LOGINEl hotel me llamó para recordarme de forma sutil que anoche olvidé pagar los condones que usé, y que ya habían descontado el importe de mi tarjeta de membresía. Yo estaba algo confundida; ayer trabajé horas extras hasta muy tarde, ni siquiera estuve en un hotel. Pregunté a mi esposo, el único que sabía el número de mi tarjeta, sobre qué demonios había pasado. Él me miró con cara de total desconcierto. —Cariño, esa habitación cuesta más de diez mil la noche, ¿cómo iba yo a gastar eso? Seguro que fue un error del sistema. —Habrá sido alguien que ingresó mal el número de la membresía. Mañana iré a poner una queja. Ya no perdí el tiempo hablando con él. La inversora de ese hotel es Ángela, mi mejor amiga. Le llamé directamente. —Querida, ayúdame a revisar con quién demonios se registró Víctor Soto anoche. ¡Voy a pillarlo en la infidelidad!
View MoreÉl me miró con una expresión suave y firme: —No pasa nada, la base del Grupo Castillo no va a tambalearse por este dinero. Pero quiero decirte que estoy de acuerdo con que sigas con la investigación científica. Si quieres hacer algo, hazlo. Te apoyo.Las lágrimas brotaron al instante.La que fui alguna vez, por esos supuestos ideales y ese supuesto amor, los había lastimado tan profundamente.Pero de ahora en adelante, nunca más.Volví a dedicarme por completo a la investigación, liderando al equipo para superar un nuevo proyecto.Ángela me dijo que, después de aquel incidente, el hotel había actualizado por completo su sistema de seguridad y la verificación de identidad de los clientes; ahora era imposible que volviera a ocurrir un caso de suplantación.Con un poco de culpa, le pregunté si aquel escándalo había afectado mucho la imagen del hotel.Ella soltó una carcajada franca: —Tranquila, los que estaban mal eran esos dos desgraciados, no tú. Nuestro hotel ahora es famoso por prot
—No puedes negarte —cerré los ojos, negándome a seguir viendo ese rostro repugnante—. No depende de ti.Más tarde, Víctor y Paola fueron llevados por la policía.Durante los días que estuve hospitalizada, mis padres y Ángela se turnaron para cuidarme, con sumo cuidado, sin mencionar jamás a Víctor.Solo buscaban maneras de hacerme reír, temiendo que este asunto me dejara una sombra en el corazón.Hasta el día en que me dieron el alta, mi madre me tomó la mano, con los ojos ligeramente enrojecidos:—Flora, vuelve a casa, ¿sí? Tu padre… te echa mucho de menos. ¿Por qué no comemos una cena de reunión familiar los tres juntos?Mirando las nuevas arrugas en las comisuras de sus ojos y sentí una punzada amarga en el pecho.Les estaba muy agradecida: desde pequeña nunca me faltó nada.Y su único deseo fue siempre que yo estuviera a salvo y feliz.Pero al crecer, me volví terca, empeñada en mi investigación científica.Hacer investigación a veces era peligroso; ellos se oponían, y yo, obstinad
Miraba los claros registros de transferencia en la pantalla y volví la mirada, atónita, hacia Víctor:—¿Te atreviste a desviar fondos de la empresa?—¡Yo no he hecho nada! —Víctor entró en pánico por completo, con la voz aguda.—Si es calumnia o no, pronto quedará claro —una voz imponente llegó desde la puerta.Mi padre estaba allí, con el rostro sombrío, seguido por dos policías uniformados.Su mirada pasó por Víctor y Paola, y finalmente cayó sobre mí, llena de dolor.—Señores, las pruebas ya fueron entregadas. Ocúpense conforme a la ley.Víctor por fin sintió miedo.La máscara de falsedad en su rostro se derrumbó de inmediato, sustituida por puro terror.De pronto se lanzó hacia Paola, manoteando torpemente para arrancarle el collar de diamantes del cuello y el reloj de lujo de la muñeca, tan brusco que casi la hizo caer.—¡Flora, Flora, créeme! —su voz temblaba, casi llorando—. Yo no sabía nada, yo no hice nada de eso.—Esas joyas yo pensé que eran imitaciones baratas, por eso se l
Me forcé a sacar una leve sonrisa, y antes de que pudiera abrir la boca, la puerta de la habitación se abrió de golpe.Víctor se plantaba en el umbral, con el rostro enojado y los ojos llenos no de culpa, sino de acusación.En pocos pasos llegó a la cama, me señaló con el dedo y gritó:—Flora, ¿por qué no me dijiste antes que tus padres eran los directivos del Grupo Castillo? Si lo hubieras dicho a tiempo, ¿cómo iba yo a ofender al Grupo Castillo y también a los Medina?”—Ahora sí, la empresa me ha despedido de forma obligatoria, ¡lo he perdido todo! ¿Estás satisfecha?Su descaro me dio náuseas.—Te lo dije —pronuncié cada palabra con claridad— más de una vez. Eres tú quien nunca tuvo paciencia para escuchar, tú quien creyó que mis asuntos familiares no importaban.—Víctor, lo que te pasa hoy, ¡te lo buscaste tú mismo!Mis palabras lo hirieron, y se volvió aún más histérico, devolviéndome la culpa:—¿La persona culpable soy yo? Si no fuera porque te pasas todo el día metida en el labor






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