Que Valeria le hablara con una amabilidad poco común provocó que el gesto de Arturo Rivas se distendiera a ojos vistas.—Desayuna —dijo él—, y después me acompañas a salir.Valeria se sentó y lo miró arqueando una ceja.—¿A dónde?Arturo Rivas hizo mala cara.—Cuando lleguemos, te enteras.Valeria musitó un «ah» sin añadir palabra. Al voltear, vio a Camila enfrente, con gesto contrariado, y su propia sonrisa se ensanchó con picardía.…Pero la alegría le duró poco; su semblante se nubló.—Papá, ¿para qué me trajiste aquí?Valeria miró el edificio del hospital frente a ellos y se volteó hacia Arturo.Era el Hospital Ángeles, donde había estado internado Patricio. Justo por temor a encontrárselo, Valeria llevaba tiempo sin visitar a Carmen, temerosa de un encuentro fortuito con Patricio.No era miedo, por supuesto. Sencillamente le resultaba… desagradable encontrárselo.Al darse cuenta de que Arturo la había llevado justo allí, su expresión volvió a ensombrecerse.«Con razón», pensó. Aho
En su círculo, todos sabían que Valeria Rivas era la sombra de Patricio Garza, la muchacha que se desvivía por él de una forma casi humillante.Por eso, cuando apareció en la puerta de la habitación de hotel de Damián Figueroa, luciendo un sensual vestido de tirantes, él apenas pudo arquear una ceja.—¿Y no te preocupa que Patricio se entere?Valeria rio, se acercó a Damián y lo besó con una audacia inesperada, tomando por completo la iniciativa.Un ligero toque a tabaco emanaba de sus labios, lo cual le resultó bastante agradable.Todos en su círculo sabían que Damián era un experto en estos asuntos. Valeria lo había elegido, en parte, porque tanto su poder como sus influencias superaban con creces a los de Patricio, lo suficiente para sacar de quicio a su ex.Por otra parte, estaba la bien conocida reputación de Damián: nunca duraba con una mujer más de un mes.Perfecto para usar y desechar.Valeria confiaba en su figura y su atractivo, así que, en cuanto se enteró de que Patricio la
Después de bloquear a Patricio abrió el chat de Sofía en WhatsApp.[Oye, ¿ya te acostaste con Patricio? ¿No que la primera vez la guardabas para el matrimonio?]Valeria rio entre dientes y contestó.[¿Y quién dijo que fue con Patricio? Como si fuera la única opción.]Apenas envió el mensaje, recibió la llamada de Sofía, quien chilló al otro lado de la línea.—¡No me digas, Valeria! ¿De verdad te atreviste?—¿En serio cortaste a ese perro de Patricio?«Vaya, hasta Sofía se da cuenta de que Patricio es un desgraciado», pensó Valeria. «Y yo, que estuve cegada por él tanto tiempo, siempre creyendo que era diferente, perdidamente enamorada.»«Qué ridícula fui.»«Pero ya no importa.»—Ahhh… Sí. Que se corra la voz: fui yo la que le terminó a Patricio.A Patricio le importaba mucho mantener las apariencias; lo que más quería Valeria era dejarlo en ridículo frente a todo su círculo social.—¿Y quién es él? —preguntó Sofía.Valeria se frotó el hombro adolorido.—Voy a casa a cambiarme. Nos vemo
Patricio se apresuró a sostener a Camila. Valeria ni siquiera volteó; se dio la vuelta y se marchó.Tan solo verlos juntos le revolvía el estómago.Mientras se alejaba, escuchó el grito furioso de su padre a sus espaldas.—¡Valeria, regresa! ¿¡Quién era ese tipo!?«Claro», pensó ella con amargura, «mi papá siempre fijándose solo en lo que yo hago mal».«Le dije que Camila y Patricio se estaban comiendo a besos, pero hizo como que no oyó nada».Pero ya estaba acostumbrada. Desde que su madrastra Regina llegó con Camila cinco años atrás, ella había perdido su lugar en esa casa.Si no fuera porque temía que maltrataran las cosas de su mamá, jamás habría vuelto a pisar esa casa.Intentó calmarse un poco y, al llegar a la oficina, Sofía Ramírez se le acercó de inmediato.—¡Vale, ya llegó el cliente! ¡Vino el jefe! Parece que sí le importa mucho la colaboración con nosotras.—¡Y preguntó específicamente por ti! ¡Échale ganas, Vale! Mi viaje a Europa el mes que viene depende de ti.Valeria en
