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Capítulo 9

Penulis: Renata
Javier entendió enseguida lo que mi madre quería decir y soltó:

—Ya, no sigas... todo es culpa mía. Si hubiera sabido lo que era Rubén, me la habría llevado yo. Fui yo el cobarde, que me escondí en otra ciudad. Si Carmen me acepta, le haré la boda más grande que se haya visto.

Después de esa comida sentí que, por fin, una parte de la sombra que cargaba encima empezaba a soltarse.

Esa misma noche, Javier se levantó de pronto y me dijo que quería llevarme a un sitio.

Y fue gracias a él que, por primera vez en mi vida, me subí a un carro de lujo.

Le pregunté a dónde íbamos y solo respondió:

—A ver un espectáculo.

Al poco rato el auto se detuvo frente a la casa de Rubén.

El portón estaba abierto de par en par y todavía había gente tirando cosas a la calle.

Vi a Rubén gritarle a un hombre mientras lo sujetaba del brazo:

—¡¿Quién te dio permiso de tocar mis cosas?! ¡Suéltalo ahora mismo!

Mariana estaba tirada en el suelo, llorando sin consuelo.

Uno de los hombres le soltó un puñetazo en la c
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    Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza.—¿Pero si seguía embarazada... cómo puede estar tomando eso?Javier soltó una risa sarcástica.—Hace rato se hizo un aborto a escondidas. ¿Qué esperabas de una mujer como ella? No iba a quedarse tranquila, aguantando miserias al lado de Rubén.Hizo una pausa y añadió con desprecio:—Yo solo mencioné al dueño del club en broma, le dije que había una cantante bonita y que le presentara a un buen hombre. ¿Quién iba a pensar que terminaría llevándola con un narco? Igual, lo invitaré a cenar para darle las gracias.—Ese tipo no solo vende... también consume —remató Javier.El último día antes de salir de la ciudad me agarró un resfriado. Javier, preocupado, insistió en llevarme al hospital.Me recetaron un jarabe y unas pastillas, y justo cuando íbamos de salida, un grito desgarrador retumbó desde la habitación contigua.Me asomé y vi a mis suegros llorando junto a la cama. El que estaba tendido ahí era Rubén.Un corrillo de curiosos murmuraba en

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    Javier entendió enseguida lo que mi madre quería decir y soltó:—Ya, no sigas... todo es culpa mía. Si hubiera sabido lo que era Rubén, me la habría llevado yo. Fui yo el cobarde, que me escondí en otra ciudad. Si Carmen me acepta, le haré la boda más grande que se haya visto.Después de esa comida sentí que, por fin, una parte de la sombra que cargaba encima empezaba a soltarse.Esa misma noche, Javier se levantó de pronto y me dijo que quería llevarme a un sitio.Y fue gracias a él que, por primera vez en mi vida, me subí a un carro de lujo.Le pregunté a dónde íbamos y solo respondió:—A ver un espectáculo.Al poco rato el auto se detuvo frente a la casa de Rubén.El portón estaba abierto de par en par y todavía había gente tirando cosas a la calle.Vi a Rubén gritarle a un hombre mientras lo sujetaba del brazo:—¡¿Quién te dio permiso de tocar mis cosas?! ¡Suéltalo ahora mismo!Mariana estaba tirada en el suelo, llorando sin consuelo.Uno de los hombres le soltó un puñetazo en la c

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    Finalmente, Rubén me apuntó a la cara con el dedo y me lanzó una amenaza furiosa:—¡Maldita perra! Seguro andas con otro a mis espaldas. ¡Si esto llega a juicio, me quedo con todo, con la casa y la plata!Yo solo sonreí y solté un suspiro.—¿Ya olvidaste que estamos divorciados? Lo que yo haga con Javier no es asunto tuyo. Y aunque lo hubiera, soy libre. ¿Con qué derecho vienes a meterte en mi vida?—¡Ah, con que quieres jugar conmigo, Carmen! Vamos a ver quién tiene más cara dura. Ese departamento es mío, te guste o no. ¡Y quiero ver quién se atreve a sacarme!Con esas palabras, los tres se largaron, vencidos.Pero esa pelea no apagó la alegría del reencuentro.Mis padres recibieron a Javier con un cariño enorme, como si siempre hubiera sido de la familia.—Hoy te quedas a cenar —dijo mamá—. Hace rato que no pruebas mi comida. Te voy a preparar un banquete.Con energía, empujó a papá hacia la cocina. La casa quedó en silencio, solo Javier y yo en la sala.Desde chicos, mis padres soña

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