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Capítulo 8

Autor: Alyssa J
En mi cuarto, no bajé a cenar y me encerré con llave para empacar mis últimas pertenencias.

Mi padre y mi madre dieron por hecho que solo estaba haciendo un berrinche y se quedaron quejándose afuera de mi puerta.

—Su carácter está cada vez peor. Son solo unos cuadros, ¿en serio tiene que ponerse así con su hermana?

—¡Es una malagradecida!

En medio de todas las críticas, Grayson tocó a mi puerta.

—Ya no te enojes. Ven a comer algo.

Me volví hacia la puerta; por dentro me sentía fatal, pero mis ojos estaban secos. Ya había llorado demasiado; ahora, ni siquiera me salían las lágrimas.

Afuera, Finn jaló a Grayson con enojo.

—Ni te molestes con ella. Solo le gusta hacer drama. A ver cuánto le dura su huelga de hambre.

Me reí. Una comida. Porque mañana me iba.

***

Al día siguiente me levanté muy temprano, pero para mi sorpresa, la familia ya se había ido. Al revisar mi celular, descubrí que habían salido al amanecer para rezarle a la Diosa de la Luna en el Bosque Sagrado.

Dicen que el santuario de ahí es muy poderoso, pero tienes que caminar mucho para llegar al sitio sagrado y orar antes de que salga el sol. Con razón se fueron tan temprano; todo era para pedir por la bendición de Victoria.

En redes sociales, todos habían publicado algo. Cada foto era sobre Victoria.

Padre: “¡Que Victoria esté a salvo y sea feliz por siempre!”

Madre: “¡Mi niña preciosa, que todos tus deseos se cumplan!”

Finn: “¡Que Victoria tenga una vida llena de paz y alegría!”

Grayson no subió foto de Victoria, solo una oración:

“¡Esperando paz y tranquilidad duraderas!”

En mi vida pasada, Grayson había publicado muchos de sus deseos para el árbol sagrado. Un hombre que nunca creyó en dioses ni espíritus, y sin embargo, visitaba ese santuario casi cada año.

Solo porque sus publicaciones llevaban las palabras “mi amor”, siempre pensé que la persona en su corazón era yo. No fue hasta antes de morir que supe que todas se las había dedicado a ella.

Todos esos años de entrega unilateral no fueron más que un mal chiste. Afortunadamente, el cielo me dio una segunda oportunidad y por fin abrí los ojos, negándome a repetir los errores del pasado.

Mi celular sonó con la notificación de un mensaje.

Mensaje: “Señorita Blackwood, bienvenida a su residencia en el bosque. Por favor diríjase al aeropuerto. Nuestro personal la encontrará ahí. Deseamos que cada día en el bosque esté lleno de éxito y paz.”

Sonreí al cerrar el celular y dejé sobre la mesa el documento que había preparado para romper legalmente los lazos con mis padres.

Antes de irme, recordé algo. Me detuve y me quité el collar que llevaba puesto. Era la reliquia familiar que Grayson me había dado años atrás, cuando logré confesarle mis sentimientos.

Me dijo que quien portara ese collar sería su Luna, la futura señora de la Manada Stormwind. Pero ahora, ya no tenía ningún deseo de ser su Luna.

Puse la reliquia sobre el documento de renuncia y salí con mi equipaje.

Entonces, mi celular empezó a vibrar con insistencia. Me detuve y lo saqué.

La pantalla mostraba docenas de llamadas perdidas de mi padre, mi madre, Finn y Grayson. Abrí el chat grupal y encontré incontables mensajes etiquetándome.

Familia: “¡Victoria se cayó en la montaña y su espíritu se está desvaneciendo! ¡Ven al hospital ahorita mismo para una transfusión de esencia!”

Familia: “Tienes treinta minutos, ¡ven al hospital ya!”

Familia: “¡Si le pasa algo a Victoria, serás la responsable!”

Me quedé quieta un momento; luego, con indiferencia, me salí del chat grupal y los bloqueé a todos, uno por uno.

A partir de ahora, ya no sería el banco de esencia de Victoria, ni la segunda hija de mis padres, ni la hermana de Finn y, definitivamente, ya no sería la prometida de Grayson. Yo era Ember Blackwood, y solamente Ember Blackwood.

Me di la vuelta para echar un último vistazo al lugar donde había vivido por más de veinte años, y luego arrastré mi maleta hacia el auto que me esperaba, sin mirar atrás.
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Último capítulo

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    Habían pasado dos años desde la noche en que Victoria nos atacó. Dos años de visitas semanales al hospital, sentada junto al cuerpo inmóvil de Grayson. Sin embargo, hoy se sentía diferente. Sabía que esta sería mi última visita.—Hola —dije, acomodándome en la silla habitual junto a su cama—. Tengo noticias para ti.Las máquinas emitían un pitido constante a nuestro alrededor. Su cara se veía tranquila, casi como si solo estuviera durmiendo profundamente.—Le dieron cadena perpetua a Victoria. Sin posibilidad de libertad condicional —alisé la manta sobre su pecho—. Pensé que querrías saber que ya no podrá lastimar a nadie más.Busqué en mi bolso y saqué un recorte de periódico.—Mira. Escribieron un artículo sobre mi exposición de arte. “Estrella Naciente del Arte Contemporáneo”, así es como me llaman.Sostuve el artículo donde pudiera verlo, aunque sus ojos permanecieran cerrados.—¿Recuerdas esos cuadros que Victoria afirmaba que eran suyos? Bueno, la verdad salió a la luz durante su

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