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Capítulo 4

작가: Nora
Carlos tenía finas gotas de sudor en la frente de los nervios y señaló a Laura para explicarse:

—Laura es accionista de este orfanato, hoy coincidió que la encontré aquí.

Alba replicó:

—¿Qué tiene que ver eso con adoptar a Sofía?

El rostro de Carlos se ensombreció:

—¡Alba, cómo no me di cuenta antes de lo fría e insensible que eres! Sofía es tan adorable, tan indefensa… ¿Y tú no sientes nada?

¿Fría? ¿Insensible?

Ella había sido engañada, traicionada, y aun así la convertían en la villana.

Laura se acercó con una sonrisa, tomándole la mano a Alba con familiaridad:

—Alba, escuché de Carlos que quieren adoptar a Sofía, me alegro mucho por ustedes. Sofía es la niña más obediente del orfanato.

Alba no pudo contener la pregunta:

—Si Sofía es tan buena, ¿por qué no la adoptas tú?

Laura se quedó sin palabras, incómoda, y sonrió tímidamente.

Carlos avanzó, protegiendo a Laura detrás de él:

—¿Qué dices? Laura ni siquiera está casada, ¿adoptar a un niño qué importancia tiene?

Alba sintió un dolor punzante en el pecho.

Carlos podía pensar en Laura, pero nunca consideró que si adoptaba a Sofía, la gente cómo asumiría a Alba.

Durante cinco años, Carlos había prohibido a Alba quedar embarazada, alegando que su carrera estaba en auge.

Por eso, se había generado todo tipo de rumores.

Algunos decían que Alba había tenido una vida privada desordenada cuando era joven, abortaba varias veces, y por eso no podía concebir.

Decían que era estéril. La madre de Carlos lo insinuaba en cada frase, despreciándola como una “gallina que no da crías”.

Cada vez que Alba expresaba sus penas, Carlos solo la consolaba con artículos de lujo, sin defenderla ni explicar nada.

Si realmente la amara, ¿por qué callaba mientras ella era el centro de rumores?

Si adoptaran a Sofía, ¿no confirmaría eso que ella no podía tener hijos?

Aferrándose a una última esperanza, Alba dijo lentamente:

—Carlos, ¿no quieres tener un hijo mío y tuyo?

Carlos bajó la mirada y respondía:

—Tendremos hijos en unos años, ¿de acuerdo? Sabes que ahora la empresa está expandiéndose…

—Está bien, hagamos lo que quieras —interrumpió Alba, con el corazón muerto, resignada.

Carlos se alegró al escucharla y la abrazó:

—Alba, sabía que eres la más bondadosa y sensible.

Alba pasó por los cabellos alrededor de sus orejas, vi los celos en los ojos de Laura.

En ese instante comprendió que Laura ya no se conformaba con ser solo la esposa en el certificado de matrimonio; quería ser la señora Sainz ante el mundo.

En su mente, surgió la lírica de una canción: "Cuando se habla de amor, uno se libera mientras el otro lo recoge".

Decidió desechar esa relación llena de heridas; y quien recogiera los pedazos de ese desastre no era asunto suyo.

Carlos siguió al director del orfanato para tramitar los papeles, dejando a Alba y Laura en la entrada de la escalera.

—Alba, ¿no te parece que Sofía se parece un poco a Carlos? Alguien que no lo supiera podría pensar que son padre e hija —comentó Laura con sutileza.

Alba percibió la insinuación:

—¿Ah, sí? Vaya, qué coincidencia.

Laura continuó:

—Ni siquiera sabemos quién es la madre de Sofía, seguramente también era hermosa.

Se pasó la mano por el cabello, dejando ver un beso marcado en su clavícula.

—Perdón, mi esposo siempre se precipita así. ¿Carlos se comporta igual contigo?

Alba respiró hondo:

—¿Sabes cómo un perro de la calle caza a la presa?

El rostro de Laura cambió; justo cuando iba a replicar, vio una sombra en la esquina.

—Pues veamos si el perro caza a la presa… o a la persona.

Antes de que Alba comprendiera su intención, en el siguiente instante, Laura cayó hacia atrás, de espaldas a la escalera.
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