Share

Capítulo 2

Penulis: Sofía Murón
Simona deslizó el acta de divorcio sobre la mesa, empujándola hacia Ignacio.

Él no la abrió. En su rostro apuesto apareció una sonrisa indulgente, condescendiente.

—Simona, no exageres. Sé que ahora no lo puedes aceptar, pero ya te expliqué: lo de esa mujer fue solo un capricho pasajero, nada serio. El que amo eres tú.

—Si aún sigues enojada, en unos días te llevo de viaje para que compres lo que quieras. O al país que prefieras, nos vamos de vacaciones. Sé que últimamente te descuidé, pero no volverá a pasar. ¿Está bien?

Al decirlo, se levantó con la intención de abrazarla.

Simona se apartó. El rostro que siempre había irradiado dulzura y belleza ahora estaba frío y distante.

Acostumbrado a verla sonreír, aquella expresión helada y sus rasgos claros le resultaron a Ignacio, curiosamente, estimulantes.

Después de más de diez años de matrimonio, la mujer más hermosa ya le aburría… pero verla así despertaba en él un interés retorcido.

Simona lo ignoró. Su voz fue firme, seria:

—Ignacio, no estoy bromeando. Si firmas el acuerdo, dentro de un mes iremos al registro civil y terminamos. Si no firmas, no tengo problema en demandarte. Y si el juicio se filtra y afecta a tu empresa, no será mi culpa.

Él arqueó una ceja y soltó una risa breve.

—Vaya, Simona, me sorprendes. ¿Fue Laurinda quien te aconsejó? Se nota que es abogada, siempre lista. Pero dime, ¿ella también te dijo que cuando nos casamos firmamos un acuerdo prenupcial? Aunque te divorcies, mi empresa no sufre. En cambio tú… te irás con las manos vacías.

El tono era el de quien asusta a un niño con un cuento.

Antes, Simona habría sentido que aquello era un gesto de ternura.

Ahora, solo le parecía una burla cruel.

La actitud de Ignacio dejaba claro que la menospreciaba.

—No soy tan ingenua como piensas, Ignacio. No necesito que nadie me ponga palabras en la boca. Esto no tiene que ver con Laurinda. Es mi decisión. Porque estuviste con otra mujer, me das asco. Me pareces sucio. Quiero el divorcio.

Ignacio se tensó. Perdió la sonrisa por un instante.

—Simona, piénsalo bien. En todos estos años lo único que has hecho es gastar dinero. Si me dejas, no podrás mantenerte ni un día.

—Lo he pensado. Firma.

Al ver la firmeza de Simona, se irritó por un instante.

Luego, como si recordara algo, soltó un resoplido entre dientes, mitad fastidio, mitad resignación.

Y terminó firmando.

—Tienes un mes de periodo de reflexión. Cuando lo pienses con calma, te espero para que vuelvas conmigo.

Ella no dijo nada más. Empacó unas cuantas cosas y se marchó de la mansión.

Por la tarde, Simona fue a recoger a su hija a la puerta de la escuela. Mientras cenaban juntas en un restaurante, le contó que había firmado el acuerdo de divorcio con Iganacio.

Pensó que la niña lloraría o se pondría triste, pero Carrola solo asintió con serenidad.

—No pasa nada si se divorcian. Mamá, no te preocupes por mí. Antes que ser mi madre, eres tú misma. Yo ya estoy grande, no necesito que me cuides a cada paso. Haz lo que quieras hacer.

Los ojos de Simona se humedecieron. Lloró sin poder evitarlo, y fue Carrola quien le limpió las lágrimas.

—¿No eras tú la que me decía que una mujer debe perseguir siempre lo que de verdad quiere, sin dejarse encadenar por nadie ni por nada? Te casaste con papá porque era lo que querías. Ahora quieres divorciarte porque también lo decides tú. Lo demás no importa.

En ese instante, fue la hija quien se convirtió en el sostén de la madre.

***

Simona se mudó al pequeño departamento que sus padres le habían comprado antes de casarse.

Cuando se casó con Ignacio, los padres de Simona no tenían la fortuna de la familia Herrero, pero aun así hicieron un esfuerzo y le compraron un pequeño departamento en Puerto Azul. Durante todos estos años permaneció vacío, nunca lo alquilaron, solo mandaban a alguien a limpiarlo de vez en cuando. Quién diría que ahora, al final, resultaría útil.

Pasó los días revisando páginas de internet: cómo buscar empleo, cómo hacer un currículum, en qué portales postular.

Y además de buscar empleo, se preguntaba qué otras cosas podría hacer.

Simona nunca había trabajado ni se había preocupado por el mundo laboral, pero era consciente de que, a sus treinta y seis años y sin experiencia alguna, competir con los jovenes enviando currículums no le daba ninguna ventaja.

Así que, mientras enviaba algunos currículums al azar, también se dedicó a analizar qué sabía hacer, en qué era buena, qué podía darle dinero, y comenzó a trazar un plan para sí misma.

