Al escucharla, Damián detuvo sus movimientos y la miró, mostraba curiosidad.Valeria sonrió.—Para ti es cualquier cosa. No vas a ser tan tacaño, ¿o sí?Él sonrió a medias.—Sabes que no me gusta la gente que intenta negociar conmigo.Ella se mordió el labio.—En serio, para ti no es nada.Se frotó contra el pecho de él, susurrándole con una voz suave y seductora.La luz de la calle se filtraba por la ventanilla, iluminando su cara a intervalos y dándole un aire de misterio. Un hombre como Damián respondía a las caricias, no a las exigencias.Tal como esperaba, en cuanto terminó de hablar, escuchó su risa burlona.—Veamos cómo te portas.Valeria supo que tenía una oportunidad. Justo cuando se disponía a actuar, el carro se detuvo.Con un gesto casi imperceptible, él se apartó de ella y bajó del carro con movimientos rápidos y precisos.Ella se mordió el labio, pero lo siguió. Si iba a pedir un favor, tenía que mostrar la actitud correcta.A fin de cuentas, solo él podía ayudarla con lo
—Ugh... —Se frotó la frente.Al levantar la vista, se encontró con la mirada indiferente de Damián, que se tiñó de un matiz burlón.Valeria ya empezaba a sospechar que la estaba siguiendo.«¿Cómo es que me lo encuentro en todas partes?»Su pregunta no llegó a formularse, pues fue él quien habló primero.—¿Qué? ¿Me estás siguiendo?Ella guardó silencio.Se mordió el labio y, justo cuando se disponía a responder, la puerta del privado que estaba a espaldas de él se abrió de golpe.—Damián... —Quien abrió era una chica muy guapa, de unos veinticinco o veintiséis años.Al ver a Valeria, se quedó confundida un momento antes de volverse hacia Damián.—Te están buscando.Luego, miró a Valeria otra vez y, con una sonrisa, añadió:—¿Eres amiga de Damián? ¿No quieres pasar a divertirte un rato con nosotros?Valeria hizo un gesto de desaprobación y le dirigió una mirada rápida a él.—No, gracias. Se me ensució la ropa, así que ya me tengo que ir.Siempre había tenido claro cuál era su relación co
—Qué coincidencia.La cara de Damián permaneció indiferente. Igual que siempre.Valeria arqueó una ceja, pero antes de que pudiera decir algo, él se dio media vuelta y comenzó a caminar.«¿Otra vez lo hice enojar?»Lo vio alejarse, confundida. Incluso de espaldas, notaba la tensión que lo rodeaba.Pedro se detuvo un instante y se volteó hacia ella.—Disculpa, ¿cómo es que conoces a Pablo?Su pregunta fue vacilante.—Es que… acaba de regresar del extranjero, y no sabía que ustedes…Su vacilación se debía a que había visto cómo Pablo había intentado limpiarle la boca a ella momentos antes. Aunque no se llevaba bien con su hermano, tampoco quería que Pablo se buscara problemas con Damián. Era mejor que se mantuviera alejado de la gente que le interesaba a Figueroa.Ella lo miró, arqueando una ceja.—Estoy por remodelar mi casa y lo contraté como diseñador. Lo encontré en internet.Le dio un sorbo a su café y añadió con una sonrisa:—Vaya sorpresa que resultara ser Pablo.Pedro pareció tra
Valeria le explicó a grandes rasgos a Pablo la situación de la casa.—Fue un incendio provocado, quedó destrozada. Necesita una remodelación completa.—Quiero que quede igual que antes, pero para los detalles de la decoración y el mobiliario, me gustaría escuchar tus propuestas.Ella mantenía una expresión neutra y hablaba con un tono tranquilo, pero en realidad, ver la casa hecha un desastre le partía el corazón. No quería derrumbarse frente a un desconocido.Pablo asintió, tomó varias fotos con su celular y se volteó hacia ella.—Bien. Busquemos un lugar para sentarnos a hablar. Necesito repasar algunos detalles contigo.Murmuró que sí y fue la primera en salir.Junto a su carro, volteó para echar un último vistazo a la estructura ennegrecida, se mordió el labio con fuerza y finalmente subió. La guerra con Regina y su hija estaba declarada, y no pensaba dejar que se salieran con la suya con lo de la casa.Pablo salió poco después y, con toda naturalidad, se sentó en el asiento del co
Arturo vaciló.Regina suspiró.—Qué lástima que Vale seguro no va a querer. Pero es que la señora De la Torre tiene razón… Con el escándalo de los Garza, la situación de Vale para casarse es… complicada. No se va a casar con un don nadie, ¿o sí? Sería un desperdicio.Dejó la frase en el aire para que él sacara sus propias conclusiones. El mensaje era claro: después del desastre con Patricio, sería casi imposible encontrarle a Valeria otro partido conveniente en su círculo. Por supuesto, en su venenosa insinuación no mencionó ni una sola vez a la verdadera causante del problema: Camila.Al ver que su esposo estaba indeciso, guardó un silencio estratégico, con un gesto de apenas disimulado triunfo.—Ay, ya, mejor no hablemos de eso. De todas formas, Vale no va a aceptar.Acercó el tazón con el caldo y, mientras el aroma se esparcía, le dijo a su esposo:—Tómate el caldito.Sin embargo, él no se movió. Se quedó con la vista fija en la mesa, sumido en sus pensamientos.—¿En serio la señora
Cuando Valeria se fue, Regina se quedó mirando el bolso, ahora deforme, que tenía enfrente. Apretó la mandíbula con rabia.Tenía los puños tan apretados que las uñas se le clavaban en las palmas de las manos, y tardó un segundo en darse cuenta del dolor.—Me las vas a pagar, Valeria. Ya verás.Entrecerró los ojos y, dándose la vuelta, bajó las escaleras.Al llegar abajo, vio a la empleada doméstica de pie junto al comedor, con una expresión ausente y preocupada. Regina se acercó a ella, apretando los dientes.—No creas que porque esa maldita mocosa te defiende, te vas a salir con la tuya.Le susurró al oído, con la voz baja pero venenosa.—Te juro que un día de estos vas a entender quién manda en esta casa.Desde hacía un tiempo, nada le salía como quería. Como no podía desquitarse con Valeria, su única opción era descargar su frustración con Elena.La empleada, ya acostumbrada a esos desplantes, no se alteró.—Señora, si no se le ofrece nada más, voy a servir la comida.Regina resopló