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Capítulo 5

Penulis: Echo
Ambos, Julian y mi padre, me miraron sorprendidos.

—Lo haré —repetí, con la voz más firme de lo que me sentía, mirando a Julian—. Me casaré contigo. Por el bien de mi familia... y por un nuevo comienzo para mí misma.

Una brillante sonrisa iluminó el rostro de Julian.

—Isabella, no te arrepentirás de esto.

—Eso espero —logré esbozar una débil sonrisa.

Una hora después, Julian se marchó, con aspecto satisfecho. Mi padre inmediatamente se puso al teléfono, preparándose para dar la noticia.

Me senté en mi habitación, contemplando el anillo de compromiso que Julian había dejado en mi dedo: un diamante rosa de tres quilates, exquisito y hermoso.

Quizás este era un nuevo comienzo.

Quizás podría olvidar a Dante Moretti, olvidar todo el dolor, y empezar una nueva vida con un hombre que parecía preocuparse de verdad por mí.

***

Mientras tanto, al otro lado de la ciudad, Dante estaba con Clara en la boutique más exclusiva de Verona.

Clara emergió del vestidor con su quinto atuendo, un vestido de seda azul pálido. Ella dio una vuelta frente al espejo.

—Dante, ¿qué te parece este?

—Es precioso —respondió Dante, con la mirada fija hacia afuera, en la calle.

—¿Qué miras? —preguntó Clara, notando su distracción.

—Nada —él volvió la mirada hacia ella—. Si te gusta, nos lo llevamos.

En ese instante, sonó el teléfono de Dante. Era una llamada del hombre al que consideraba su mano derecha.

—Jefe, ¿ya lo escuchó? —la voz al otro lado de la línea era urgente.

—¿Escuchar qué?

—Isabella Rossi… Ella se ha comprometido.

A Dante sintió que el corazón se le paraba.

—¿Qué?

—Ellos lo acaban de anunciar. Se casa con Julian Torrino. La boda es dentro de un mes.

El teléfono se le escapó de la mano a Dante y se destrozó contra el suelo de mármol.

—¿Dante? —Clara lo miró alarmada—. ¿Qué sucede?

Dante se quedó allí parado, con un zumbido ensordecedor en los oídos.

Isabella se va a casar.

Con Julian Torrino.

—No es posible —murmuró para sí mismo—. Es una trampa... solo intenta llegar hasta mí...

Pero en el fondo, lo sabía.

Isabella Rossi no se andaba con rodeos.

De verdad se iba a casar con otro.

De verdad se iba a ir. Para siempre.

—¡Dante! —Clara lo sacudía por los hombros—. ¡¿Qué te sucede?!

Dante miró su reflejo en el espejo: un hombre pálido, con la mirada perdida, que no se parecía en nada al sereno y tranquilo heredero Moretti.

Y en ese momento, lo comprendió.

Había cometido un terrible e irreversible error.

***

Un mes después.

Hoy era mi boda con Julian.

La luz del sol entraba a raudales por las ventanas de la finca Rossi, reflejándose en el vestido blanco de Vera Wang, las rosas color champán y las decoraciones de cristal Swarovski.

A diferencia del desastre de hace un mes, hoy no habría sorpresas.

Me paré frente al espejo; la seda nacarada del vestido me quedaba como una segunda piel.

—Señora, los invitados han llegado —susurró mi doncella, María—. El señor Julian la espera escaleras abajo.

Asentí, pero al darme la vuelta para irme, se armó un alboroto frente a las puertas de la finca.

A través de la ventana, vi algo que hizo que la sangre se me helara.

Clara. De rodillas frente a las verjas de hierro, vestida con un sencillo vestido negro, el cabello revuelto, el rostro pálido y demacrado.

Peor aún, se había congregado una multitud de reporteros y curiosos, con flashes de cámaras y micrófonos extendidos.

—Maldita sea —Recogí mi falda y bajé corriendo las escaleras.

Julian estaba en la sala, hablando con algunos socios. Me vio y se puso a mi lado en un instante.

—¿Qué sucede? —preguntó en voz baja.

—Es Clara —tomé una profunda respiración—. Está arrodillada en las puertas. Con un montón de reporteros.

Los ojos azules de Julian se volvieron afilados como el hielo.

—¿Qué está tramando?

No respondí. Simplemente salí.
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