Dejó atrás su carrera militar para convertirse en la esposa perfecta, manejando el hogar con maestría y trabajando incansablemente para sacar adelante la empresa de su esposo. Sin embargo, todo su esfuerzo solo le valió estas palabras hirientes: —Paloma, nunca podrás compararte con Marina. Ella es una piloto independiente y exitosa, mientras que tú solo eres una simple secretaria que solo anda sirviendo café por la oficina, eres insignificante. Los amigos de él también la menospreciaban y se mofaban de ella con frecuencia. Lo que ninguno de ellos sabía era que Paloma había sido parte de la élite de las fuerzas especiales, acostumbrada a volar aviones de combate en las misiones más peligrosas. Dominaba cinco idiomas a la perfección y había sido la estudiante más brillante en ciencias de toda ciudad Dorada. ¡Los mejores hackers del mundo habían trabajado bajo sus implacables órdenes! El día más importante de su vida, cuando finalmente pudo recibir las cenizas de sus padres caídos en la base militar, pero él prefirió acompañar a la madre de su primer amor al hospital por un rasguño sin importancia alguno. Completamente desilusionada y con el corazón roto, tomó la decisión de divorciarse. Con las urnas de sus padres en brazos, se dirigió al aeropuerto para partir para siempre. La noticia sacudió a toda la ciudad. Los más altos comandantes militares junto con cientos de soldados se presentaron para rendirle grandes honores en su despedida. Fue entonces cuando Carlos Santana descubrió la verdad devastadora: su exesposa pertenecía a una familia de héroes nacionales, con tantas condecoraciones militares que llenaban gavetas completas. El que en verdad no estaba a la altura de nadie era él. Tiempo después, al ver a Sebastián Blanco, el poderoso heredero de la élite social, junto a Paloma Rivera, no pudo controlar los celos y su ira lo carcomió por dentro. El joven magnate rodeaba con posesión la cintura de Paloma, hablándole al oído con intimidad. —Paloma, me perteneces por completo. Como se te ocurra reconciliarte con tu patético exmarido, ¡lo elimino sin pensarlo dos veces! Paloma observó con indiferencia al hombre influyente que tenía al lado y simplemente entrecerró los ojoscon desprecio. Esa misma noche, él perdió el control y la arrinconó contra la puerta, rogándole desesperado una y otra vez que lo amara. Era el hombre más poderoso al frente del Grupo Empresarial Blanco, capaz de mover montañas con una sola palabra, ¡pero ante ella se convertía en el más sumiso de los devotos!
View More—No somos nada —respondió Paloma. Ella y Sebastián ni siquiera eran amigos.A lo sumo, ella sería su guardaespaldas durante los próximos tres meses. Luego, Yolanda sonrió ligeramente.—Si no quieres decirlo está bien, pero ¿sabes qué? He visto muchas mujeres como tú.Paloma arqueó una ceja y la miró. La joven sonrió.—¿Sabes? He visto muchas mujeres como tú. Se acercan a hombres ricos y poderosos pensando que son especiales. ¡Pero al final, no son más que juguetes de los ricos!—¿Ah, sí? Ah bueno, ya entendí. —Después de decir esto, Paloma se dispuso a irse.Un desello de desagrado pasó por los ojos de Yolanda. Bloqueó a Paloma, pero mantuvo su sonrisa falsa y gentil.—¿Quieres que sea más clara? Para Sebastián no eres nada. Él no se enamorará de nadie.—Entonces, ¿tampoco se enamorará de ti? —preguntó Paloma.La expresión de la señorita cambió. Levantó la mano para darle una cachetada.—¿Qué clase de cosa eres tú para compararte conmigo?Pero su mano no llegó a tocarla, porque Paloma
Afortunadamente, en ese momento el mesero entró al salón privado con los platos, lo que alivió un poco el ambiente.Paloma miró los platos caseros de San Cristóbal servidos en la mesa y sus ojos se enrojecieron involuntariamente. Tomó los palillos y comió bocado a bocado.El restaurante al que Sebastián la había llevado era de los mejores de su tierra natal. Aunque la comida estaba bien preparada, de alguna manera le faltaba algo, comparado con los sabores de su memoria.—¿Qué pasa, no está buena? —preguntó Sebastián.Ella se sobresaltó, no esperaba que él fuera tan perceptivo.—No, está bastante bien.—Pero tu expresión no parece muy satisfecha. —Observó Sebastián—. Si no te gusta la comida de este lugar, podemos ir a otro.—No es necesario, solo es una comida, no hay que ser tan exigente. Además, este restaurante es de los mejores, mucho más refinado que los pequeños lugares donde mis padres solían llevarnos a mi hermano y a mí —dijo Paloma.Pero por alguna razón, extrañaba el sabor
