Conociendo el carácter de Lautaro, lo lógico sería que le pusiera a su perro un nombre tipo Trueno o algo así, bien masculino, ¿no?Lautaro revisó la hora en su reloj de pulsera y preguntó con desgano:—¿Vas al centro?—Ajá.—Yo tengo que pasar por la oficina a recoger unos documentos. Si no te molesta, puedo hacer el sacrificio de llevarte un tramo.El tono en que lo dijo era como si ella le hubiera rogado que la llevara.La verdad, el departamento de Lautaro estaba en las afueras, bastante alejado del centro. Llegar ahí no era complicado, pero volver sí era otra historia. Así que, como bien dice el dicho, “a mal tiempo, buena cara”. Valeria decidió aceptar.Forzó una sonrisa:—Entonces gracias, señor Herrera.Lautaro tomó las llaves del auto del centro de la mesa y al pasar junto a ella soltó su comentario, con ese tono indiferente tan suyo:—Si no tienes ganas de sonreír, no lo hagas. Esa sonrisa tuya es bastante fea.Valeria se quedó unos segundos en blanco, frunciendo ligeramente
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