—Nada —respondió Camila, guardando el formulario en el bolsillo mientras continuaba caminando sin mirar atrás.—¿Tienes control prenatal en unos días, no? —gritó Lucas, a sus espaldas—. Cuando termine de cuidar a Renata, iré a buscarte para ir al hospital.Camila se detuvo de golpe, y, sin poder evitarlo, las lágrimas… comenzaron a deslizarse por su rostro.—Lo hablamos después —respondió con voz temblorosa. Luego se dio la vuelta y lo miró fijamente—: Lucas, tus cinco oportunidades se acabaron.—¿Qué? —inquirió Lucas, frunciendo el ceño. —Camila, ¿qué cinco oportunidades? Eso fue una broma, ¿no? Yo nunca lo tomé en serio… y tú tampoco deberías. Cuando la mano de Renata esté bien, volveré contigo y con el bebé.Una sombra de culpa pasó fugazmente por sus ojos. Pero, aun así, se fue… abrazando a Renata.Camila lo observó alejarse, apretando los labios.«Lucas… tus cinco oportunidades se terminaron. A partir de ahora, no volveré a dejar que me hagas daño», pensó. Al bajar al
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