—Nos conocemos desde hace tantos años, te conozco muy bien. Quieres usar al hijo de Sergio para manipularme, ¿cierto? —Mario se levantó lentamente y se acercó a ella—. A Sergio no le importa ese niño, pero a mí sí. Después de todo, es ahora el único descendiente de la familia Quiroga, mi propio nieto. Quién sabe si en el futuro me darán otro, ¿no?Beatriz se sentó sin inmutarse.—Pero la señorita Ruiz podrá hacerlo, ¿no crees? Es inútil manipularte con -ese niño.—Quién sabe si yo pueda esperar a que ella dé a luz —Mario se detuvo frente a ella y de repente se inclinó, riendo despectivo—. También podrías darme otro hijo a esta edad, ¿qué te parece? No estaría mal.—¡Loco! —gritó Beatriz, furiosa. Le repugnaba que mencionaran el tema, porque le hacía recordar al feto muerto de años atrás.Mario se enderezó sin prisa, le dio la espalda y se detuvo frente a la ventana panorámica.—He invitado a ese Enzo Rojas que tanto anhelas y no puedes tener a la boda de mi hijo.Al escucharlo, a Beatr
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