Share

Capítulo 3

Penulis: Sofía Murón
Simona ya había escuchado rumores de los excesos de esos hombres del círculo social: conductas sin límites, sucias y repulsivas cuando se trataba de mujeres.

En aquel entonces, se consolaba pensando que Ignacio no era como ellos, y que nada de aquello tenía que ver con su vida.

Ahora, verlos frente a frente, con esas caras cínicas, le revolvía el estómago.

No quería perder ni una palabra más con ninguno de ellos.

Dio media vuelta para salir, pero antes de alcanzar la puerta dos tipos con pinta de guardaespaldas le bloquearon el paso.

Las risas se escucharon otra vez a su espalda.

Frisco se levantó, acercándose paso a paso, con esa sonrisa depredadora de quien se sabe con ventaja.

—Simona, antes estaba Ignacio y por él me hice a un lado. Pero ahora ya no hay nadie que me detenga. Tú me conoces: nunca me rindo hasta conseguir lo que quiero.

El rostro delicado de Simona se quedó sin color.

Recordó la época anterior a Ignacio, cuando Frisco la acosaba de manera enfermiza, cuando ni siquiera llamar a la policía sirvió de nada.

De no haber aparecido Ignacio, quizá aquel hombre la habría forzado entonces.

Ahora que estaba divorciada, Ignacio no volvería a protegerla.

Simona apretó los puños, obligándose a mantener la calma, y su voz sonó helada:

—Señor Ferraz, usted está casado. Yo conozco a su esposa.

Frisco soltó una carcajada.

—¿Y eso qué importa? Tengo muchas mujeres, ¿acaso ella alguna vez me ha reclamado? Deja de resistirte, Simona. Si no soy yo, será otro. ¿De verdad crees que con esa cara vas a quedarte tranquila en Puerto Azul?

La amenaza la estremeció, aunque lo único en lo que pensaba era en escapar.

Delante de ella, dos hombres le cerraban el paso; detrás, un grupo de miradas sucias, como si observaran a una presa acorralada.

Incluso seguían lanzando comentarios sarcásticos.

—No le ganamos a Frisco —se burló uno—. Ese cabrón es un loco, y cuando se le mete algo en la cabeza, deja de ser persona.

—Jajaja… Frisco, nada más te pedimos que no la destroces tanto, déjala viva para que también nos divierta.

Frisco rió con descaro, su mirada recorriéndola de arriba abajo.

—No se preocupen, sé cómo tratar una flor delicada.

—Mira… seguro ya te mueres de ganas, ¿eh?

Simona no soportó más. Levantó la voz hacia los guardias de la puerta:

—¡Quítense! ¡Esto es privación ilegal de la libertad, voy a llamar a la policía!

Los hombres no se movieron. Frisco arrastró una silla, se sentó con las piernas cruzadas, y la observó fijo, como si ya fuera suya.

Ella, con la respiración temblorosa, sacó el celular y marcó a emergencias, aunque sabía que a ellos no les importaba.

No temía tanto al presente como a lo que podría venir después.

En ese momento el ascensor se abrió y de él salieron varios hombres de traje. Simona levantó la mirada y sus ojos se iluminaron.

—¡Señor Olivar!

Su voz estaba cargada de expectativa; parecía una mujer emocionada al ver al hombre que ama.

Rolando Olivar alzó la vista. Sus ojos negros, profundos como el mar, no revelaban emoción alguna; bajo su expresión fría era imposible adivinar lo que pensaba.

La urgencia le arrancó a Simona un tono casi de súplica, teñido de coquetería:

—Señor Olivar, ¿vino por mí? Todo es culpa de ellos, no me dejaban salir, me retuvieron a la fuerza. Hable con ellos, por favor.

Rolando la miró con calma. Su rostro tenía facciones fuertes y elegantes; la blusa blanca y la falda negra que ella llevaba resaltaban aún más la firmeza de su espalda y la suavidad de sus curvas.

Aquellos ojos brillantes, ahora empañados por una súplica, la hacían ver frágil y encantadora al mismo tiempo.

Frisco se levantó y caminó hacia la puerta, donde también alcanzó a ver a Rolando.

Su mirada, cargada de sospecha y curiosidad, recorrió a Simona y a Rolando. Sus ojos se oscurecieron, pero no se atrevió a mostrarse insolente. Al hablarle a Rolando, su tono se volvió más contenido, aunque todavía sonaba a prueba.

—Señor Olivar… ¿conoce a la señorita Mancilla?

Simona sintió los dedos temblarle. Apretó los labios, esperando.

Entonces escuchó la voz grave de Rolando, clara y profunda:

—Simona, ven acá.

Ella resplandeció. Caminó con decisión hacia él, altiva, como si de pronto todo su ser se hubiera encendido de luz. Los guardias, intimidados, no la detuvieron.

