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Capítulo 5

Author: Palomita
—¡No hagas un escándalo, solo están bromeando sin mala intención! —dijo Carlos.

Un destello de decepción cruzó por los ojos de Paloma. Incluso cuando la difamaban de esta manera tan cruel, él ni siquiera la defendía.

—Entonces, ¿qué sería tener mala intención? ¿Acaso tengo que arrodillarme y abofetearme a mí misma diciendo que no debería haberme casado contigo? —respondió Paloma con sarcasmo—. Carlos, no olvides que ¡fuiste tú quien me propuso matrimonio!

Los amigos de Carlos se miraron asombrados entre sí, incluso Marina se veía incómoda. Los ojos de Carlos mostraron un profundo desagrado mientras le tomaba la mano.

—Si tienes algo que decir, ¡hablemos en casa!

—No, lo que tenga que decir lo diré aquí. —Se soltó con fuerza de su agarre—. Ahora que lo pienso bien, tú y Marina hacen buena pareja: uno siendo infiel y la otra siendo la amante perfecta. Les deseo cien años de felicidad.

El rostro de Carlos se ensombreció y Marina palideció.

Mateo Ramos, amigo de Carlos, intervino enfurecido:

—Paloma, ¿con qué derecho hablas así de Marina? ¿Acaso en qué te comparas con Marina? Si Carlos no ama a Marina, ¿acaso va a amar a una huérfana graduada de una universidad de tercera como tú? Ja,ja,ja…

—¡Qué estupidez! —Camila se precipitó furiosa—. ¿Qué universidad de tercera, ni qué nada? ¡Paloma se graduó de la Universidad de Defensa Nacional!

—¡Ja, ja, ja! —Se escucharon carcajadas alrededor—. ¿Una universidad de tercera tiene el descaro de compararse con la Universidad de Defensa Nacional?

—Paloma, ¡tú y tu amiga son igual de desvergonzadas!

Marina se sintió mucho mejor y se levantó para decir con burla:

—Si quieres fanfarronear, deberías tener la capacidad real para hacerlo. Mentir sobre tu educación solo te convierte en una payasa de circo barato.

Camila estaba furiosa.

—¿Qué mentira es esta? ¡Con solo una búsqueda en el Portal Académico Nacional lo confirmaría!

Paloma detuvo a su amiga y miró con arrogancia a Marina.

—Mi educación no necesita ser evaluada por ti.

Marina se enojó. La persona frente a ella acababa de ser expuesta por mentir sobre su educación, debería sentirse avergonzada y nerviosa, ¡pero ¿por qué se veía tan tranquila?! ¡Tan tranquila que resultaba bastante incómodo! De pronto, Marina vio con el rabillo del ojo algunas figuras acercándose, parecía que iban a pasar por su mesa.

¡Y reconocía a una de esas personas!

—¡Profesor Vargas! —gritó Marina entusiasmada con una sonrisa—. Qué coincidencia verlo aquí cenando también.

El Profesor Vargas reconoció de inmediato a Marina.

—Ah, eres tú. Qué gusto verte.

El Profesor Vargas tenía cierta relación con la familia de Marina y mantenían contacto ocasional.

—Usted es profesor de la Universidad de Defensa Nacional. Curiosamente, alguien en nuestra mesa dice haberse graduado de allí. No sé si la conoce —dijo con sarcasmo Marina.

Las otras personas, como si quisieran ver el espectáculo, dijeron:

—Así es, Paloma, ¿no dijiste que te graduaste de la Universidad de Defensa Nacional? Tal vez conoces al profesor, ¿no es así?

Paloma se acercó lentamente.

—Profesor Vargas, cuánto tiempo sin verlo.

—¡Vaya, qué buena actuación!

—¡En verdad se cree estudiante de la Universidad de Defensa Nacional!

—¡Es imposible que el profesor Vargas la conozca!

Esos comentarios despectivos se escucharon por todos lados, pero se detuvieron de forma abrupta cuando vieron que el profesor Vargas puso su mano en el hombro de Paloma.

—Qué sorpresa encontrarte aquí. Han pasado varios años desde la última vez que nos vimos —dijo con cariño el profesor Vargas.

—Sí, varios años. ¿Cómo ha estado su salud? —respondió Paloma.

—Bien, muy bien. También supe lo de tus padres, mis sinceras condolencias —suspiró el profesor Vargas.

—Gracias —respondió Paloma respetuosa.

Aquellos que esperaban ver el espectáculo ahora mostraban expresiones de asombro.

Marina abrió los ojos de par en par, incrédula.

—Profesor Vargas, ¿usted... en serio la conoce?

