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Capítulo 5

Author: Melanie Vals
Julián no volvió durante toda la semana siguiente.

Yo, sin embargo, siempre pude saber lo que estaba haciendo. Después de todo, con una Jimena a la que le encantaba publicar todo en las redes, era difícil que no me enterase.

Los dos habían ido a las aguas termales, luego a la playa y se habían hecho fotos juntos frente al amanecer...

En esas fotos, volví a encontrarme con un Julián diferente. Resultaba que sí era capaz de actuar como un hombre normal y enamorado.

Pero no conmigo.

No presté mucha atención a dónde iban y a qué jugaban cada día, solo echaba un ojo de vez en cuando.

En los últimos días, no había estado para nada ociosa, había tantas cosas en casa que había tardado en limpiarla por completo.

Cuando regresé a casa de mis padres, les informé que pronto me metería al laboratorio y que, a partir de entonces, solo podría contactar con el mundo exterior a intervalos largos.

Mi padre se quedó un poco sorprendido.

—Julián y tú están a punto de casarse, ¿no vivirán separados si te metes ahora?

La mirada de mi madre también lucía preocupada, mientras me tomaba de la mano y me aconsejaba.

—Piénsatelo bien, les costó llegar a esto… Temo que, si vas al laboratorio, Julián no esté de acuerdo, entonces su boda...

Entendía lo que querían decir. Mis padres habían visto durante años mi obsesión por Julián y sabían exactamente cómo él me trataba. Incluso, antes de que le propusiera matrimonio, me habían aconsejado con amabilidad que me lo pensara mejor, que yo no tenía mucho peso en el corazón de Julián y que, quizás, debía reconsiderarlo.

Sin embargo, en aquel momento confiaba en poder cambiar a Julián y hacer que me aceptara por completo. Por lo que mis padres terminaron cediendo para complacerme.

Por eso, ahora que se acercaba la boda, a mis padres les preocupaba que, al meterme en el laboratorio, Julián lo desaprobara e incluso pudiera cancelar la boda y romper conmigo.

Querían que me lo pensara por miedo a que me hicieran daño. Pero, ahora, quien había decidido cancelarlo todo era yo.

Después de que yo les contara todo sobre la cancelación, mis padres permanecieron en silencio por un buen rato.

No obstante, no les dije que Julián había dejado embarazada a otra mujer, por miedo a que no pudieran soportar semejante shock, y me limité a decirles que quería seguir contribuyendo al campo de la investigación.

Mis padres se miraron y, puesto que yo había tomado una decisión, decidieron apoyarme plenamente.

Al final, mi padre suspiró, me dio una palmadita en el hombro y me dijo que no tenían ningún problema mientras yo no me arrepintiera.

Cuando llegué a casa le pedí a mi mejor amiga, Dulce López, que viniera a ayudarme a tirar todas las cosas que había empaquetado, las cajas de cartón se amontonaban en el salón ocupando mucho espacio.

Las dos hicimos varios viajes hasta que por fin tiramos todas las cajas de cartón y, de repente, la casa quedó vacía.

Dulce miró con cierta emoción.

Recordaba que cuando le propuse matrimonio a Julián dos meses antes… estaba tan emocionada que me llevó de copas toda la noche, murmurando que por fin había conseguido lo que quería.

No se imaginaba que dos meses más tarde decidiría cancelar la boda.

—Cariño, así que vas en serio. El otro día, cuando dijiste que la boda se cancelaba, creí que estabas bromeando. Te he visto ir detrás de Julián durante tantos años… Por favor, dime qué fue lo que pasó.

Probablemente porque estaba a punto de irme, sentí el deseo de hablar de ello en este momento, así que le conté a Dulce todo lo que había pasado en el último mes. Incluido el hecho de que Julián, si bien a través de inseminación, había dejado embarazada a Jimena.

Dulce escuchó atentamente todo lo que le contaba, antes de explotar.

—¡Dios santo! ¡Qué bastardo! Tú lo tomaste siempre como un tesoro, pero antes de casarse se convirtió en el padre del hijo de otra mujer y quiere que tú aceptes esto, ¡¿en qué demonios estaba pensando?!

Sacudí la cabeza y me tragué la amargura que llenaba mi corazón.

—¿Quién sabe? Dice que Jimena le salvó la vida una vez y quiere cumplir todos sus deseos.

—¡Pero tú también le salvaste la vida una vez! —exclamó Dulce, llena de indignación—. ¡Qué le da derecho a hacerte esto!

Sin embargo, yo no respondí.

Tal vez, él simplemente no me amaba.

Pero estaba bien. Pronto, iba a dejarlo.

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