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Capítulo 10

Author: Aurora
Mariana movió los ojos pensativa.

Tal como se lo imaginaba.

Pero con la lana tocando a su puerta, ¿qué caso tenía decir que no? Sonrió de lo más amable.

—Claro que sí. Ahorita tengo unos pendientes, pero ¿qué le parece si platicamos más tarde?

Ginés no insistió, asintió contento y se fue, no sin antes echarle un mensajito a Javier.

—Señor López, como el contrato ya va a vencer, tendremos que buscar otro chance para reunirnos.

El mensaje era clarísimo: no habría renovación.

Javier estaba tan encabronado que sentía que iba a reventar.

Jamás se imaginó que Mariana tuviera tanta influencia.

No solo lo había dejado en ridículo en Nubelis, sino que además le había quitado un cliente importante.

Quedarse más tiempo solo iba a empeorar las cosas, así que les hizo una seña a sus achichincles.

—Vámonos.

Pero en ese momento, Diego soltó una risita leve.

—Señor López, ¿qué se cree que es este lugar? ¿Un tianguis? Usted se dice un empresario importante, pero habla sin ninguna credibilidad. ¿Así es como siempre se comporta Releo?

En el mundo de los negocios, lo que rifa es la reputación y la credibilidad.

Lo de hoy, sin duda, había sido un arrebato de su parte.

Pero Javier no daba su brazo a torcer.

Apretó los puños con tanta fuerza que se le marcaban las venas de la frente.

Esperaba que Mariana lo sacara del apuro, pero ella se quedó calladita.

¡Bueno!

¡Perfecto!

Se volteó y miró a Mariana con los ojos inyectados en sangre, luego se dirigió a Diego.

—Mis broncas personales con ella las arreglo en casa y a puerta cerrada, no se preocupe, Director Serrano.

Dicho esto, se fue. Aunque trataba de mantener la compostura, los murmullos a su alrededor le hicieron perder toda la dignidad.

Mariana no lo detuvo ni exigió explicaciones, simplemente se disculpó sinceramente con Diego y los demás.

—Lo siento mucho por hacerles pasar por esto.

Diego notó que Mariana no era tan fuerte como aparentaba; el comportamiento de Javier seguramente le había dolido.

La noche anterior, efectivamente había mandado investigar el pasado de Mariana.

Aunque sintió un poquito de decepción al enterarse de su rollo con Javier, rapidito quedó prendado de su talento.

Además, después de este show, confiaba más en lo que veían sus propios ojos.

Si Javier no la valoraba, era porque estaba ciego.

Este tipo de broncas no se le pueden achacar a una mujer.

No dijo nada de esto, solo comentó,

—Entonces se lo repito, Señorita Vázquez, será un placer trabajar con usted.

Mariana se quedó un momento pasmada, y luego sonrió.

No por nada era el mero mero de Nubelis; su actitud y elegancia eran de primera.

***

Javier manejó a toda velocidad hasta la mansión.

Con su cara de pocos amigos, los empleados de la casa apenas se atrevían a respirar. Apenas entró a la sala, vio a Claudia bebiendo café como si nada, lo que lo encabronó todavía más.

—¿Quién te dio permiso de entrar?

La cara de Claudia cambió un poquito, pero enseguida puso su cara de niña buena y se levantó.

—Javier, ¿no ves que estaba preocupada por ti? ¿Cómo te fue? ¿Esa vieja, Mariana, ya confesó su culpa?

Mencionar el tema solo empeoró las cosas, recordándole la humillación de hoy, y Javier aventó la taza de café contra el suelo.

—¡Lárgate!

Esto hizo enojar a Claudia.

Las dos familias estaban comprometidas; aunque la familia Morales no fuera tan poderosa como los López, ella seguía siendo la señorita de la casa Morales. ¿Con qué derecho la trataba así?

—Javier, ¿qué te pasa? Me estoy preocupando por ti, ¿por qué te desquitas conmigo?

Pero Javier recordó que todo este lío había empezado porque ella le había metido ideas raras en la cabeza.

Por ella había sospechado que Mariana le robaba información a la empresa.

Sin poder aguantarse más, de repente la agarró del cuello, —Todavía no estamos casados. No tienes derecho a meterte en mis asuntos. ¡Lárgate!

