Cuando miró la trágica situación, mi suegra intervino a toda prisa:—Carlos, por favor, cálmate hombre. Nosotros te fallamos, lo sé. Voy a llamar a Víctor para que venga inmediatamente. Pero no le hagas daño a Sara. Está embarazada, ¡y ya casi nace el bebé!Carlos pareció dudar, como si las palabras de Pilar lo hubieran alcanzado.Con manos temblorosas, ella sacó su celular.Del otro lado de la línea, el ruido de fondo era considerable; pero, aun así, se alcanzaba a oír el llanto de una mujer.—¿Qué pasa? ¡A Sara le dieron más de diez puñaladas, está gravísima! ¿Cómo es posible que no vengas para acá?Mi suegra confiaba en que Víctor, al menos, le haría caso a ella. Pero él no hizo más que soltar un par de resoplidos despectivos. —Mamá, ¿tú también le sigues el juego? Acabo de preguntar, y Carlos sigue en su pueblo en Hidalgo. Dile a Sara que deje de actuar. Si «en serio» está tan mal, que llame a un médico. Ah, por cierto, ya contacté un buen lugar en el cementerio. Podemos or
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