¿Quieres que se disculpe? ¡El primer amor de la Marta ya viene!

***

—¡Qué preciosa estás!

Marta llevaba el vestido de novia, la cintura esbelta y la falda esponjosa como de la princesa.

No se había maquillado, pero su rostro seguía siendo delicado y conmovedor.

Hasta el gerente que la estaba ayudando no pudo evitar elogiarla.

—¿Por qué el señor Guillermo no viene a verlo? Los hombres siempre tienen diferentes puntos de vista que las mujeres. —comentó la gerente.

—Está ocupado con la empresa —respondió Marta con sonrisa perfectamente medida.

Justo al decir eso, el teléfono de Marta vibró, y eran números de Susana, cogió el teléfono sin dudarla.

—¡Marta! ¡Acabo de ver a Liliana con Guillermo!

Al escuchar esto, la sonrisa de Marta se congeló y bajó poco a poco.

Sus ojos se volvieron fríos.

Guillermo, su prometido.

Que falta una semana para sus bodas.

Y Liliana, era un nombre que Marta odiaba.

Tío una vista al gerente y ya sabía qué debía hacer.

Con un solo gesto, todos le seguían hacia fuera.

Después de que todos se han ido, preguntó, examinando sus uñas impecables.

—¿En dónde lo has visto?

—En el hospital, la obstetricia — Susana respondió.

—Qué lugar tan especial —Marta se levantó las cejas y sonrió.

Normalmente, cuando un hombre y una mujer entran a la obstétrica, ¿de qué objetivo será?

—¡Liliana es una puta! Y Guillermo también es una mierda, cancératela esa boda — Susana se enfadaba más que la Marta.

Marta cogió el vaso de agua que tenía a la mesa delante, y dijo.

—Si cada vez que hace cosas idiotas, termina quemando yo. ¿Tú de qué enfades?

Hace dos años, Liliana se había ido entre lágrimas.

Y ahora ha vuelto a estar con Guillermo.

¿Será porque ella ha sido demasiado amable o demasiado bien de humor?

Susana agregaba su opinión.

—¡Justo al momento en que vais a casar, seguramente que es premeditado!

Los ojos de Marta brillaron un peligro, y dijo.

—Te cuelgo.

—¿Qué vas a hacer?— Susanna preguntó con nerviosa.

—Si está haciendo idiota, habrá que verlo — Marta respondió eso, y dejó la llamada directamente.

Ante el espejo, su reflejo era pureza hecha vestido, colocando tu mano sobre el pecho.

¡CRAC!

El vestido cayó a piezas.

Y el gerente se quedó estupefacto al ver esto, pero no se atrevieron a decir nada.

Cuando Marta se cambió su propia ropa, el teléfono sonó de nuevo, y era Guillermo.

—Cuando termine con el vestido, ven a mi oficina —ordenó Guillermo.

Dos años.

En los dos años, Guillermo siempre ha sido bueno con ella, gentil y considerado.

Pero ahora, este tono.

¿Es por qué Liliana ha vuelto?

Un destello de sarcasmo cruzó por los ojos de Marta, y colgó sin responder.

***

Después de media hora.

Cuando Marta llegó a la oficina de Guillermo, estaba llamando junto al ventanal, bañando el sol. Era elegante y suave, mostrando el perfil lateral perfecto, haciendo que la gente se detenga y quede fascinada.

Dios lo trató bien y le dio una cara casi más guapa de toda la ciudad.

—Almuérzate sin mí hoy, cuelgo—murmuró al teléfono al ver la.

Se sentó al sofá, y su gentileza desapareció, sus ojos solo se fliaron, y dijo:

—Acércate.

Sus miradas se cruzaron, Marta se sentó frente a él, no a su lado como antes.

Al ver esto, la frialdad en sus ojos se hizo aún más fuerte.

“shhk”, el mechero sonó, y el olor a gasolina se extendió por el aire.

A Marta no le gustaba ese olor de la nada, abanicado con sus manos.

—Liliana ha vuelto — a Guillermo no le importaban los sentimientos de Marta y seguía fumando.

—La boda se retrasará.

Después de la llamada de la Susana, Marta ya sabía ese resultado, pero preguntó igualmente:

—¿Y eso por qué?

—Está enferma, muy gravemente— Guillermo extendió un sobre, y seguía diciendo:

—La carta de admisión de la Universidad Saint Peter, ves a estudiar primero.

Su tono era como una orden, como darle un favor.

Marta observó el documento sin aceptarlo, una sonrisa cargada de ironía curvando sus labios.

—¿Exiliarme? ¿Para hacerle un espacio?

El rostro de Guillermo se oscureció.

—¿No es lo que quería? Y ahora…

—¡Guillermo!— Marta le interrumpió con su voz.

Arrebató el sobre y—

¡CRAAAC!

Trozos de papel quedaron esparcidos por toda la oficina.

Y el último se adhirió a sus dedos, lo arrojó con precisión hacia Guillermo.

La última chispa de calidez murió en los ojos de Guillermo.

Marta no le dio tregua.

—No retrases la boda —su voz sonó como cristal roto —. Cancérala directamente.

¿Para qué atrasa? Cancelarse es más fácil.