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Capítulo 5

Author: Nora
—¡Ah! —gritó Laura.

Alba, por reflejo, extendió la mano para intentar sujetarla, pero solo rozó la esquina de su ropa y arrancó un botón.

Justo en ese momento, Carlos salió de la esquina, escuchó el grito y corrió hacia allí.

Delante de él estaba Laura rodando por las escaleras y Alba con la mano aún extendida.

Carlos apartó a Alba y bajó de un salto para sostener a Laura:

—¡Laura, despierta!

Laura agarró el brazo de Carlos con expresión dolorida:

—Carlos, no le culpes a Alba. Simplemente no le gusta tanto Sofía. Solo dije un par de palabras, la hice enojar.

Dicho esto, se desmayó en sus brazos.

Carlos giró bruscamente la cabeza y fulminó con la mirada a Alba, que había sido empujada al suelo:

—Alba, sabes que lo que más me odia es la hipocresía.

Luego cargó a Laura y se dirigió al hospital:

—Más te vale rezar para que Laura esté bien, o no me culpes por no guardar los viejos sentimientos.

Al escuchar el motor del coche abajo, Alba levantó la mano, herida por las piedras, y vio la sangre brotar.

El director del orfanato se acercó para ayudarla, dudando de decirle algo o no.

Alba se quitó la bufanda del cuello y abrazó la herida:

—Director, llevo años haciendo voluntariado aquí, y creía que ya éramos amigos.

Era hora del almuerzo en el orfanato y los niños salieron corriendo.

Al ver a Sofía brincando, el director comentó con emoción:

—Sofía tiene mucha suerte, se lleva tan bien con Carlos, parecen padre e hija.

De camino a casa, Alba marcó un número que llevaba cinco años sin llamar.

El teléfono sonó una vez y fue contestado.

—¿Cómo es posible que señora Alba me llames? —dijo Álex Valle con voz perezosa y magnética.

Alba ignoró la ironía y fue directa:

—Álex, ¿sigue siendo válido nuestro compromiso matrimonial?

Álex rió incómodamente por teléfono:

—Anda, no juegues conmigo. Ahora eres una mujer casada; si buscas a un gigoló, creo que te equivocaste de la persona.

Alba repitió con paciencia:

—Solo pregunto si nuestro compromiso sigue siendo válido.

Con la voz grave y baja, él se inclinó hacia el auricular, murmurando como si estuviera pegado a su oído:

—¿Señora Sainz, quieres tener un romance conmigo?

La paciencia de Alba se agotó:

—No me llames así, haz como si nunca te hubiera llamado.

Colgó y estacionó el coche al costado del camino.

Su teléfono mostraba mensajes de Laura:

—Alba, ¿qué te sientes ser una esposa falsa durante cinco años? Adivina qué está haciendo Carlos ahora.

Y un GIF llegó inmediatamente.

Carlos, vestido con un traje a medida, se agachaba para atar los zapatos de Laura.

Los gemelos de su camisa, que llevaba en la manga, eran los que Alba le había elegido.

La palma de Alba, que ya había dejado de sangrar, volvió a sangrar por la fuerza al sostener el teléfono.

El teléfono sonó de nuevo: era Álex.

—Sigues igual, impaciente. Si hubieras tenido más cuidado, deberías haber descubierto hace tiempo que el certificado de matrimonio era falso, ¿verdad?

Sí que era omnipotente; en tres minutos ya descubrió lo que Alba no supo durante cinco años.

Alba apretó el teléfono:

—No llamé para que me hicieras burlas. Solo quiero preguntarte…

Le interrumpió con voz grave:

—Sí, sigue siendo válido, siempre válido.

Alba no entendió:

—¿Qué quieres decir?

Álex, esta vez sorprendentemente serio y solemne:

—Quiero decir que nuestro compromiso siempre es válido. Cuando quieras, estoy listo para ser el esposo legítimo de Alba Flores.

Después de un largo momento de sorpresa, Alba por fin habló:

—Aún tengo asuntos que resolver aquí. Nos vemos el lunes frente al registro civil.

Álex retomó su tono burlón:

—Quien no vaya, es un perrito.

Alba dijo:

—Qué infantil —y colgó.
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