Claudia, asustada, finalmente se fue echando chispas, golpeando el volante con rabia mientras manejaba.

¡Maldita Mariana!

Después de correr a Claudia, Javier se aflojó la corbata frustrado y se dejó caer en el sillón.

Por alguna razón, varios recuerdos le llegaron a la mente.

Era cierto, varias colaboraciones importantes de la empresa se habían logrado gracias a esa mujer. A veces, incluso tuvo que guiar personalmente al departamento técnico para que Releo alcanzara los estándares más altos del mercado, asegurando que no faltaran pedidos.

¿En qué momento empezó a olvidar todo esto y a no valorarla?

De repente se sintió bien gacho.

Finalmente, agarró su celular y le marcó a Mariana.

Bueno, si esa mujer volvía, él podría perdonarle todo lo anterior.

El número que usted marcó está temporalmente...

Furioso, aventó el teléfono al sofá.

Mariana se había atrevido a bloquearlo.

Se quedó pensando un buen rato y luego agarró el celular, abriendo el Whatsapp. Por primera vez, le mandó un mensaje de su propia iniciativa.

—Ya bájale de huevos, regresa como niña buena, o chance y ya nunca vuelvas.

Le picó en enviar.

El pinche signo de palomita gris que salió al instante le prendió la mecha.

Como león enjaulado, le gritó a uno de los empleados que le prestara su celular y volvió a marcarle a Mariana.

—¿Bueno? ¿Quién habla?

La voz de la morra era fresca y clara, sonaba retebién, se notaba que andaba de buenas.

—Mariana, tú…

Los pitidos indicaban que le había colgado en cuanto oyó su voz.

Volvió a marcar, y nel, su número ya estaba bloqueado.

Estos rechazos seguidos fueron como cachetadas a mano abierta en la cara de Javier. Con un coraje que lo traía, aventó el celular contra un macetero, haciéndolo pedazos.

Los empleados lo miraban con los ojos pelones.

Era su celular nuevecito…

Sin saber cómo sacar su furia, Javier terminó bien pedo en un bar.

Cuando Tomás lo encontró, estaba destapando una botella de alcohol fuerte. Tomás se quedó pensando un momento antes de estirar la mano para detenerlo.

—Ya no le sigas, güey.

Pero el vato lo empujó, tambaleándose hasta caer en el sillón. La camisa negra tenía dos botones arrancados, la corbata chueca y el saco todo arrugado. Ya no parecía el junior fifí de siempre.

—Javier, en el fondo todavía te importa Mariana, ¿a poco no? —pensaba Tomás antes de hablar.

Pero Javier lo interrumpió con un manotazo.

—A ver, Tomás, no te llamé para que me des sermones. Tú eres mi abogado y mi carnal. Mariana me hizo perder la lana con Nubelis y sigue negando que robó el plan de Releo. Ayúdame a demandarla hasta que se hinque y admita su culpa.

Originalmente, Tomás no era de su círculo social, lleno de juniorcitos hijos de papi. Tomás venía de una familia normal; habían sido compañeros en la prepa y luego estudió leyes.

Después de graduarse, se lo encontró de pura chiripa y desde entonces lo contrataba para broncas legales. Sus cuates también lo necesitaban seguido, así que lo seguía incluyendo en sus salidas.

Pero en el fondo, Javier siempre sintió que Tomás era diferente a ellos. Cuando hablaba con él, siempre sentía un tonito de superioridad.

Viendo que el vato no mostraba ni tantita vergüenza, a Tomás se le cruzó una sombra de frialdad en los ojos.

—Javier, yo creo que Mariana te malacostumbró. Durante todos estos años, ella te ha sacado las castañas del fuego en todo, por eso te creíste muy chingón en tu zona de confort, haciendo lo que se te hinchaba. Pero no supiste valorarla —pensaba Tomás con algo de coraje.

A Javier le entró por un oído y le salió por el otro. Justo cuando iba a explotar de rabia, sonó el celular en la mesa.

De repente sonrió.

Seguro era Mariana rogándole que volviera a casa. Esa vieja no podía vivir sin él —pensaba con aires de grandeza.

Pero Tomás le acercó el celular, reventándole su burbuja de egocentrismo.

—Es tu jefe… digo, tu papá.

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