En el carro, se retocó los labios para que su rostro pálido recuperara algo de vida.Media hora más tarde, el taxi que había tomado se detuvo frente al Ébano Club.Entró caminando sobre sus tacones. Empujó la puerta de un privado y encontró un grupo mixto; unos cantaban a todo pulmón, otros se dedicaban a beber.Apenas abrió la puerta, la asaltó una mezcla cargada de humo, alcohol y perfume. No pudo ocultar una tos mientras buscaba con la mirada a Rodrigo entre toda la gente.No encontró a Rodrigo, pero sí vio al famoso Patricio Garza, desplomado en un sofá.Estaba recostado despreocupado, sin dejar de servirse trago tras trago.Valeria se mordió el labio.«Qué idiotas.»Sabía que Rodrigo se había confabulado con Patricio para traerla allí con engaños, y eso la hizo enfurecer.Se dio media vuelta, dispuesta a marcharse, pero Patricio ya la había visto.Sus ojos nublados se avivaron al instante. Se acercó deprisa y la sujetó del brazo.—Vale, no te vayas. Tenemos que hablar.Valeria, co
—Disculpen, no era mi intención escuchar su conversación. —Se frotó la nariz—. Con permiso.Damián Figueroa se tocó la punta de la nariz y quiso pasar entre ellos, pero Valeria lo detuvo enseguida.Ella, agarrándolo del brazo, se giró hacia Patricio Garza.—¿No querías saber con quién estuve anoche? ¡Pues con él!Al oírla, la cara de Patricio, ya pálida por el dolor intenso, cambió por completo.Entonces, como si recordara algo, soltó una risa burlona y se dirigió a Damián:—Damián, disculpa. Valeria está de berrinchosa conmigo. Te invito un trago por las molestias.Damián era el magnate destacado de la ciudad; no solo su familia poseía la empresa más poderosa entre todas, Corporativo Althea.Sino que él mismo destacaba entre toda esa nueva generación de empresarios: a su corta edad ya manejaba hilos importantes dentro del corporativo familiar. Por eso, todos lo trataban con sumo respeto y apenas se atrevían a bromear con él.Damián arqueó una ceja y se dispuso a marcharse.Valeria sin
—Pues ni modo —dijo Sofía levantando los hombros—. Tampoco es que fuera nuestro único cliente. No te preocupes tanto.Valeria suspiró y se dejó caer en el asiento trasero del carro. Una profunda sensación de agotamiento la invadió.La verdad era que, por mucho que intentara parecer fuerte, a veces simplemente se sentía cansada. Desde que su madre falleció, vivía siempre a la defensiva, como un animal acorralado, temiendo que cualquier descuido la dejara vulnerable, expuesta a que la destrozaran sin piedad.Llegó a casa bastante tarde. Normalmente, a esa hora, su padre ya debía estar dormido.Pero esa noche la sorprendió. Estaba sentado en el sofá, erguido, con un aire de inusual seriedad.Valeria intentó pasar de largo, ignorarlo, pero la voz de su padre la detuvo en seco.—¿A dónde fuiste? ¿Por qué llegas tan tarde?Ella se volteó y le lanzó una mirada desafiante.—¿Vaya, hoy sí te preocupa dónde ando?Siendo sincera, cuando su madre vivía, Arturo había sido un buen padre para ella. P
Aquel día era especial, sin duda. Se cumplía el quinto aniversario de la muerte de su madre.Desde hacía tres años, Arturo ya ni se acordaba; solo Beatriz lo tenía presente y cada año, ese mismo día, la acompañaba al panteón.Lo peor era que ella misma, Valeria, casi lo había olvidado. Se le encogió un poco la mano que sostenía el teléfono mientras volvía a ver la imagen de su madre en el instante de su muerte. Cerró los ojos un momento.Beatriz continuó al otro lado de la línea:—Vale, ¿vamos en la tarde a ver a tu mamá al panteón?—Sí, claro.Respondió Valeria. Al final, no pudo decirle que no a Beatriz.Colgó y vio la hora en el celular. Eran apenas las ocho de la mañana. Lo dudó un momento, pero se levantó y fue a la oficina.Últimamente, las cosas en la empresa no iban bien, pero Rodrigo, quizá consciente de que se había pasado el día anterior, le había conseguido a Valeria un contrato con uno de los negocios de su familia.Incluso le había enviado un mensaje de disculpa por Whats