Cuando ya tenía casi todo delineado, recibió una llamada del área de recursos humanos de una empresa. La citaban a una entrevista, pero no en las oficinas, sino en el Club Monte Real.

Simona no sospechó nada. El Club Monte Real no era un lugar cualquiera: el acceso estaba restringido y su reputación era impecable. Con Ignacio había ido varias veces, a reuniones con amigos, a relajarse, o a discutir negocios.

Se arregló un poco y fue.

En la entrada dio su nombre y el motivo de su visita, y un empleado la condujo al tercer piso. Allí encontró una sala de juntas. Abrió la puerta y, en vez de un entrevistador, vio a varios hombres sentados alrededor de una mesa redonda. Todos eran rostros conocidos.

—Vaya, señora Herrero… no, ya no se le puede llamar así. ¿Divorciada, verdad? Señorita Mancilla… caray, ese Ignacio sí que fue despiadado. ¿Tan miserable fue que ni siquiera le dejó suficiente dinero? ¿Ahora tiene que salir a buscar trabajo para mantenerse? —quien hablaba era Frisco Ferraz, un antiguo pretendiente.

Cuando Simona se casó con Ignacio, él desistió. Desde entonces apenas habían coincidido en alguna recepción, con saludos breves y nada más.

Además de Frisco, había otros del mismo círculo de Ignacio, hombres a los que Simona había tratado superficialmente en cenas y fiestas.

—Frisco, ¿te duele verla así? —rió uno—. Después de tantos años, todavía la traes en la cabeza. Ahora que está libre, quieres quedártela para ti solo.

Las carcajadas resonaron en la sala.

—No seas acaparador, Frisco. Todos la hemos deseado desde hace tiempo. Que Simona elija a quién, y los demás aguardamos turno. No te precipites, no vayas a arruinar la amistad de tantos años por una mujer.

Hablaban delante de ella como si fuera un objeto a repartir.

Absurdo. Humillante.

Y todavía, con fingida cortesía, uno añadió:

—Señorita Mancilla, todos aquí la admiramos. Si usted lo acepta, cualquiera de nosotros puede garantizarle una vida cómoda, llena de lujos. No seremos tan mezquinos como Ignacio. Incluso si algún día nos separamos, siempre recibirá una compensación generosa.
Lanjutkan membaca buku ini secara gratis
Pindai kode untuk mengunduh Aplikasi

Bab terbaru

  • ¿Divorcio? ¡Yo nací para brillar!   Capítulo 30

    Ignacio miró a Laurinda.—¿Tú ayudarme? Pero si eres la mejor amiga de Simona. ¿Qué es lo que quieres?No entendía que ella se pusiera de su lado y no del de su amiga.¿O sería que Laurinda quería sacar algo de él?Ella sostuvo su mirada inquisitiva y, poco a poco, se inclinó hacia él. Sus dedos rozaron el dorso de la mano de Ignacio; la voz le temblaba apenas, cargada de un nerviosismo sensual, los ojos húmedos, con un brillo insinuante.—Señor Herrero… yo lo quiero desde hace mucho tiempo.Ignacio arqueó las cejas, sin moverse.—Desde antes de Simona, ya lo quería.Una sonrisa ladeada, cargada de galantería, se dibujó en el rostro de Ignacio.—¿Ah, sí? ¿Y por qué no lo dijiste? Si me lo hubieras confesado antes, quizá hoy estaríamos juntos.Laurinda enrojeció como una muchacha tímida.—Usted siempre fue inalcanzable, tan perfecto… Yo, en cambio, me sentía poca cosa. Y cuando se unió con Simona, lo único que pude hacer fue desearles lo mejor en silencio.Ignacio soltó una risa baja.

  • ¿Divorcio? ¡Yo nací para brillar!   Capítulo 29

    Ignacio llevaba ya varias copas en un bar. Varias mujeres se acercaron a coquetearle, pero él las echó con insultos.En otras ocasiones, si estaba de humor, se habría ido con alguna a un hotel cercano, rápido, sin complicaciones.Esa noche no tenía el menor deseo.La rabia de haber sido jugado por Simona seguía quemándole por dentro.En su cabeza, Simona no era más que una mujer hermosa y vacía: tantos años mantenida en casa, dedicada a cocinar un poco, salir de compras, hacerse tratamientos de belleza… nada de sustancia.Hasta había creído que su idea de divorciarse era un berrinche nacido del exceso de amor y la decepción.Jamás imaginó que terminaría arrancándole la mitad de sus bienes.Aunque todo quedara a nombre de Carrola, él lo sentía como una pérdida insoportable, como si lo hubieran despojado.—Señor Herrero.Otra voz femenina sonó a su lado. Ignacio gruñó, molesto:—Lárgate.La mujer no se movió; al contrario, tomó asiento junto a él.—Señor Herrero, soy Laurinda. No siga be

