Las gotas finas de agua se distribuían uniformemente por cada rincón del cuerpo del hombre, brillando sutilmente bajo la luz del sol.Camila parpadeó y, al mirar de nuevo su rostro, se dio cuenta de que era el mismo hombre que le había dado la tarjeta aquel día.Antes de que pudiera saludarlo, varias mujeres rubias de ojos azules ya se dirigían hacia Leonardo Torres.—Hola, guapo. ¿Estás solo? ¿Tomamos algo juntos?—Sí, también queremos nadar. ¿Te unes?Leonardo salió de la piscina y, con un gesto despreocupado, se colocó una bata. En un instante, toda la escena seductora desapareció.—Lo siento, no estoy solo.Tras decirlo, caminó en dirección a Camila.—Mi novia está aquí.—Ah… así que tienes novia —dijeron con desilusión las mujeres, que se alejaron una tras otra.Camila se quedó un momento atónita y se señaló a sí misma con el dedo.—¿Estás hablando de mí?—¿No te molesta, verdad? Solo quería usar tu presencia como excusa para alejarme de ellas.—No, para nada.Camila sonrió con al
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