—Seguramente no es nada bueno —murmuró Mariana—. Le pidió cien mil dólares a Joaquín... quién sabe en qué los está gastando.Cuando terminó de hablar, nadie respondió.Mariana, pensando en la investigación policial sobre el secuestro, se sentía como una hormiga sobre una sartén caliente. Volvió a sugerir:—Papá, mamá, podríamos pedirle a Julia que se mude temporalmente hasta que termine la fiesta de compromiso, y luego la traemos de vuelta.Y añadió con entusiasmo:—Si les preocupa que viva sola, puedo visitarla diariamente y llevarle comida y bebida.Carolina se sorprendió:—¿Estarías dispuesta?—Es mi hermana, ¿no es lo que debo hacer? Hoy mismo Joaquín me aconsejó ser más comprensiva. Después de todo, Julia ha sufrido tantas penalidades y ahora tiene una enfermedad terminal. Somos familia, y si hasta nosotros la rechazamos, ¿cómo se sentirá?Mientras hablaba, Mariana, dejándose llevar por su instinto teatral, volvió a humedecer sus ojos.Carlos suspiró:—Es cierto, también me preocu
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