—Estos deberían ser suficientes. Si no, puedes pedir más —respondió él.Ella arqueó una ceja. ¿No le preocupaba que ella hubiera pedido cosas que a él no le gustaran? El mesero tomó el menú y salió del salón privado. Y Sebastián miró a Paloma.—¿Qué le dijiste a Carlos en el aeropuerto?Había visto que antes de abordar, ella le dijo algo a Carlos. Después de eso, la cara de él cambió drásticamente. Pero debido a la distancia, no había logrado escuchar qué había dicho. Ante esto, Paloma se sorprendió. Luego recordó que Sebastián también debía haber estado presente en ese momento. Tenía sentido, ya que estaba en el mismo vuelo.—No fue nada, solo mencioné algo sin importancia —respondió Paloma con indiferencia.Para ella, haber salvado a Carlos años atrás había sido solo un pequeño favor, así que nunca lo había hecho público. Cuando lo vio, lo había reconocido; pero, al principio, temía que él pensara que estaba usando ese favor para chantajearlo, así que no lo mencionó. Después, dejó de
Su papá le había contado que, en ese momento, su abuelo se había convertido en un héroe a sus ojos.Lamentablemente, después, el abuelo murió en un accidente y fue cuando sus padres se mudaron a Ciudad Dorada. Pero sin importar qué pasara, ¡San Cristóbal seguía siendo sus raíces! El auto pronto pasó frente al templo de los Rivera y Paloma acarició la urna en sus manos. Llevaría las cenizas de sus padres de vuelta al templo, de vuelta al lugar que su abuelo había defendido con su vida. ¡Ese era el refugio espiritual de la familia Rivera!Sebastián, sentado junto a Paloma, la observó de reojo con expresión pensativa. El auto llegó al restaurante y ambos se bajaron. Apenas entraron al restaurante, Paloma escuchó la voz de una mujer.—Sebastián, ¿qué haces en San Cristóbal?Ella levantó la vista y vio a una joven con lentes de marco dorado acercándose a él. La mujer llevaba ropa de diseñador de la temporada más reciente, también joyas costosas. Solo su atuendo valía una fortuna. Sin embarg
¡No debería seguir dudando!¡De lo contrario lastimaría los sentimientos de Marina! Ella suspiró aliviada y sonrió un poco.—Está bien. Ya no dudes más de mí, porque si lo haces, no te lo voy a perdonar.—No volverá a pasar. —Prometió Carlos.Pero por alguna razón, en lo profundo de su corazón seguía sintiendo una inquietud persistente. Ya que Marina lo había invitado a acompañarla a San Cristóbal para conocer a los parientes de su mamá, era de mucha coincidencia que ese lugar también era el de origen de los padres de Paloma.Quizás en San Cristóbal podría encontrarse con Paloma, y ¡ podría preguntarle por qué había decidido mentirle de esa manera!***Paloma y Sebastián se bajaron del avión juntos. Ella había reservado su propia habitación de hotel, pero él le dijo:—Ya que aceptaste ser mi guardaespaldas durante tres meses, es normal que te quedes conmigo.—Pero mañana empezaré con los preparativos para el funeral de mis padres. Si me quedo contigo, creo que sería incómodo —respondió
—Carlos, ¿qué quieres decir con eso? ¿Dudas de mí? ¿Solo por esa última frase que dijo Paloma? —Marina se veía agraviada y furiosa.—¡No! No es que desconfíe de ti, ¡solo quiero aclarar lo que pasó en ese entonces! —Carlos se apresuró a decir.—Lo que pasó entonces es muy claro, ¿no? Te vi en el río, te salvé, luego la ambulancia te llevó al hospital y recibiste tratamiento a tiempo. ¡Eso es lo que todos vieron! —Ella fingió estar enojada.Solo el sudor frío en sus palmas revelaba su pánico. Él apretó los labios. Sí, eso era lo que muchas personas habían visto, no debería dudar. Pero en su mente seguía apareciendo de vez en cuando la expresión de Paloma cuando dijo esas palabras. Tan segura, pero tan llena de disgusto. Como si... ¡hubiera sido ella quien lo salvó!—Nunca le dije a Paloma que había caído al río y que tenía ocho puñaladas, pero Paloma lo sabía —dijo Carlos.—¡Entonces deberías preguntarle cómo lo supo! —A ella se le escapó, pero tan pronto como lo dijo, se arrepintió. Si
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