Que Valeria le hablara con una amabilidad poco común provocó que el gesto de Arturo Rivas se distendiera a ojos vistas.—Desayuna —dijo él—, y después me acompañas a salir.Valeria se sentó y lo miró arqueando una ceja.—¿A dónde?Arturo Rivas hizo mala cara.—Cuando lleguemos, te enteras.Valeria musitó un «ah» sin añadir palabra. Al voltear, vio a Camila enfrente, con gesto contrariado, y su propia sonrisa se ensanchó con picardía.…Pero la alegría le duró poco; su semblante se nubló.—Papá, ¿para qué me trajiste aquí?Valeria miró el edificio del hospital frente a ellos y se volteó hacia Arturo.Era el Hospital Ángeles, donde había estado internado Patricio. Justo por temor a encontrárselo, Valeria llevaba tiempo sin visitar a Carmen, temerosa de un encuentro fortuito con Patricio.No era miedo, por supuesto. Sencillamente le resultaba… desagradable encontrárselo.Al darse cuenta de que Arturo la había llevado justo allí, su expresión volvió a ensombrecerse.«Con razón», pensó. Aho
Valeria apretó los labios y sentenció con una ligereza hiriente:—Ah, ¿y tú cómo sabes? ¿Te metiste bajo su cama y los oíste decir que no tienen nada?Arturo se quedó sin palabras.Valeria siempre había tenido una lengua viperina, pero, aunque antes respondía con dureza, nunca había sido tan cruel como ahora.Esta vez, sus palabras lo sacaron de quicio.Aprovechando que su padre aún no asimilaba el golpe, Valeria dio media vuelta, subió las escaleras con rapidez y cerró furiosa la puerta de su habitación.—¡Pum!—Arturo tardó un segundo en reaccionar. Se llevó una mano al pecho, pálido de ira.—¡Qué hija tan insolente! ¡Es una malagradecida!Camila se acercó de inmediato para socorrerlo, con los ojos llenos de lágrimas.—Perdón, papá. Ya no voy a ir a ver a Pato, para que Vale no piense mal…—Pero te juro que no hice nada —sollozó, con el rostro bañado en lágrimas.El corazón de Arturo se ablandó al instante. Suspiró aliviado.—Sé que eres una buena niña. No le hagas caso a lo que dice
El semblante de la señora Figueroa se iluminó de golpe y dijo sonriendo:—Oye, Damián, fíjate que Jimena Prado, la hija de tu tío, acaba de regresar del extranjero. Deberían verse en estos días.Era evidente que la señora Figueroa lo estaba presionando para que sentara cabeza.Valeria no pudo evitar pensar que era irónico; ni siquiera un hombre tan exitoso y cotizado como Damián Figueroa se salvaba de la presión familiar para casarse.«Qué cosas...»Damián miró instintivamente hacia donde se escondía Valeria y quedó pensativo.—Mamá, yo sé lo que hago con mi vida. No tienes por qué guiarme.La expresión de la señora Figueroa volvió a nublarse.—Ay, Damián, solo me preocupo por ti.—Jimena es encantadora, ¿sabes? Acaba de regresar de su doctorado, es muy guapa... Mucho mejor que... bueno, que esas compañías que a veces frecuentas.—Si tú te casaras, yo ya podría estar más tranquila.A Valeria, que hasta ese momento casi disfrutaba del espectáculo familiar ajeno, se le borró la sonrisa.
En ese ámbito, Damián Figueroa siempre había sido implacable y de pocas palabras.En cuestión de segundos, Valeria cedió sin oponer resistencia; incapaz de seguirle el ritmo, simplemente se dejó llevar.Pero al instante, él le sujetó el mentón con firmeza, su mirada dura clavada en ella.—Concéntrate o da por terminado el contrato.—...Valeria se lamentaba por dentro, pensando que se había metido con una verdadera bestia, pero no le quedó más remedio que reunir sus fuerzas y seguirle el juego.Al terminar, Damián Figueroa se levantó de la cama.Con una toalla envuelta en la cintura, la observó. Quizá la luz era demasiado tenue, porque ella no lograba descifrar la emoción en los ojos de Damián.La verdad es que tampoco buscaba entenderlo. Calculaba en silencio los días que faltaban: poco más de veinte.Aguantaría.Justo cuando Damián se daba la vuelta para ir al baño, Valeria se incorporó y lo tomó de la mano. Sus grandes y bonitos ojos parpadearon con un aire de estudiada inocencia.—
La asistente observó a Valeria con asombro. No era para menos. Ya antes cantidad de mujeres habían intentado ver al señor Figueroa, pero ninguna lo había conseguido; ella misma se encargaba siempre de negarles el acceso. Esperar un día entero era inútil; podían quedarse diez y el resultado sería el mismo, con el riesgo añadido de terminar siendo escoltadas fuera por los guardias.—Señorita Rivas, el señor Figueroa dice que puede pasar.Cuando Valeria entró, Damián Figueroa estaba inclinado sobre el escritorio, revisando unos documentos. La luz cenital caía sobre él, bañándolo en un resplandor que acentuaba su aire impersonal, casi inalcanzable.Gracias a la gruesa alfombra, sus pasos apenas se oyeron al entrar.Sin embargo, antes de que Valeria pudiera decir nada, Damián habló sin levantar la vista.—¿Qué buscas?Al oírlo, Valeria no pudo evitar pensar con rabia: «Imbécil. Sabe perfectamente a qué vengo y todavía pregunta.»Pero sabía muy bien que no podía permitirse el lujo de enemist
