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Capítulo 3

Penulis: Jinensea
Al día siguiente. El timbre del teléfono fijo de la casa despertó a Samantha. Contestó, todavía medio dormida:

—¿Bueno?

Tenía la voz rasposa. Al otro lado de la línea, se escuchó la voz preocupada de su mejor amiga, Mariana Pérez.

—¿Qué tienes, Sam? ¿Te sientes mal?

No iba a confesar que Gael la había dejado exhausta la noche anterior, así que se limitó a responder vagamente.

—No, nada, creo que me va a dar gripa. Dime, ¿qué pasó?

—¡Cómo que qué pasó! ¿No quedamos de celebrar tu divorcio? Llevo un buen rato esperándote en el restaurante, te he estado marcando y nada…

Mariana no había terminado de hablar cuando Samantha se incorporó. Giró la cabeza hacia el reloj de la pared y vio que la manecilla ya marcaba las once. Ya había pasado una hora de la hora acordada con Gael para firmar el divorcio.

Miró a su alrededor. No había ni rastro de él. A saber a qué hora se había largado ese infeliz.

***

Restaurante Media Luna. Mariana no apartaba la vista de la mano vendada de Samantha. Después de escuchar el relato de la herida y la curación, estaba que echaba humo.

—¡Es que no puedo creerlo! ¿Ese imbécil de Gael en serio se hace llamar tu esposo? ¡Necesitabas que firmara los papeles del hospital, y el tipo no contesta porque está muy ocupado con la otra! Y para colmo, te manda para que esa tipa te humille en tu cara. ¡Te juro que quiero matar a alguien!

Su voz era tan alta que atrajo las miradas de la mesa de al lado. Samantha se cubrió la cara con una mano e intentó calmarla.

—Baja la voz, por favor.

—¡No pienso bajar la voz! Y eso que todavía no empiezo contigo. ¿Qué te pasa? ¿Estás loca? Si no te divorcias de un tipo así, ¿entonces para qué lo quieres?

Mariana la miró, frustrada. Samantha se apresuró a aclarar la situación.

—No, no es que no me vaya a divorciar. Es que no se pudo en la mañana.

Le había llamado a Gael, pero contestó su asistente y la despachó con la excusa de que estaba en una junta.

—No se pudo porque te quedaste dormida, ¿es eso?

La cara de Mariana era de incredulidad. Samantha respondió en voz baja, a la defensiva:

—En tres años de casados ni se tocaron, y se acuestan la noche antes de firmar el divorcio. ¿Qué fue eso, la despedida o qué?

—¿Desde cuándo está prohibido el sexo de divorcio?

—Pfft…

Una risa a sus espaldas la hizo girar. Se encontró con una mirada indiferente. Tenía que ser Gael.

Iba impecablemente vestido, al igual que el sujeto que lo acompañaba. Era él quien se había reído. Samantha lo reconoció: era Tadeo Cruz, el mejor amigo de Gael desde la infancia.

Pero no eran los únicos. Junto a ellos estaba Renata. Quizás por haber escuchado a Mariana y enterarse de que Samantha y Gael por fin habían consumado su matrimonio, una fisura casi imperceptible apareció en su semblante compuesto.

¿Cómo era posible? Anoche le había enviado el video a Samantha a propósito, y después de la forma en que ella la había provocado, Gael debería detestarla todavía más.

Si la detestaba, ¿por qué se había acostado con ella? Nadie sabía mejor que ella lo disciplinado que era Gael.

Sin embargo, había perdido todo el control. ¿Significaba que sus sentimientos por ella habían cambiado?

Había estado tres años en el extranjero, mientras que Samantha lo había acompañado día y noche durante ese mismo tiempo. Nadie podía asegurar que la convivencia no hubiera hecho nacer sentimientos en él.

El pensamiento le causó malestar a Renata, y su aversión hacia Samantha se intensificó. Tadeo, ajeno a los pensamientos de ella y con ganas de divertirse a costa de su amigo, le preguntó a Samantha a propósito:

—Y bien, señora Castillo, ¿qué tal estuvo el sexo de divorcio?

En un principio, Samantha no tenía intención de responder a una pregunta tan impertinente, pero al ver la mirada amenazante de Gael, que parecía decirle “di una tontería y te mato”, un impulso retador la dominó.

—Pues, regular.

Una reseña bastante mediocre. Ningún hombre podría tolerar un comentario así.

Y mucho menos alguien como Gael, acostumbrado a ser siempre el mejor en todo. La fulminó con la mirada.

Pero a Samantha, que ya no tenía nada que perder, no le importó. Ya no era su responsabilidad cuidarlo, así que no tenía por qué soportar sus humores. Levantó el mentón y le sostuvo la mirada.

Gael estuvo a punto de reírse con furia. Desde que su tía había fallecido, esa mujer era otra. Había desaparecido la docilidad que antes mostraba frente a él; ahora no solo era respondona, sino que se atrevía a provocarlo abiertamente.

Aunque, al pensarlo mejor, tenía sentido. Seguramente estaba desesperada por encontrar a su siguiente víctima. Como ya no podía sacarle dinero a él, no tenía caso seguir fingiendo.

Le repugnaba siquiera tener que mirarla.

—A las tres de la tarde.

Soltó la hora y se fue rápido, como si le diera asco compartir el mismo aire que ella.

—¡Gael!

Renata lo siguió con pasos cortos. Antes de desaparecer, le lanzó una última mirada hostil a Samantha.

—Hay que tener agallas para criticarlo de esa manera. Te felicito.

Dijo Tadeo a modo de cumplido antes de seguirlos. Samantha ignoró el “cumplido” de Tadeo. Le tomó un segundo procesar lo que Gael había dicho.

A las tres de la tarde, en el registro civil. Para el divorcio. Perfecto. Hasta le había vuelto el apetito.

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