Se apresuró hasta quedar a su lado. Una sonrisa contenida iluminó sus ojos.

—Señor Olivar, podemos irnos.

El hombre alto y apuesto la miró de reojo, y dio media vuelta hacia el ascensor. Simona lo siguió de inmediato, y los otros dos que lo acompañaban bajaron en silencio con ellos.

Cuando la puerta del ascensor se cerró, la tensión se disolvió en un silencio espeso.

Simona pensó en qué decir, pero en segundos llegaron a la planta baja.

Al salir, se adelantó, con cierto apuro en la voz:

—Señor Olivar, de verdad gracias por lo de hace un momento. No quería causarle molestias; solo necesitaba una salida. Se lo debo y algún día sabré cómo pagarle.

Lo conocía de lejos: en la escuela de su hija, Carrola, había conocido a Francisca Olivar, la sobrina de Rolando, y en una ocasión lo vio recogerla. Apenas un cruce de miradas, sin palabras. Por eso ahora, en medio del apuro, ni siquiera ella creía lo que acababa de decir.

Rolando no mostró emociones.

—No tiene que agradecerme, señorita Mancilla.

Y enseguida, dirigiéndose a su asistente:

—Julio, acompáñela a su casa.

—No hace falta, señor Olivar. Yo puedo…

—Arriba aún la vigilan.

Simona se tensó. Alcanzó a ver, desde los ventanales del tercer piso, una silueta observándolos. Sin duda hombre como Frisco no la dejaría en paz.

El corazón le latía con inquietud, y ya no tuvo más remedio que aceptar.

Subió al carro junto con Julio, mientras Rolando la observaba desde la acera.

Antes de que el vehículo arrancara, bajó la ventanilla y asomó su rostro iluminado. Le regaló una sonrisa radiante.

—Hasta luego, señor Olivar.
Lanjutkan membaca buku ini secara gratis
Pindai kode untuk mengunduh Aplikasi

Bab terbaru

  • ¿Divorcio? ¡Yo nací para brillar!   Capítulo 30

    Ignacio miró a Laurinda.—¿Tú ayudarme? Pero si eres la mejor amiga de Simona. ¿Qué es lo que quieres?No entendía que ella se pusiera de su lado y no del de su amiga.¿O sería que Laurinda quería sacar algo de él?Ella sostuvo su mirada inquisitiva y, poco a poco, se inclinó hacia él. Sus dedos rozaron el dorso de la mano de Ignacio; la voz le temblaba apenas, cargada de un nerviosismo sensual, los ojos húmedos, con un brillo insinuante.—Señor Herrero… yo lo quiero desde hace mucho tiempo.Ignacio arqueó las cejas, sin moverse.—Desde antes de Simona, ya lo quería.Una sonrisa ladeada, cargada de galantería, se dibujó en el rostro de Ignacio.—¿Ah, sí? ¿Y por qué no lo dijiste? Si me lo hubieras confesado antes, quizá hoy estaríamos juntos.Laurinda enrojeció como una muchacha tímida.—Usted siempre fue inalcanzable, tan perfecto… Yo, en cambio, me sentía poca cosa. Y cuando se unió con Simona, lo único que pude hacer fue desearles lo mejor en silencio.Ignacio soltó una risa baja.

  • ¿Divorcio? ¡Yo nací para brillar!   Capítulo 29

    Ignacio llevaba ya varias copas en un bar. Varias mujeres se acercaron a coquetearle, pero él las echó con insultos.En otras ocasiones, si estaba de humor, se habría ido con alguna a un hotel cercano, rápido, sin complicaciones.Esa noche no tenía el menor deseo.La rabia de haber sido jugado por Simona seguía quemándole por dentro.En su cabeza, Simona no era más que una mujer hermosa y vacía: tantos años mantenida en casa, dedicada a cocinar un poco, salir de compras, hacerse tratamientos de belleza… nada de sustancia.Hasta había creído que su idea de divorciarse era un berrinche nacido del exceso de amor y la decepción.Jamás imaginó que terminaría arrancándole la mitad de sus bienes.Aunque todo quedara a nombre de Carrola, él lo sentía como una pérdida insoportable, como si lo hubieran despojado.—Señor Herrero.Otra voz femenina sonó a su lado. Ignacio gruñó, molesto:—Lárgate.La mujer no se movió; al contrario, tomó asiento junto a él.—Señor Herrero, soy Laurinda. No siga be