Valeria lo interrumpió en seco.—Ay, no digas tonterías, Rodrigo. Y ni lo menciones delante de mí.Tomó un sorbo de su café antes de continuar.—Lo necesito para otra cosa. Pásame su contacto, ¿por fa?No le dijo exactamente para qué, pues, al fin y al cabo, se movían en los mismos círculos y Rodrigo era incapaz de mantener un secreto. Valeria prefería no complicar más las cosas hasta que todo estuviera claro.Rodrigo asintió.—Ok.Se pasó la mano por el pelo corto, casi a rape, y como si recordara algo, añadió:—Oye, supe que Patricio estuvo en el hospital estos días y que tú ni pasaste a saludarlo. ¿En serio ya no piensas volver con él?Valeria lo miró de reojo.—¿No te dije que no lo mencionaras?Rodrigo suspiró resignado.—Pues es que, no sé... qué vueltas da la vida. Antes eras tú la que andaba todos los días detrás de Patricio como loca, y ahora parece que es él quien te busca. Sus historias de Instagram últimamente... ni las quiero ver, pura cursilería.—Ah, y también en Twitter
Al volver a la mansión Rivas después de dejar aquella cama ajena, Valeria se encontró con Regina.A esa hora, Arturo y Camila ya se habían marchado a trabajar, así que Regina estaba sola en la casa.Valeria recordó la información que le había brindado el desconocido el día anterior y su mirada se endureció.Regina, sin captar la intención en sus ojos, se acomodó un mechón de cabello sobre el pecho y, fingiendo amabilidad, le sonrió.—Vale, ¿otra vez pasaste la noche afuera?Suspiró.—Ay, qué difícil es ser madrastra… Si te digo algo, te molestas. Pero dime tú, ¿qué señorita de buena familia anda pasando las noches por ahí? Con razón tu papá se molesta tanto.Por una vez, Valeria no respondió de inmediato. Se quedó observando detenidamente la pijama de seda que llevaba Regina y solo entonces esbozó una sonrisa irónica.—Sabes, Regina, creo que esa ropa no te favorece mucho.—Me acuerdo de cuando eras la cuidadora de mi mamá… la ropa que usabas entonces sí que te sentaba mejor.Lo dijo e
El llamado "lugar de siempre" era el hotel donde me había visto con Damián por primera vez; una propiedad más de la familia Figueroa.Cuando llegó, Damián aún no estaba. Seguramente él había avisado en la recepción, porque la encargada la acompañó directo al elevador y le abrió la puerta de la suite sin hacer ninguna pregunta.La vez pasada había llegado y se había ido con tanta prisa que apenas había reparado en los detalles. Ahora notaba que la suite estaba perfectamente equipada, con todo lo necesario hasta para quedarse a vivir; sin duda alguna, era un lugar donde Damián se quedaba con frecuencia.Se dirigió a la pequeña cava empotrada en la pared, tomó una botella al azar y se sirvió una copa generosa.Apuró la bebida de un sorbo y dejó escapar un largo suspiro, intentando liberar la tensión acumulada.Pero la imagen de su madre, Susana, en su lecho de muerte le asaltó la mente sin piedad.Ella estaba apenas en el último año de colegio, en el umbral de la vida adulta, cuando su ma
Por fin, una mueca apareció en la expresión de Valeria.Pero fue solo un instante; enseguida recuperó la compostura.—Pues de una enfermedad, ¿de qué más iba a ser?—Tsk, se nota que la señorita Rivas es bastante ingenua. Tantos años y ese par de arpías le vieron la cara sin que usted siquiera se lo oliera.Valeria levantó la vista.—¿Qué quieres decir?—Je. Cuando su mamá estaba en el hospital, Regina Solís era su cuidadora.Dijo sin titubeos el tipo.Valeria mostró un poco de sorpresa.—Vaya, estás bien informado.Era cierto. Cuando su madre enfermó, Regina Solís se encargó de cuidarla.Regina había sido la cuidadora recomendada por el médico tratante de su madre. La verdad es que se había esmerado mucho en su labor; incluso a ella, en aquel entonces, le había caído muy bien.Tanto caso le hizo en ese tiempo que no dudó en pedirle a su padre que transfiriera a Camila, quien entonces todavía llevaba el apellido Solís, a su misma escuela.Todo porque Regina le contó que su hija sufría