta. Su mirada se posó en el estanque helado de azucenas, donde se alzaban unas pocas ramas solitarias y rotas. No pudo evitar respirar hondo.

El aire helado se filtró en sus pulmones, dando a todo su aura un toque más frío.

—Eres la hija legítima de la Casa del Marqués. Durante esos quince años, usurpé todo lo que te pertenecía. Sé que es razonable que el marqués y la marquesa te quieran más, que el joven marqués te proteja e incluso que el Patio de las Camelias debería haber sido tuya. Beatriz, después de tu regreso, sentí remordimiento hacia ti.

Luego, dijo:

—Pensé en volver con mis padres de verdad, pero fue el marqués quien me informó de que ambos habían fallecido, instándome a quedarme aquí con tranquilidad. Por eso, le estoy agradecida y, en secreto, juré llevarme bien contigo a partir de entonces. Aunque hubiera una sensación de decepción dentro de mí, sin embargo...

En ese momento, Catalina se volvió hacia Beatriz.

—Busca en tu corazón. ¿Alguna vez te he hecho daño?

Los ojos de Beatriz estaban enrojecidos, como si estuvieran a punto de derramar lágrimas en cualquier momento. Por un instante, Catalina sintió una punzada de impotencia.

Si alguien más hubiera presenciado esto, habría creído que ella la estaba acosando. ¿No fue por la expresión de Beatriz por lo que Camilo la empujó por la galería hace tantos años?

Sin embargo, ella no había hecho nada. Un escalofrío se apoderó del corazón de Catalina mientras observaba fríamente a la delicada flor al borde de las lágrimas, y su voz se volvió más dura.

—¿Por qué intentaste hacerme daño?
Lanjutkan membaca buku ini secara gratis
Pindai kode untuk mengunduh Aplikasi

Bab terbaru

  • El remordimiento de todos aquellos que me abandonaron   Capítulo 82

    La mirada de Aurelio se posó en Nieves, alejándose por fin de la cara de Catalina.—¿Quién te crees que eres? —preguntó con frialdad, con una voz suave, pero con el peso de una roca, que hizo retroceder a la doncella sin esfuerzo.Y no se atrevió a pronunciar otra palabra. Temía que una palabra más pudiera hacer que Aurelio le cortara la lengua.Lo único en lo que podía pensar era: al fin y al cabo, estaban en la Casa del Marqués. Por muy furioso que estuviera, seguro que no le pondría la mano encima a su señorita.El hombre volvió a mirar a Catalia. La cara que una vez se iluminó de alegría al verlo se fusionó gradualmente en su mente con la expresión de miedo que tenía ante sí.Una sensación peculiar brotó en su interior, cada vez más intensa. Arrugó la frente y preguntó en voz baja:—¿Vienes a mí o voy yo a ti?Parecía estar utilizando esa pregunta para recuperar su dominio sobre ella. Sin embargo, Catalina permaneció clavada en el sitio, inmóvil. No entendía la pregunta, pero sabía

  • El remordimiento de todos aquellos que me abandonaron   Capítulo 81

    Beatriz, que seguía mirando atrás a cada pocos pasos, fue testigo de esa escena. Sus ojos se abrieron con sorpresa, completamente desconcertada por el motivo de ese abrazo repentino.La voz de Nuria resonó en su mente. Había dicho que Catalina estaba tratando de seducir a Aurelio...¿Así que Catalina la había mandado lejos solo para distraerla y poder seducir a Aurelio?Su corazón se aceleró por el pánico. Quería correr hacia ellos y echárselos a la cara, pero... tenía mucho miedo.Las palabras del hombre en la calle Montero aún resonaban en sus oídos. Entendía perfectamente sus intenciones. Temía que, si los enfrentaba, se parecería a esas esposas no amadas de los libros de cuentos.Temía que él se pusiera del lado de Catalina, protegiéndola tal y como la había protegido a ella momentos antes.Si eso ocurría, ¿no se invertirían por completo las posiciones que ella y Catalina ocupaban en el corazón de Aurelio?¡No, no permitiría eso!Podía permitir que Catalina ocupara un lugar en el c