  • ¿Divorcio? ¡Yo nací para brillar!   Capítulo 28

    El gesto de Ignacio se ensombreció un instante, como si lo hubiese sorprendido la culpa. Pero de inmediato la ira comenzó a apoderarse de él.—¿Entonces sigues empeñada en divorciarte?—Siempre fue mi decisión.La mirada de Simona era directa, sin esconder nada.Ese rostro impecable, que tantas veces había admirado, en ese momento se le antojó odioso.Por la mañana había sido toda ternura, logró arrancarle casi la mitad de sus bienes, y por la tarde le daba la espalda.De verdad la había subestimado.Ignacio apretó los dientes, furioso.—¡Muy bien, Simona, muy bien!No dijo más. Subió al carro con violencia y se marchó.La mirada de Simona se perdió bajo la luz fría de la noche. Los faroles dibujaban su silueta frágil y al mismo tiempo luminosa: sola, pero resplandeciente.Al llegar a casa, le entró una videollamada de Carrola. El primer pensamiento de Simona fue si Ignacio había descargado su enojo en la niña.—¿Tu papá no se puso contigo de malas? Lo que pase entre nosotros no debe

  • ¿Divorcio? ¡Yo nací para brillar!   Capítulo 27

    Ella no respondió a Ignacio, en cambio, dirigió la mirada hacia la puerta de la escuela y pronto distinguió la silueta de Carrola. Entonces su sonrisa se volvió mucho más auténtica.Carrola la vio enseguida. Entre la multitud, su madre resaltaba: erguida, elegante, de facciones finas; con solo sonreír, transmitía una calma entrañable.—¡Mamá!La niña aceleró el paso, la coleta rebotando de un lado a otro, y se lanzó alegre a los brazos perfumados y suaves de Simona.Simona bajó la cabeza para mirarla, tomó la mochila que cargaba y se la entregó a Ignacio.—¿Se te antoja algo? Hoy tu papá y yo vamos a llevarte a cenar afuera.Fue entonces que Carrola reparó en su padre. La expresión de la niña, transparente como siempre, no supo disimular nada: la sonrisa se le borró y frunció apenas los labios.—¿No estabas ocupado, papá?El tono arrastraba un dejo de reproche que sonaba a burla.Simona lanzó una mirada penetrante a Ignacio, sin palabras, pero con suficiente filo como para obligarlo a

  • ¿Divorcio? ¡Yo nací para brillar!   Capítulo 26

    Cuando Joselito terminó en la empresa Herrero, regresó a su despacho.Acto seguido marcó el número de Rolando.—Rolando, todo está hecho, salió sin contratiempos. La señorita Simona obtuvo lo que le correspondía.—Gracias.Joselito arqueó las cejas con una sonrisa irónica.—Vaya, tu agradecimiento suena curioso. ¿No debería ser la señorita Simona quien me dé las gracias? ¿Por qué hablas en su nombre? Y dime, mis honorarios de gran abogado, ¿te los cobro a ti o a ella?—Que lo arregle Julio.—¿Con tu dinero? ¿Y tú quién eres para la señorita Simona?Rolando guardó silencio. Joselito siguió sonriendo, sin exponerlo. De pronto recordó algo, y su voz se tiñó de diversión.—¿Sabes por qué todo salió tan fácil?… Jeje, parece que ayer subestimé a la señorita. No es nada ingenua. Su belleza es un cuchillo envuelto en terciopelo; con esa dulzura consiguió que Ignacio le firmara sumiso. Rolando, te lo advierto: cuidado con ese cuchillo suave, no vaya a clavártelo a ti.—Aunque, me da la impresi

  • ¿Divorcio? ¡Yo nací para brillar!   Capítulo 25

    Después de que Joselito se marchó, Simona miró a Ignacio.—Ignacio, ve a ocuparte de lo tuyo. Por la tarde te espero en la entrada de la escuela, y vamos juntos a llevar a Carrola a cenar, ¿te parece?En los ojos de Ignacio brilló la sorpresa feliz. Al verla tan distinta, sin la frialdad de antes, pensó con alivio que Simona había cedido.—Está bien.Ignacio regresó a su oficina. En la sala de juntas quedaron únicamente Simona y Laurinda.Con los dedos largos y delicados, Simona tomó la taza de la mesa, bebió un sorbo en silencio y luego la dejó a un lado. Sus ojos claros y brillantes se posaron serenos en Laurinda.—Laurinda, ¿te acuerdas cómo fue que nos hicimos amigas?Laurinda apretó los labios, pero Simona habló primero.—Compartíamos dormitorio. Cada una estudiaba algo distinto: yo Letras, tú Derecho. Al principio no eras cercana conmigo; incluso llegué a sentir que te caía mal. Después todo cambió cuando Frisco empezó a perseguirme, insoportable como siempre. Una vez me defendis

Bab Lainnya
Jelajahi dan baca novel bagus secara gratis
Akses gratis ke berbagai novel bagus di aplikasi GoodNovel. Unduh buku yang kamu suka dan baca di mana saja & kapan saja.
Baca buku gratis di Aplikasi
Pindai kode untuk membaca di Aplikasi
DMCA.com Protection Status