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Capítulo 2

Penulis: Luna Bianchi
Abrí los ojos asombrada, mirando incrédula a Vincenzo y con un llanto desgarrador:

—¡Vincenzo! ¡Eres un maldito! ¡Mi padre está en coma ahora, solo por salvarte! ¿Cómo puedes usar la vida de mi padre para amenazarme?

Vincenzo respondió impacientemente:

—Mientras cuides bien de Lucia durante su cuarentena postparto, y te encargues de ella y de su hijo, no le haré daño.

Habiendo dicho esto, la abrazó y se fue.

—Lucia, gracias por darme al heredero, te recompensaré adecuadamente.

Sentí una fuerte hemorragia, mientras rogaba a los guardias que estaban en el salón que me llevaran al hospital, rogándoles que salvaran a los niños que llevaba en mi vientre.

La señora Giulia Moretti, madre de Vincenzo, entró apresuradamente. Al ver el caos en el salón y mi cuerpo cubierto de sangre, su rostro se puso pálido al instante.

—¡Rápido, llévenla al hospital inmediatamente! Si algo le llega a pasar a mis nietos, los voy a hacer desaparecer como si fueran alimento para los peces.

Me llevaron al hospital privado de la familia, pero los médicos tardaron en llegar.

La señora Giulia, furiosa, comenzó a interrogar a las enfermeras sobre la ausencia de los médicos que habían sido asignados para mí.

Las enfermeras, temblando del miedo, respondieron:

—Señora, todos los médicos fueron llamados por el padrino a la villa junto al mar. La señorita Lucia se cortó un poco cuando se hacía la manicura, y el padrino temía que se infectara, por lo que hizo que todos los médicos estuvieran en alerta.

—Ahora, en el hospital… no hay médicos.

La señora Giulia, furiosa, maldijo en italiano:

—¡Está loco, realmente loco! La esposa que él pidió de rodillas ahora está perdiendo sangre al dar a luz a su hijo, y él, por una amante, ha enviado a todo el personal médico a otro lado, sin importarle la vida de su esposa.

Cuando ya era la décima vez que llamaba a Vincenzo, finalmente contestó, con tono impaciente, le preguntó a su madre que es lo que ella quería, y si yo estaba causando problemas nuevamente.

La señora Giulia gritó, completamente fuera de sí:

—¡Ailora está perdiendo mucha sangre y se desmayó! ¡Los latidos de los niños en su vientre están disminuyendo! ¿Cómo puedes haber mandado los médicos asignados para ella lejos? ¿Acaso quieres matar a tu esposa y a tus hijos?

Vincenzo soltó una risa sarcástica:

—¿Fue Ailora quien te pidió que me llamaras? Su bebé ya nació ayer, ¿ahora está fingiendo estar en riesgo de parto? Está bien, yo también tengo que tomarles una foto de nacimiento a Lucia y a su hijo. ¿No es eso lo que quiere, un médico? Pues voy a mandar a alguien.

La señora le colgó el teléfono, y apretando con fuerza mi mano me dijo:

—No tengas miedo, Ailora, los médicos ya vienen.

Sentí un dolor punzante en el vientre, y con cada segundo que pasaba, los latidos de los niños se volvían más débiles. Y al pensar en mi vida pasada, recordé cuando los niños perdieron la vida en mis brazos.

Mi cuerpo temblaba mientras tomaba la mano de la señora Giulia, y con dificultad logré decir:

—Madre, hace tres años, mi padre recibió un disparo para salvar a Vincenzo y quedó en coma. Tú me prometiste que me tratarías como a una hija y que si Vincenzo me trataba mal, me ayudarías a dejarlo. Te ruego que me permitas divorciarme de él. Yo no obstaculizaré el camino para que el hijo de su amante, la mujer que tanto ama, suba al poder y obtenga la herencia, solo quiero que mis hijos nazcan a salvo.

La señora Giulia con su rostro lleno de lágrimas, y apretando mi mano con fuerza me dijo:

—Aunque lo hice para agradecerle a tu padre por salvarle la vida, mi intención original era adoptarte. Fue Vincenzo quien insistió en perseguirte como un loco y pedirte en matrimonio; él te amaba tanto, ¿cómo es que ahora todo ha cambiado de esta manera? Es todo culpa de esa perra de Lucia. Si no hubiera aparecido, ustedes no estarían en esta situación.

Con una sonrisa llena de tristeza, me preguntaba también a mí misma, ¿cómo era posible que aquel hombre que una vez me amó con toda su alma, ahora me tratara así?

Bajo el cielo estrellado de Sicilia, juró que me amaría por siempre, y si alguna vez me traicionaba, su corazón sería atravesado por mil balas, y moriría de la manera más cruel y dolorosa. Y ahora, por otra mujer, me empujas al abismo.

—Te lo ruego, señora Moretti… —dije entre dientes con gran esfuerzo, palabra por palabra.

Al escuchar mi débil súplica, la señora Giulia finalmente asintió con la cabeza, como si ya hubiera tomado una decisión.

—Está bien. Cuando se casaron, hice que firmara un acuerdo de divorcio que guardé en caso de que llegara este día. Ahora iré a buscarlo y haré todo lo necesario para que sea ejecutado de inmediato. Mañana mismo, anunciaré que tú serás la única heredera de los bienes de la familia Moretti. Y este hijo ingrato… ya no será más reconocido como parte de la familia.

Con esas palabras, la señora Giulia se levantó rápidamente, dispuesta a encargarse de todo. Yo permanecía en la cama del hospital, el dolor en mi abdomen me golpeaba como una ola, y no podía evitar gritar de agonía.

La asistente que había dejado la señora Giulia miraba con desesperación hacia la puerta, esperando con ansiedad que el médico que había enviado Vincenzo llegara.

Finalmente, alguien apareció. Pero no era un médico.

Era un hombre vestido como repartidor.

Al ver aquella escena sangrienta en la sala de parto, el hombre perdido y sin saber que hacer, me alcanzó una bolsa de la que cayeron un paquete de toallas higiénicas y una curita.

—El padrino dijo que no es más que el sangrado postparto, que no te vas a morir. También dijo que te las arreglaras tú misma, y que no lo molestes más con este tipo de cosas.

La asistente, con los ojos rojos y llenos de lágrimas, botó la bolsa con rabia.

—¡Señora, por favor, permítame llevarla a otra ciudad, tiene que resistir!

El dolor me consumía, mis gritos fueron apagándose y mi vista nublándose, hasta que finalmente perdí el conocimiento.
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