—Por supuesto, es mi estudiante, ¡¿cómo no la voy a conocer?! —dijo con agrado el profesor Vargas—. Fue la mejor estudiante de ciencias de Dorada, causó bastante revuelo cuando ingresó.

Los rostros de quienes esperaban ver el espectáculo ya no se podían describir como simplemente incómodos. La mejor estudiante de ciencias de Dorada... cualquiera que haya estudiado sabe lo difícil que es lograr eso. ¡Definitivamente se podía describir como genial!

Además, se decía que la Universidad de Defensa Nacional era aún más difícil de ingresar que la Universidad de Excelencia, ¡no solo requerían excelentes calificaciones académicas sino también una excelente condición física!

Marina se veía incómoda. Hacía poco había dicho que Paloma era una payasa de circo barato. ¡Pero ahora parecía que la payasa saltarín era en realidad ella!

Carlos también se veía sorprendido. Nunca había sabido esto, Paloma nunca le había mencionado esos grandes logros. De pronto, sintió que su esposa, con quien había convivido tres años, le resultaba algo extraña.

—Profesor Vargas, ¿esta es su estudiante? —sonó una voz masculina sombría y clara que devolvió a todos a la realidad.

—Así es —el profesor Vargas los presentó—. Esta es mi estudiante Paloma Rivera. Paloma, él es Sebastián Blanco del Grupo Empresarial Blanco.

Al mencionar el nombre de Sebastián, las expresiones de todos cambiaron en un santiamén. El anciano de los Blanco había muerto, ¡y el sucesor era Sebastián! Todos se mostraron entusiastas. Si pudieran establecer alguna relación con Sebastián, incluso la más mínima conexión les traería grandes beneficios.

—Un placer conocerla, señorita Rivera —Sebastián extendió cortésmente la mano.

Paloma se dio cuenta de que este hombre era el mismo que había visto hace poco en la puerta del crematorio. Solo que ahora, sin la sombrilla cubriendo su cara, las facciones del hombre se veían con más claridad. Cabello negro peinado hacia atrás que dejaba ver una frente amplia, nariz alta y recta, labios delgados, y bajo las cejas largas, esos ojos negros brillantes y profundos. Aunque en este momento el hombre le hablaba con expresión gentil, era imposible adivinar lo que estaba pensando.

—Un placer conocerlo, señor Blanco —Paloma extendió la mano para estrechar la suya.

Manos limpias y hermosas, de nudillos marcados, que le dieron a Paloma enseguida una sensación instintiva de peligro al estrecharla. ¡Como si esas manos pudieran convertirse en manos asesinas en cualquier momento! El apretón de manos fue cálido y breve.

Las otras personas a su lado estaban ansiosas por intentar conversar con Sebastián, pero él parecía no tener interés en los demás.

—Profesor Vargas, vamos al salón privado.

El profesor Vargas se despidió, le dio algunos consejos a Paloma, y luego siguió a Sebastián.

Carlos se acercó a Paloma, molesto.

—Fuiste la mejor estudiante de ciencias, graduada de la Universidad de Defensa Nacional, ¿por qué nunca me lo dijiste?

Paloma lo miró con indiferencia, porque él nunca se lo había preguntado.

—¿Acaso eso importa? —le dijo.

Carlos estaba a punto de responder cuando de la nada sonaron disparos en el restaurante. ¡Alguien había sacado un arma en el restaurante y estaba disparando hacia Sebastián! Acto seguido, la gente comenzó a gritar desesperada.

En ese momento, Paloma fue empujada con violencia por una fuerza, se tambaleó y casi se cayó.

Con el rabillo del ojo vio a Carlos cargando apresurado a Marina y escondiéndose detrás del biombo. ¡La persona que la había empujado era Carlos! Cuando llegó el peligro, él eligió salvar a Marina en lugar de a ella, ¡su esposa! ¿Cuántas veces más la iba a decepcionar?

Paloma sintió un frío glacial en el corazón y miró a Carlos sin expresión alguna. ¿Acaso no había pensado que, al momento de empujarla, ella podría ser herida por una bala perdida?

Como si sintiera su mirada, Carlos volteó hacia Paloma con una expresión culpable. Cuando escuchó los disparos, solo pensó en proteger a Marina, y cuando se dio cuenta, ya había empujado a Paloma. Después, encontraría la manera de consolar a Paloma. Sabía que ella era una mujer fácil de contentar; en el pasado, sin importar qué hubiera hecho mal, con unas cuantas palabras dulces todo se arreglaba y punto. Se consoló a sí mismo con estos pensamientos, pero de repente sus pupilas se contrajeron al ver los labios de Paloma moviéndose con rabia hacia él, diciendo:

—Carlos, ya no te quiero.

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