  • ¿Divorcio? ¡Yo nací para brillar!   Capítulo 28

    El gesto de Ignacio se ensombreció un instante, como si lo hubiese sorprendido la culpa. Pero de inmediato la ira comenzó a apoderarse de él.—¿Entonces sigues empeñada en divorciarte?—Siempre fue mi decisión.La mirada de Simona era directa, sin esconder nada.Ese rostro impecable, que tantas veces había admirado, en ese momento se le antojó odioso.Por la mañana había sido toda ternura, logró arrancarle casi la mitad de sus bienes, y por la tarde le daba la espalda.De verdad la había subestimado.Ignacio apretó los dientes, furioso.—¡Muy bien, Simona, muy bien!No dijo más. Subió al carro con violencia y se marchó.La mirada de Simona se perdió bajo la luz fría de la noche. Los faroles dibujaban su silueta frágil y al mismo tiempo luminosa: sola, pero resplandeciente.Al llegar a casa, le entró una videollamada de Carrola. El primer pensamiento de Simona fue si Ignacio había descargado su enojo en la niña.—¿Tu papá no se puso contigo de malas? Lo que pase entre nosotros no debe

  • ¿Divorcio? ¡Yo nací para brillar!   Capítulo 27

    Ella no respondió a Ignacio, en cambio, dirigió la mirada hacia la puerta de la escuela y pronto distinguió la silueta de Carrola. Entonces su sonrisa se volvió mucho más auténtica.Carrola la vio enseguida. Entre la multitud, su madre resaltaba: erguida, elegante, de facciones finas; con solo sonreír, transmitía una calma entrañable.—¡Mamá!La niña aceleró el paso, la coleta rebotando de un lado a otro, y se lanzó alegre a los brazos perfumados y suaves de Simona.Simona bajó la cabeza para mirarla, tomó la mochila que cargaba y se la entregó a Ignacio.—¿Se te antoja algo? Hoy tu papá y yo vamos a llevarte a cenar afuera.Fue entonces que Carrola reparó en su padre. La expresión de la niña, transparente como siempre, no supo disimular nada: la sonrisa se le borró y frunció apenas los labios.—¿No estabas ocupado, papá?El tono arrastraba un dejo de reproche que sonaba a burla.Simona lanzó una mirada penetrante a Ignacio, sin palabras, pero con suficiente filo como para obligarlo a

  • ¿Divorcio? ¡Yo nací para brillar!   Capítulo 26

    Cuando Joselito terminó en la empresa Herrero, regresó a su despacho.Acto seguido marcó el número de Rolando.—Rolando, todo está hecho, salió sin contratiempos. La señorita Simona obtuvo lo que le correspondía.—Gracias.Joselito arqueó las cejas con una sonrisa irónica.—Vaya, tu agradecimiento suena curioso. ¿No debería ser la señorita Simona quien me dé las gracias? ¿Por qué hablas en su nombre? Y dime, mis honorarios de gran abogado, ¿te los cobro a ti o a ella?—Que lo arregle Julio.—¿Con tu dinero? ¿Y tú quién eres para la señorita Simona?Rolando guardó silencio. Joselito siguió sonriendo, sin exponerlo. De pronto recordó algo, y su voz se tiñó de diversión.—¿Sabes por qué todo salió tan fácil?… Jeje, parece que ayer subestimé a la señorita. No es nada ingenua. Su belleza es un cuchillo envuelto en terciopelo; con esa dulzura consiguió que Ignacio le firmara sumiso. Rolando, te lo advierto: cuidado con ese cuchillo suave, no vaya a clavártelo a ti.—Aunque, me da la impresi

  • ¿Divorcio? ¡Yo nací para brillar!   Capítulo 25

    Después de que Joselito se marchó, Simona miró a Ignacio.—Ignacio, ve a ocuparte de lo tuyo. Por la tarde te espero en la entrada de la escuela, y vamos juntos a llevar a Carrola a cenar, ¿te parece?En los ojos de Ignacio brilló la sorpresa feliz. Al verla tan distinta, sin la frialdad de antes, pensó con alivio que Simona había cedido.—Está bien.Ignacio regresó a su oficina. En la sala de juntas quedaron únicamente Simona y Laurinda.Con los dedos largos y delicados, Simona tomó la taza de la mesa, bebió un sorbo en silencio y luego la dejó a un lado. Sus ojos claros y brillantes se posaron serenos en Laurinda.—Laurinda, ¿te acuerdas cómo fue que nos hicimos amigas?Laurinda apretó los labios, pero Simona habló primero.—Compartíamos dormitorio. Cada una estudiaba algo distinto: yo Letras, tú Derecho. Al principio no eras cercana conmigo; incluso llegué a sentir que te caía mal. Después todo cambió cuando Frisco empezó a perseguirme, insoportable como siempre. Una vez me defendis

Bab Lainnya
Jelajahi dan baca novel bagus secara gratis
Akses gratis ke berbagai novel bagus di aplikasi GoodNovel. Unduh buku yang kamu suka dan baca di mana saja & kapan saja.
Baca buku gratis di Aplikasi
Pindai kode untuk membaca di Aplikasi
DMCA.com Protection Status