  • El remordimiento de todos aquellos que me abandonaron   Capítulo 80

    Aun sabiendo que Catalina intentaba provocarla, no podía seguir callada. Aunque Milo le sugirió que fingiera desmayo, si él escuchaba eso, ¡se entristecería!¡No podía soportar que su hermano la malinterpretara! Respiró hondo y dijo:—No hay necesidad de tanta provocación. ¡Me arrodillaré ante el altar! Reconozco sinceramente mi error. Aunque la abuela se niegue a verme, ¡debo ofrecerle mis disculpas!Con eso, se arrodilló en dirección al patio de la anciana, con la voz suave y temblorosa por las lágrimas.—Abuela, sé que me equivoqué. No volveré a enojarte. ¡Por favor, perdóname!Con eso, se postró tres veces ante el patio de la anciana. Se emocionó a sí misma, pues estaba con los ojos llenos de lágrimas.Catalina se preguntó si se creía que era la mejor nieta del mundo... En su opinión ¡solo estaba haciendo el ridículo!Felisa estaba descansando y, aunque estuviera despierta, no podría haber oído sus débiles llantos.Entonces, ¿para quién era esa actuación?¿Para ella o para Aurelio?

  • El remordimiento de todos aquellos que me abandonaron   Capítulo 79

    Con la protección de Aurelio, Beatriz parecía aún más afligida. Se acurrucó detrás de él, sin siquiera asomar la cabeza.Catalina ya no pudo contenerse y murmuró una maldición entre dientes. Una ola de irritación la invadió y dijo con frialdad:—La abuela no desea verte. Será mejor que te vayas.Ya fuera animada por el respaldo del general o no, la joven se dirigió a Catalina con una rebeldía inesperada. Asomándose por detrás de él, la desafió.—Tú no eres la abuela. ¿Cómo sabes que no quiere verme?La expresión de Catalina se ensombreció al instante. Instintivamente, dio un paso hacia la otra, con voz gélida, dijo:—¿De verdad has olvidado lo que hiciste?Cuando ella se acercó, Beatriz recordó al instante el terror del día anterior, cuando la había inmovilizado en el suelo y la había golpeado. Se escondió detrás de Aurelio, agarrándose a su abrigo con tanta fuerza que todo su cuerpo parecía temblar.—Yo... he venido expresamente para pedir perdón a la abuela.Sintiendo que la chica de

  • El remordimiento de todos aquellos que me abandonaron   Capítulo 78

    —No es necesario. —La detuvo con un gesto de la mano. Arrugó la frente mientras abría lentamente los ojos. Una vez que recuperó la claridad, añadió—: Debo de haberme levantado demasiado rápido. No es nada grave.Ya le había pasado antes en la lavandería; bastaría con sentarse un momento. No era nada grave.Nieves seguía preocupada.—Pero si acaba de sufrir un golpe tan fuerte, ¡deberíamos llamar al médico para que le eche un vistazo!Catalina se levantó lentamente y sonrió a Nieves.—Puede que esté con la abuela. Vamos primero allí a ver.La doncella consideró que tenía razón y asintió con la cabeza, adelantándose para ayudarla a salir.Sin embargo, su ama pensaba que ella estaba exagerando; ella podía arreglárselas sola.Una vez que salieron del patio, le indicó a Nieves que la soltara.El Patio de las Azucenas se encontraba al oeste de la casa, mientras que el Patio de las Camelias estaba hacia el este. El patio de la anciana ocupaba el espacio entre estas dos fincas.Además, Nieves

  • El remordimiento de todos aquellos que me abandonaron   Capítulo 77

    Al día siguiente.Cuando Catalina se despertó, la herida de la cabeza le dolía aún más que el día anterior.Tanto que se sentía aturdida y agotada.Nieves, sin embargo, parecía bastante animada. Después de ayudarla con su aseo, le sirvió el desayuno.Catalina se obligó a mantenerse animada, no queriendo causar ninguna preocupación a su criada. Solo después de preguntar por el estado de Felisa y saber que estaba ilesa, se relajó y comenzó a desayunar.Por el rabillo del ojo, notó que su doncella dudaba de algo, como si quisiera hablar, pero se contuviera. Así que, dejó los cubiertos sobre la mesa.—Si tienes algo que decir, habla.Nieves se acercó y se dirigió a su ama.—Señorita, he oído que el joven marqués y la señorita Beatriz pasaron toda la noche arrodillados ante el altar conmemorativo. Esta mañana, la señorita Beatriz no pudo aguantar más y se desmayó.Así que eso era. Catalina volvió a tomar los cubiertos.—Bueno, es una débil.¿No podía soportar arrodillarse una noche? En la l

Bab Lainnya
Jelajahi dan baca novel bagus secara gratis
Akses gratis ke berbagai novel bagus di aplikasi GoodNovel. Unduh buku yang kamu suka dan baca di mana saja & kapan saja.
Baca buku gratis di Aplikasi
Pindai kode untuk membaca di Aplikasi
DMCA.com Protection Status