Miope y perdida en el juego del terror

—¡Bienvenidos al Hogar de la Felicidad!

—Objetivo de la partida: Sobrevivir siete días completos en este nivel para superar el reto.

—Jugadores iniciales: 30. Jugadores sobreviviendo: 30.

—¡Que disfruten la experiencia!

El aire estaba lleno de un ruido mecánico, algo bien extraño.

Tras morir en un accidente de tráfico, una luz blanca me deslumbró y, en un parpadeo, me encontré parada frente a un edificio.

Como mi miopía extrema me tenía prácticamente ciega, a más de tres metros de distancia no veía absolutamente nada.

No lograba distinguir la fachada del edificio ni a las personas que tenía cerca. Lo único que alcanzaba a captar eran sombras borrosas, puras manchas difusas.

De pronto, cerca de mí se escuchó una voz débil, casi un lamento, la de una chica:

—¿Dónde estoy? ¡Ya quiero regresarme a mi casa!

Un matón de cabello rubio, visiblemente nervioso, maldijo en voz baja:

—¿Quién diablos está haciendo esto? ¡Ya me quiero largar de aquí!

Una pareja que se veía más tranquila que el resto se apartó de la multitud. Se presentaron como jugadores veteranos: Ana y Hugo. Con toda la calma, se dedicaron a explicarnos qué demonios estaba pasando.

Nos explicaron que este rollo era un juego sin fin y que, para empezar, todos los que estábamos parados ahí ya estábamos muertos.

La única vía de escape, nos dijeron, era si lográbamos superar todos los niveles y acumulábamos esos 9,999 puntos legendarios: solo así podríamos regresar a la vida.

Al escuchar esto, no pude contenerme y, sin pensarlo dos veces, disparé la pregunta:

—¿Y cuántos puntos es que te llevas por pasar un nivel?

Ana, con una expresión algo mustia y la voz apenas audible, nos respondió:

—Eso va a depender de tu índice de terror. Si terminas una fase con 99, con suerte ganas un punto. Si llegas a 100... ahí sí que mueres.

El índice de terror, como es obvio, mide el nivel de terror que te está invadiendo.

Los jugadores veteranos, como Ana y Hugo, se las arreglaban para mantener ese índice por debajo de 60.

Pero a los novatos, bueno, estaban jodidos.

Me quedé pensando un momento y volví a preguntar:

—¿Y si lo paso con cero de índice de terror? ¿Me puedo hacer de 100 puntos, o qué?

En cuanto dije eso, algo se encendió fuera de mi limitado campo de visión. De repente, todo lo que yo hacía empezó a transmitirse en vivo. Decenas de comentarios mensajes empezaron a aparecer como chispas:

"¡Esta novata habla hasta por los codos! Hogar de la Felicidad es un nivel S. No es el más difícil, pero ¡por lo retorcido que es, nadie lo ha terminado nunca!"

"La última vez, un crack, Diego, de la primera guild, llegó hasta el sexto día, pero terminó muerto."

"Esto va a terminar mal. Ya solo quedan Ana y Hugo como veteranos. Ni de cerca le llegan al nivel de Diego, ¡así que de seguro esta vez los eliminan a todos!"

***

Rápidamente, nos dieron la opción de elegir nuestras habitaciones.

Ana nos explicó que, aunque este nivel seguía sin ser superado, los jugadores que habían muerto nos dejaron algo de experiencia.

El edificio tenía treinta pisos, con un solo apartamento por piso. Cada jugador tenía la obligación de escoger una habitación.

Además, esto no era más que un juego de terror de rol, lo cual significaba que cada habitación ya estaba ocupada por una entidad extraña que se haría pasar por diversas relaciones familiares o amorosas con el jugador.

Obviamente, vivir durante siete días con ellos iba a hacer que nuestro índice de terror se disparara.

Hugo cortó a Ana de inmediato, la tomó de la mano y, sin dudarlo un segundo, ambos eligieron el primer y el segundo piso.

Al ver esto, varios jugadores más se apresuraron a tomar pisos bajos, seguramente porque ya se olían a lo que se enfrentaban.